viernes, 27 de septiembre de 2013

Obsess [Epílogo]


Epílogo.

-¿Te vas? ¿A dónde?-
Preguntó alarmado mientras dejaba caer el panecillo que comía al suelo.
-Voy a acompañar a mi padre, no quiere ir solo así que me pidió ayuda. Le van a dar un reconocimiento por sus investigaciones, solo estaré fuera unos días-
Explicó Daiki mientras continuaba su camino.
-Puedo acompañarte si-
-No, justo en estos días tienes que apoyar a tu padre con unos asuntos, tu mismo lo dijiste. No te preocupes, volveré en tres días, no será mucho y tu podrás ocuparte sin problema del resto-
Con su habitual sonrisa, Daiki lo miró y siguió caminando. Aún sorprendido, Yabu le dio alcance.
-¿Qué voy a hacer sin ti tres días?-
-No lo sé, eso lo vas a tener que pensar tu solito-
Le decía Daiki sin dejar de sonreír, de alguna forma le parecía divertida la expresión de Yabu, como si fuera un niño pequeño.

-Ya esta listo el carruaje… amo-
Dijo con cierta dificultad, a pesar de llevar trabajando cuatro meses para Keito.
-Ya te dije que puedes hablarme con normalidad, deja a un lado los honoríficos-
Le dijo Keito a Hikaru mientras caminaba rumbo a la puerta.
-No puedo, no mientras ese mayordomo obstinado me observe-
Murmuró Hikaru muy bajito, aún así Keito pudo escucharlo.
-¿Te molesta? Puedo decirle que-
-No, no es necesario, solo tengo que fingir ser un buen sirviente cuando él este cerca-
Keito sonrió. Cuando Hikaru abrió la puerta del carruaje lo observó detenidamente antes de entrar.
-¿Eso quiere decir que no serás un buen sirviente cuando estemos solos?-
Antes de que Hikaru pudiera responder, Keito subió al carruaje. Sin más, Hikaru hizo lo mismo y cerró la puerta.
Ambos estaban frente a frente dentro de aquel estrecho carruaje. Keito desvió la mirada hacia la ventana cuando de pronto pudo sentir como las fuertes manos de Hikaru tomaban su rostro con la mayor delicadeza posible.
-Cuando estemos solos yo voy a hacer esto-
Y sin más lo besó. Ante aquel inesperado acto, Keito no supo como reaccionar, a pesar de que el chico le gustaba jamás se había esperando algo así.
Cuando Hikaru se separó un poco para observar su expresión, el rostro de Keito estaba tan rojo como un tomate.
-Espero que no te moleste, amo-
La sonrisa picara y traviesa de Hikaru lo hicieron reaccionar un poco. Sentía que debía responderle de la misma forma, así que lo tomó del cuello de la camisa, lo acercó rápidamente y lo besó.
Cuando se separaron, Keito le dijo aparentando seriedad.
-No me molesta, sin embargo espero y sepas hacerte responsable de cada uno de tus actos a partir de ahora-
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Hikaru. El carruaje comenzó a moverse y ambos disfrutaron de aquel breve momento de intimidad.

-Solo ha pasado año y medio y ya se te olvidó todo, no puedo creerlo-
Se burló aquel chico alto mientras dejaba abajo la maleta que cargaba.
-N-no se me ha olvidado nada, es solo que… me acostumbré muy rápido a aquella ciudad… eso es todo-
Se excusó mientras miraba a su alrededor, tratando de ocultar su sorpresa ante lo que en un tiempo fue el pueblo que visitaba a diario.
-Si claro, como digas-
Dicho esto, el alto comenzó a caminar por su cuenta.
-¡Yuto! ¡Espera!-
Gritó mientras caminaba de prisa para darle alcance.
-Eres muy lento Ryosuke, ¿a dónde quieres ir primero?-
-Pues quiero ver a Ryutaro, me gustaría saber como le ha ido-
Sonrió Ryosuke mientras caminaba junto a Yuto.
-Esta bien, te voy a llevar porque temo que te pierdas y jamás encuentres el camino de regreso a ningún lado-
Antes de que pudiera protestar, sintió la mano de Yuto tomar la suya. Sin más, ambos comenzaron a caminar, recordando aquellos días en los que vivieron ahí, sintiendo aquella nostalgia invadir sus corazones.

-¿Para que quieres aprender? No entiendo por qué eres tan terco-
Suspiró mientras intentaba no perder la poca paciencia que le quedaba.
-Si no puedes ensañarme aprenderé por mi cuenta-
Inoo se giró para decir algo pero Ryutaro cubrió su rostro con las partituras, le parecía extraña y alocada la idea que tenía el menor por aprender a tocar el piano, simplemente no lo comprendía. Sin embargo no podía dejarlo solo, así que sin más, se acercó de nuevo a él y se sentó a su lado en el banquillo frente al piano.
-Volvamos de nuevo, esta vez va a tener que ser así-
Ryutaro hizo a un lado las partituras, miró a Inoo y antes de poder decir algo sintió como el mayor lo levantaba fácilmente y lo sentaba en sus piernas.
Totalmente sonrojado, trato de comprender lo que estaba pasando.
-¿Q-qué? ¿P-por qué?-
-Voy a hacer esto de la forma más sencilla, así que deja de moverte y presta atención-
Fue entonces que Ryutaro se quedó inmóvil, sintió como Inoo tomaba sus manos y colocaba sus dedos sobre las frías teclas del piano.
-Voy a guiarte, mira bien la partitura y las teclas, ¿Entendido?-
Ryutaro tan solo asintió y así, sus manos comenzaron a moverse, guiadas por las manos de Inoo, creando así un sonido armonioso, muy diferente a lo que él solo había intentado tocar.
En definitiva, el talento de Inoo era natural, aún así deseaba aprender aunque solo fuese un poco, con tal de sentirse más cerca de él.
Cuando terminaron, Ryutaro giró la cabeza para mirar a Inoo.
-De acuerdo, acepto que no soy bueno en esto, pero creí que… creí que si aprendía tan solo un poco podría estar más cerca de ti-
Inoo observó las mejillas sonrojadas del menor y sonrió. Sin decirle nada, puesto que no era necesario, tomó aquel pequeño rostro entre sus manos y le regaló un delicado beso en los labios.
-No te des por vencido tan rápido, a penas estamos comenzando-
Ryutaro estaba completamente rojo, pero antes de poder decir cualquier cosa, Inoo volvió a tomar sus manos y continuó enseñándole. A decir verdad no importaba si Ryutaro jamás aprendía, estaba seguro de que podría seguir las lecciones así durante mucho tiempo más.
Las horas pasaron y una criada tocó a la puerta, Inoo le indicó que podía entrar y lo hizo.
-Disculpe amo, el joven Ryutaro tiene una visita-
A Ryutaro le había costado trabajo y mucho esfuerzo acostumbrarse a que lo llamaran así, sin embargo eran ordenes de Inoo, además de que ya no era un sirviente, ahora tenía incluso su habitación junto a la de el mayor.
Ambos se miraron sorprendidos, Ryutaro nunca recibía visitas, a excepción de Chinen, pero este siempre llegaba acompañado de Takaki.
-¿Quién podrá ser?-
Preguntó Kei mientras bajaba de su regazo a Ryutaro.
-No se… iré a ver-
Y así, salió de aquella habitación rumbo a la entrada de la mansión.

Esperaban afuera, puesto que para Ryosuke resultaba extraño entrar como una visita común. Poco después de preguntar por Ryutaro, este apareció por la puerta principal, vestido como si fuese de la familia, tan elegante y apropiado.
Al verlo no pudo evitar la alegría y se acercó rápidamente a él y lo abrazo.
De igual forma, para Ryutaro fue una gran sorpresa ver a Ryosuke después de tanto tiempo. Lucía tan diferente.
-¡Ryutaro!-
Exclamó Ryosuke mientras abrazaba al menor con fuerza.
-¿Qué rayos te ha pasado que luces tan bien?-
Preguntó mientras observaba a Ryutaro más de cerca.
-¡Además has crecido mucho más! ¿Qué te has creído?-
Ryutaro sonrió ante el berrinche de Ryosuke y miró de reojo a Yuto, a quien después saludo con una sonrisa.
-Hemos venido a visitar, ¿Cómo has estado?-
Saludó Yuto.
-Bien, gracias por preguntar. ¿Ustedes como han estado? ¿Todo va bien?-
-¡De maravilla! Yuto y yo trabajamos en algunas cosas en la ciudad, él se ha convertido en fotógrafo y yo trabajo una pequeña panadería-
Ryosuke parecía orgulloso de aquello.
-Me alegro-
Sonrió Ryutaro.
-Por lo que veo, alguien ha progresado mucho. Tal parece que terminaste por expresar tus sentimientos hacia el amo Kei-
Le dijo Ryosuke en voz baja mientras le sonreía de forma traviesa.
-Si… bueno, esto de vestir así y todo es idea suya-
Declaró Ryutaro un poco sonrojado.
-Los dejaré un rato a solas, mientras iré a saludar al joven Kota. Vendré por ti al rato ¿De acuerdo?-
Ryosuke asintió ante la indicación de Yuto. En cambio, este se marchó, dejando a ambos amigos platicando de todo lo que había acumulado en todo ese tiempo.

Aún recordaba bien el camino hacia la casa de la familia Yabu, después de todo fue su hogar durante muchos años.
En la entrada fue recibido con alegría por parte de la servidumbre, después por los padres de Kota.
-Esta en el jardín, le dará gusto verte Yuto-kun-
Le dijo la señora Yabu mientras lo acompañaba al jardín.
-Kota, tienes una visita especial-
Este hizo a un lado el libro que tenía frente a su rostro y se quedó completamente sorprendido.
-¡Yuto! ¡Vaya sorpresa!-
La madre de Kota se retiró para dejar a ambos jóvenes a solas.
-He venido a saludar-
Kota lo invitó a tomar asiento y ambos se sumergieron en una platica en donde hablaban de todo lo que había ocurrido.
-Así que ahora eres fotógrafo, siempre supe que tendrías un talento especial para algo así-
-Bueno, no es especialmente un gran talento pero me gusta hacerlo-
Kota suspiró y le sonrió.
-Tal parece que eres feliz con tu nueva vida, incluso te noto cambiado-
Yuto sonrió tímidamente.
-Estoy seguro de que el camino que he elegido es el correcto-

Las horas transcurrieron, Yuto y Ryosuke se marcharon después de una agradable tarde, prometiendo volver pronto una vez más.
Tres días pasaron y Yabu se encontraba en casa de Takaki, luciendo más desesperado que nunca.
-¡Ya pasaron tres días! ¡Tres días!-
Se quejó mientras se hundía más en aquel sillón. Takaki lo miró con cierto fastidio y le dijo.
-Sé bien que ya pasaron los tres días que Daiki te dijo, has estado viniendo desde que se marchó ¿No puedes tranquilizarte un poco? Seguramente mañana ya este de vuelta-
-¡Pero ya son tres días! Si hoy un vuelve mañana ya serán cuatro…-
Takaki estaba a punto de perder la paciencia, sin embargo hizo un esfuerzo por mantenerse tranquilo.
-¿Acaso tu ya terminaste con todo lo que tenías que hacer?-
-Si… cuando Daiki no está el día pasa más lento y termino todo más rápido…-
-Entonces, deberías buscar algo más en que entretenerte y dejar de venir solo para quejarte, pareces un niño-
Al parecer Yabu ignoró aquel comentario y continuó diciendo.
-¿Y si su padre decide que se quedarán a vivir allá por su trabajo? ¿Qué voy a hacer?-
Esta vez, Takaki ya no pudo aguantar más, después de todo lo había tolerado por tres días.
-¡¿Quieres dejar de exagerar las cosas?! ¡Mejor vuelve a tu casa y encuentra algo que hacer!-
Así, tras el enojo de Takaki, Yabu fue prácticamente expulsado de ahí por manos del mismo Yuya.
Decepcionado y triste emprendió el camino de regreso a casa, con la cabeza baja y pensando en que podría perder el tiempo. Lo había intentado todo y nada funcionaba. Lo extrañaba demasiado y lo necesitaba.
-¿Qué rayos pretendes caminando así? Parece que eres un vagabundo-
Escuchar aquella voz no lo despertó de su pequeña depresión, después de todo se la pasaba todo el tiempo imaginando la voz de Daiki así que pensó que esta era una alucinación más.
Continuó con su camino cuando de pronto sintió unas manos que sujetaban su brazo. Aquello fue demasiado real. Miró aún incrédulo y se llevó una gran sorpresa,
-¡Regresaste!-
Gritó Yabu mientras lo abrazaba con fuerza.
-Tan solo me fui tres días-
Logró decir Daiki con gran esfuerzo.
-Lo sé, pero te extrañe tanto…-
Dijo Yabu en voz baja mientras continuaba abrazándolo. De alguna forma Daiki se las ingenió para soltarse de aquel abrazo y miró a Yabu.
-¿Crees que yo no te extrañe? Estos fueron los tres días más largos que he vivido-
-¡Ni que lo digas!-
Exclamó Yabu.
Daiki sonrió, ver el puchero que se asomaba por el rostro de Yabu fue enternecedor, sin más se puso de puntillas y apoyándose en los hombros del mayor, depositó un suave beso sobre sus labios.
-He vuelto-
Yabu sonrío y lo abrazó, esta vez sin tanta fuerza.
-Bienvenido-
Se separaron un poco y volvieron a besarse. Tres días habían parecido eternos para ambos, pero ahora estaban juntos una vez más, así que podían presumir de que habían sobrevivido.
-No volveré a dejar que te vayas, para la próxima sea como sea te acompañaré-
Le dijo Yabu mientras caminaba a su lado, tomando su mano. Daiki solo sonrió, asegurándose de no olvidar jamás esas palabras, y de que él haría lo mismo si en dado caso Yabu tuviese que marcharse.

El tiempo siguió su curso, felicidad, tristeza, risas y lagrimas siguieron llegando a cada una de las diferentes vidas, Sin embargo haba   go que sebargo habñiaario.adisas y lagrimas siguieron llegando a cada una de las diferentes vidas, Sin embargo habñiaario.adía algo que se mantenía constante, y era ese lazo que los unía a todos y cada uno.
Los años pasaron, cosas cambiaron, personas llegaron, otras se fueron, pero aún así siguieron amándose, hasta el último respiro, hasta latido de sus corazones.

F I N

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Agradecimientos.

Tengo tanto que agradecer a cada persona que ha seguido esta historia desde su publicación que si lo hago ahora es posible que no terminé nunca.
Hay demasiados sentimientos encontrados, mis manos tiemblan de nervios y emoción, mi corazón se siente acelerado y loco.
Unos cuantos cigarrillos y demasiadas tazas de café me acompañaron en el transcurso de esta historia, en especial esta madrugada, que fue cuando al fin pude terminar de la forma correcta. 
Si bien este fanfic comenzó con una dedicatoria especial para mi querida amiga Carol, hoy termina dedicado a todas y todos los que lo leyeron y esperaron pacientemente por su final.
Me emociona saber que al fin pude terminar y que ustedes lo han leído. Gracias a todas y todos ustedes esto pudo ser posible. Gracias por tantos tweets de ánimo, tantos comentarios en facebook diciéndome que no me rinda, que continúe adelante. No se como expresar mi gratitud hacia ese cariño que me han demostrado a lo largo de los años, por que ya son años de esto. No es el primer fic que termino pero siento este tan especial.
Espero que hayan disfrutado de cada momento, de cada situación en el fic y de la larga espera que les hice pasar. Voy a intentar, en medida de lo posible, en ya no tardar tantos años con un fic, aunque no prometo mucho.
Un fic más termina pero vienen muchos más, ahora estoy trabajando en los pendientes y en unos nuevos, quiero seguir con esto y he de mencionar, una vez más, que esto no sería posible sin todo su apoyo.
Gracias por leer, por el apoyo y por el cariño que le tienen a esta desconocida que solo sabe escribir fics.
Desde el fondo de mi corazón, espero y sigan aquí  leyendo y soñando conmigo. El camino aún es largo, estoy creciendo con ustedes y mejorando para ustedes.
Gracias!

Obsess [Cap. 21 -FINAL-]


Capitulo 21 - Final-

Entró a la habitación de Yabu, escoltado por una criada, al cerrar la puerta caminó lentamente hacia la cama miró a su alrededor y sin más se dejó caer sobre el suave colchón. Pudo percibir el aroma del mayor al hacerlo, lo cual le trajo un poco de tranquilidad.
Sin embargo, en esos momentos lo último que Daiki podía sentir era tranquilidad, no cuando ahora Yabu se encontraba hablando con Inoo.
-Por favor… que esto termine rápido-
Se dijo mientras cerraba los ojos y sentía que su cuerpo se hundía un poco más en el colchón.
“-Es tu culpa-”
Pensó. Sus ojos se abrieron lentamente y su mirada se clavó en el techo, si tan solo hubiese sido sincero en aquel tiempo, si tan solo hubiese notado sus sentimientos mucho antes, tal vez esto no estaría pasando. Pero el “hubiera” no existe, todo estaba hecho tal cual y no había más que afrontarlo, hacerle frente. Yabu estaba siendo el primero, sin lugar a dudas pronto sería su turno.
Suspiró y sus ojos volvieron a cerrarse, recordándolo todo, desde el primer día en que conoció a Yabu, siendo tan pequeños.
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Unos cuantos años atrás…

-¡Papá! ¡Quiero ese!-
Señaló el niño mientras caminaba junto a su padre.
-Daiki, eso es una manzana. ¿Quieres una?-
Ante la gentil pregunta de su padre, asintió emocionado.
-Aquí no le vendemos a gente como usted-
Dijo la señora que vendía en aquel puesto, lucía enojada. El pequeño Daiki, a esa corta edad, no comprendía que significaba aquel comentario.
Y aún así, su padre se esmero en que no le afectara, llevándoselo lejos, mostrándose tranquilo y sonriente, como si en verdad todo estuviera perfectamente.

Después de caminar un poco, llegaron frente a un gran árbol.
-¿Ves eso de ahí?-
Señaló su padre, ante lo cual el pequeño Daiki levanto la cabeza para mirar los frutos que colgaban de las ramas de aquel frondoso árbol, eran manzanas.
-Cuando estén listas, caerán al suelo, es entonces cuando podrás tomar una-
Daiki miró a su padre, éste le sonreía.
-Pero yo quiero uno ahora-
-¿Te parece si volvemos a casa? Tal parece que tu madre te ha preparado tus galletas favoritas-
Fue así como el pequeño Daiki volvió a casa de la mano de su padre, mirando de vez en cuando hacia aquel árbol, deseando poder tomar una de esas manzanas rojas.

Los días pasaron, jugaba solo por los alrededores, cuando astutamente se alejó sin que nadie lo notara. Corrió lo más rápido que pudo, aún recordaba el camino perfectamente. Todo era tan excitante, un juego demasiado divertido y sin temor alguno. Fue así que llegó frente a aquel árbol, sus ojos se llenaron de aquella emoción que tan solo se experimenta cuando se tiene tan cerca algo deseado, aunque no lo conociera del todo, era divertido, emocionante.
-Ahora solo debo alcanzar uno de esos-
Se dijo mientras comenzaba a dar saltos, imaginando que tal vez sería capaz de dar un gran salto y llegar hacia una de esas manzanas, pero evidentemente era imposible, por lo que pronto se cansó y decidió descansar un poco.
Sin ganas de darse por vencido, volvió a ponerse de pie y lo intentó una vez más. Sin embargo vio delante de él una manzana, alguien se la estaba dando. Tímidamente levantó la mirada y pudo ver a un chico un poco más alto que él, quien le extendía la manzana mientras le sonreía amablemente.
-¿Querías una, verdad?-
Escuchar aquella voz amable lo hizo sentir tan tranquilo. Así que sin más, le sonrió ampliamente y tomó la manzana.
-Gracias-
-De nada-
Daiki tomó asiento de nuevo y aquel chico lo hizo también.
-¿Puedo quedarme contigo?-
-¡Claro! Podemos jugar en cuanto termine de comer esto-
-¿Te gustan mucho las manzanas?-
-¡Son muy bonitas! Debe ser deliciosa-
Aquel chico sonrió y observó a Daiki comer alegremente.
-¿Cómo te llamas? Yo soy Kota, Yabu Kota-
-Mi nombre es Daiki, Daiki Arioka-
Kota le sonrió amablemente.
-Mucho gusto-
Fue así, de una forma tan simple e inocente, como la amistad surgió entre ellos.

Los años pasaban, eran inseparables, siempre estaban juntos, hasta que de pronto, una tarde mientras Kota leía cómodamente en la sala, escuchó como un par de sirvientes llegaban, parecían alarmados.
-¡Los del pueblo están locos!-
Exclamó uno de ellos. Curioso, Kota se acercó para escuchar.
-¡Están golpeando a un pobre niño!-
Volvió a decir.
-¿Qué cosas dices? ¿Por qué golpearían a un niño? Si fuera así, ¿Por qué no hiciste algo?-
-Era imposible, son demasiados-
-Seguramente era uno de esos ladronzuelos, le deben estar dando su merecido-
El sirviente dudó un momento y dijo.
-Tal vez es mi imaginación pero… estoy seguro de que ese niño era el joven Daiki…-
Los ojos de Yabu se abrieron alarmados, entonces interrumpió la conversación.
-¿Qué dijiste?-
-Amo Kota…-
-¡Repite lo que acabas de decir!-
Gritó Yabu con desesperación.
-Que… me pareció que el niño al que atacaban era el joven Daiki…-
-¡¿Y sabiendo eso no hiciste nada?!-
Kota estaba molesto, angustiado y muy asustado.

Todo comenzó ese día que decidió salir solo, ignorando las advertencias de su madre. No tenía idea de lo que pasaba afuera, solo tenía algo en mente, salir y comprar algo para Yabu, pronto sería su cumpleaños y quería regalarle algo bonito.
Para él fue fácil escabullirse, su madre estaba ocupada escribiendo una carta y su padre, como siempre, encerrado en su estudio.
Cuando llegó al pueblo y comenzó a caminar por los alrededores, podía sentir miradas extrañas, trató de no prestarle importancia, pero aún así resultaba incomodo.
En su recorrido, paso por una tienda de juguetes artesanales, todos estaban hechos a mano, observó todos y el que más llamó su atención fue un caballo de madera, de inmediato pensó que ese sería el regalo perfecto. Sin embargo, tan solo dio un paso dentro de la tienda, cuando el dueño estrepitosamente se acercó a él y con enojo lo empujó fuera de la tienda.
-¡Aquí no puedes entrar! ¡Vete!-
Conmocionado y confundido, observó como el dueño le cerraba la puerta y le ponía seguro.
-¿Por qué?-
Se preguntó mientras se ponía de pie y sacudía el polvo de sus pantalones, en ese momento, sintió que el ambiente se tornaba tenso. Con cuidado se giró y miró a su alrededor. Poco a poco la gente se reunía y lo miraban de una forma acusadora, enojados, como si el pequeño Daiki les hubiera hecho algo malo.
-¿Qué sucede?-
Preguntó sintiéndose cada vez más atemorizado por todas esas miradas que cada vez estaban más cerca de él.
-Tú y tu padre deberían irse de este lugar, aquí nadie los quiere-
Dijo una señora mientras levantaba una piedra del suelo; Daiki la miró asustado y sin más, comenzó a correr.
Pero claro, las piernas de los adultos son más largas, además de que eran demasiados, no pudo huir lejos puesto que lo acorralaron y despiadadamente, comenzaron a lanzarle piedras.
-¡Tu padre es un hereje!-
-¡Lo que hace es algo del demonio!-
-¡Si va a continuar con eso mejor váyanse de aquí!-
Las piedras golpeaban en diferentes partes de su cuerpo, causando un dolor mucho más profundo de lo que deberían. Le dolía ver más la expresión de toda esa gente, llena de odio. ¿Por qué lo odiaban? Su padre no hacía nada malo, solo estudiaba formas para curar enfermedades, eso no tenía nada que ver con el demonio, pero entonces… ¿Por qué esta gente no podía comprenderlo? ¿Por qué lo odiaban?
Ignorancia. Esa fue la respuesta que llego años más tarde.
En ese momento, Daiki no quería ver más la expresión de toda esa gente, por lo que optó por cubrirse el rostro, mientras continuaba recibiendo piedra tras piedra, golpeándolo sin piedad.
Estaba sangrando, podía sentirlo, más cuando el sabor a hierro tan particular de la sangre llegó a su boca. ¿Acaso pensaban matarlo así?
No, no quería morir, no ahora. Tenía que regresar con Yabu, seguir pasando momentos divertidos a su lado, le encantaba estar con él y en aquellos momentos él era lo que lo mantenía fuerte.
De pronto, se escuchó un grito que a penas fue audible para él.
-¡¡Deténganse!!-
Era él, Kota.
-¡¿Qué creen que hacen?! ¡¿Acaso son unos salvajes?!-
Temeroso, levantó la mirada y observó como el chico se abría paso entre la multitud con ayuda de unos hombres, seguramente eran sus sirvientes.
-¡Daiki!-
Le gritó. Pero en ese momento, a penas pudo sonreír, aliviado, cuando todo se tornó obscuro a su alrededor y sin más se sumergió en aquella obscuridad, sintiendo como su cuerpo dolía por todas partes.

Tuvo un sueño, en el que Yabu tomaba su mano y caminaba a su lado. Fue tan agradable, después pudo sentir un cálido abrazo, como si el mayor lo rodeara con sus brazos, podía respirar aquel aroma tan particular, seguramente no era un sueño, pero aún así no deseaba despertar.
Entonces, una sensación extraña lo hacia volver, algo cálido y húmedo estaba sobre sus labios, quería abrir los ojos pero no pudo. Lo hizo después de que aquella sensación desapareció. Fue así como decidió abrir los ojos, encontrándose con el rostro de Kota, el cual, al ver que abría los ojos no pudo evitar el abrazarlo.
-Ya-Yabu-
Lo llamó con voz débil, sentía que si hablaba más fuerte su pecho estallaría.
-No digas nada, tranquilo. Ya todo terminó, estarás bien. Solo tienes pequeñas heridas, nada grave, te vas a poner bien-r
Tal vez Yabu mintió en ese momento, el dolo que sentía en todo su cuerpo se lo decía, y sin embargo decidió creer en él.
En ese momento, los rostros de aquellas personas regresaron a su cabeza, tan furiosos y dispuestos a matarlo, tal vez, no podía asegurarlo, pero tenía miedo, mucho miedo.
-Tengo miedo…-
Dijo con lagrimas en los ojos y sin más, se aferró a Yabu, puesto que sentía que el mayor podía protegerlo.
-No temas… yo estoy aquí para protegerte-

Y así fue, Yabu se encargó de visitarlo a diario mientras se recuperaba, le llevaba dulces, manzanas, galletas, libros. Todo lo necesario para hacerlo sonreír de nuevo. Para Daiki, mientras Yabu estuviese con él, no había nada que temer, pero cuando se encontraba solo el miedo lo invadía, tenía sueños horribles, después de todo era difícil olvidar la expresión de esas personas, todo el dolor.
Aún así, los días pasaron y un año se cumplió al fin. Ya no había heridas en su cuerpo, corría por entre los árboles, jugando con Yabu, sonreía, Daiki era feliz, completamente.
Sin embargo, no podía durar para siempre. Al atardecer, mientras ambos estaban recostados sobre el pasto, mirando el cielo, Yabu se puso de pie.
-Daiki… hay algo que debo decirte-
Su voz, era tan baja y triste que de inmediato lo hicieron preocupar.
-¿Qué sucede?-
Preguntó, pero Yabu no dijo nada, lo abrazó con fuerza y cuando se alejó de él le dijo.
-Es hora de volver a casa-
Una débil sonrisa se dibujo en su rostro y ambos se marcharon. Daiki intentó preguntar pero fue inútil, para Yabu “Todo estaba bien”.

Pasaron unas cuantas semanas y Yabu le presentó a un chico. A simple vista era apuesto; piel blanca, cabello negro, finas facciones y una sonrisa encantadora, su nombre era Inoo Kei.
-Mucho gusto-
Saludó Daiki después de que Kota los presentara.
-Igualmente-
Fue así que los tres se reunían para jugar un rato, aunque Kei no podía ir tan seguido con ellos.
-¿Por qué Inoo-chan casi no viene?-
Preguntó Daiki mientras lanzaba unas cuantas piedras al río.
-Es complicado, a pesar de ser tan chico tiene muchas responsabilidades-
Le respondió Yabu. Fue así como los dos continuaron pasando la tarde juntos, pero para Daiki, algo no andaba nada bien, Yabu estaba demasiado extraño.
-Daiki-
Lo llamó mientras caminaban de regreso a casa aquella tarde.
-Hay algo que debo decirte-
Daiki se detuvo y miró a Kota fijamente.
-¿Sucede algo malo?-
-N-no es algo malo…-
Respondió Yabu con dificultad.
-Verás… ha llegado el momento de separarme de ti-
Daiki abrió sus ojos con sorpresa, no sabía como reaccionar, poco a poco los ojos le ardían, las lagrimas se acumulaban en sus ojos, sin embargo no dijo nada, necesitaba escuchar lo que Yabu tenía que decirle.
-Tengo que marcharme, mañana al amanecer… mis padres han decidido que debo estudiar en un lugar lejano…-
La voz de Yabu sonaba entrecortada, y los ojos de Daiki se llenaron de más lágrimas.
-¿Te irás? ¿En serio te irás?-
Yabu asintió con la cabeza, incapaz de decir algo más. Por otra parte, Daiki sentía un nudo en la garganta, quería llorar, más sin embargo no lo hizo.
-¿Volverás algún día?-
-¡Claro que volveré!-
Le respondió Yabu con rapidez.
-Entonces, no es una despedida definitiva… ¿verdad?-
Daiki observó a Kota asentir con la cabeza y le sonrió.
-Debes estudiar muy duro, ¿De acuerdo?-
Kota volvió a asentir con la cabeza, no podía decir nada. Daiki decidió sonreír, como siempre lo hacia, tan radiante, deseando que su amigo pudiera marcharse sin preocupaciones. Esa fue la primera vez que sintió lo que es tragarse esa tristeza en forma de nudo en la garganta, ocultar los ojos llorosos y fingir que todo estaba bien.

Al caer la noche, Daiki se arropó en su cama e intentó dormir, pero era imposible, no podía imaginar como serían sus días sin su buen amigo Kota, no quería que se fuera, pero tampoco podía decirlo así nada más.
Las horas pasaban y Daiki no lograba conciliar el sueño, hasta que se levantó de la cama y miró por la ventana, el amanecer estaba cerca. Sintió ganas de verlo por última vez, así que aún en pijama, salió de su habitación a toda prisa y salió corriendo, directo a casa de Yabu.
Cuando llegó, los carruajes ya estaban listos, el equipaje y todo en su lugar. Fue entonces que vio al joven salir de su casa, bien abrigado.
-¡Kou-chan!-
Le gritó, el chico volteó y al verlo su sorpresa fue evidente.
-Daiki, ¿Qué haces aquí?-
Cuando Daiki llegó hacia donde estaba Kota, tomó aire y dijo.
-Vine a despedirme de ti, tienes que cuidarte mucho, ¿De acuerdo?-
Daiki le sonrió y Yabu hizo lo mismo.
-Ya verás que voy a regresar, mientras, tú también debes cuidarte-
Yabu le alborotó los cabellos y tras el llamado de su madre, subió al carruaje, no podía soportar mirar al pequeño por más tiempo puesto que si lo hacia terminaría por arreglárselas para no tener que irse, pero aquello era imposible, fue entonces que le dedicó una última sonrisa mientras cerraba la puerta del carruaje, el chofer tomo las riendas y comenzó a tomar su camino, emprendiendo así un largo viaje que podría tardar demasiado en terminar.
Daiki solo pudo observar como se alejaba cada vez más, esperando que el día en que volviera, no fuera tan lejano.
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-Cuatro años… fue el tiempo que estuve sin ti…-
Dijo para si mientras abría los ojos lentamente.
-Pero volví-
Sorprendido, se levantó de inmediato y pudo ver a Yabu cerrando la puerta y caminando lentamente hacia él.
Quería preguntar, deseaba saber, pero el solo ver la expresión en el rostro de Yabu era suficiente para guardar silencio. Entonces, Daiki se levantó de la cama y comenzó a caminar hacia él, hasta poder abrazarlo con fuerza.
Abrazo el cual Yabu correspondió rápidamente, después de todo lo necesitaba.
-Perdón por la tardanza-
-¿Lo dices por ahora o por el tiempo que estuviste lejos?-
Preguntó Daiki sin alejarse de Kota.
-Por ambas cosas-
La voz de Yabu, tan suave, tan relajante, entraba por sus oídos y le provocaban un sentimiento único, creando una perfecta armonía dentro de su cerebro.
-Todo va a estar bien ¿Verdad?-
Preguntó Daiki mientras hundía su rostro en el pecho de Kota.
-Si, algún día todo volverá a la normalidad, solo hay que esperar-
Con esa simple respuesta, Daiki pudo comprender la situación y no pudo hacer nada más que aferrarse con más fuerza al cuerpo de Yabu.
Poco tiempo paso y se separaron, se miraron y sonrieron débilmente.
-Luces cansado-
-Lo estoy un poco-
Dijo Yabu ante la observación de Daiki. Fue entonces que el menor lo guió hacia la cama.
-Será mejor que descanses, yo me iré-
Yabu no iba a dejar ir a Daiki, no ahora cuando más lo necesitaba, así que lo tomó del brazo y lo sentó en la cama, junto a él.
-No te vayas-
Ante la suplica de Kota, no podía negarse, por lo que sonrió y ambos se recostaron sobre la suave cama, abrazados, deseando que el tiempo pasara lento para que no tuvieran que separarse jamás, quedando sumergidos en un cálido y tranquilo sueño.

Yuri tocó la puerta y al escuchar respuesta entró en la habitación de Yuya.
-Vengo a recoger la ropa sucia-
Yuya se desvestía y pudo observar su desnudo torso, sin embargo ver aquello lo llenó de preocupación. Acercándose lentamente, buscó la mirada del mayor y después miró su ahora delgado cuerpo.
-Estas más delgado… ¿Por qué?-
Preguntó Yuri con preocupación.
-No le prestes atención, debe ser porque estoy creciendo-
Intentó bromear Yuya mientras se cubría.
-¿Fue tu madre?-
Yuri pudo sentir un nudo en la garganta y al mismo tiempo un sentimiento de rabia e impotencia acumulándose en su pecho, sin embargo tan solo bajó la mirada, se sentía triste por no haber estado en momentos aparentemente difíciles para su amo.
-No digas tonterías-
Sin embargo esta respuesta no era suficiente.
-Ya lo sé todo, sé que tu madre vino para casarte con alguien y que te negó toda atención, nadie podía alimentarte o servirte de alguna manera… ¿Por qué no me lo dijiste antes?-
Ver los ojos llenos de lágrimas de Yuri fue conmovedor, aquello solo le demostraba cuanto se preocupaba el menor por él.
-¿Cómo lo supiste?-
Preguntó con curiosidad, sin dejar a un lado su tono amable.
-Los demás trabajadores me lo han contado, es de lo único que se habla en esta casa. Incluso tu padre está aquí… ¿Por qué soy el único que se mantuvo ajeno a todo? Yo debí estar aquí para cuidarte…-
Las lágrimas en el rostro de Yuri estaban por salir, pero enseguida sintió las cálidas manos de Yuya tomar su rostro, quien lo miró con dulzura, como siempre.
-Yuri-
Hizo una pausa y limpió el rastro de aquellas lágrimas.
-Eso ya no importa, ella se ha ido y no volverá, espero y comprendas la razón por la cual decidí alejarte, solo intentaba protegerte. Si no te dije nada fue para que no te preocuparas y estuvieras tranquilo, al final yo no pude solucionar nada y sin embargo mi padre está aquí gracias a tu madre que de alguna manera supo guardar el secreto para que no te enteraras. Para mi, lo más importante era mantenerte a salvo, así que no te sientas mal que yo me sentiré peor al verte llorar-
Yuri miró atento a su amo y en cuanto este terminó de hablar, no pudo contener el impulso de abrazarlo con todas sus fuerzas.
-No vuelvas a alejarme de ti de esa forma-
Suplico el menor mientras las lagrimas corrían por su rostro enrojecido, ya era imposible contenerlas por más tiempo, se sentía culpable de alguna manera.
-Lo siento, te aseguro que no volverá a ocurrir, a partir de ahora ya no habrá más secretos, lo prometo-
Yuya acarició con ternura la cabeza de Yuri y lo abrazó con ternura mientras el menor continuaba sollozando.
-No puedo creer que incluso mi madre supiera de la situación…-
-Ya no pienses más en eso, yo prácticamente ya lo olvidé, así que tu deberás hacerlo también-
En ese momento Yuri se separó del cuerpo de Yuya y fue inevitable no mirarlo con un poco de resentimiento, el cual desapareció en el instante en el que el mayor le regaló una cálida sonrisa, despreocupado y tranquilo como siempre.
-Creo que ya has trabajado suficiente, necesitamos salir un poco-
Yuya se alejó, caminó hacia la cama  y tomó su camisa, después caminó hacia el ropero en donde estaba su abrigo y se lo puso, estaba a punto de decir algo cuando la puerta se abrió un poco y por ahí se asomó su padre.
-Hijo, ¿Estás ocupado?-
Rápidamente, Yuri limpió su lloroso rostro y tomó la ropa sucia que estaba botada en el suelo, se acercó a la puerta y con la cabeza agachada dijo en voz baja.
-Con permiso, amo-
El padre de Takaki se hizo a un lado para dejarlo pasar.
-Con cuidado Chinen-kun, no queremos que te caigas por ir mirando al suelo todo el tiempo-
Era el mismo tono de voz amable con el que Yuya solía hablarle.
-¿Qué te trae por aquí? Creí que volverías pronto a donde quiera que sea que hayas estado-
-Es por eso que he venido, es hora de despedirme, no puedo dejar por más tiempo mis pendientes así que debo regresar ya, pero prometo que pronto volveré para estar una temporada contigo-
-¿Una temporada? ¿Cómo unas vacaciones?-
Ambos rieron.
-¿Te parece mal?-
-Para nada, estaré esperando para pasar más tiempo contigo, padre-
Yuya sonrío y se acercó a su padre para abrazarlo fraternalmente.
-Gracias por haber venido cuando más te necesitaba-
-A decir verdad, debiste comunicarme de inmediato y no intentar luchar por tu cuenta, ya conoces a tu madre-
La voz de su padre sonó preocupada.
-Espero que esta vez se vaya para siempre-
-Tiene que hacerlo, se ha dado cuenta que no tiene nada más que sacar de aquí, seguramente debe estar tomando un tren que la llevará muy lejos-
La mirada de su padre se tornó sombría y Yuya lo notó de inmediato.
-¿La amabas demasiado verdad?-
Solo obtuvo una amarga sonrisa como respuesta.
-Al menos me dejó algo bueno, y fue un buen hijo-
Yuya sonrió, a pesar de que no compartían los mismos lazos sanguíneos lo sentía como su único y verdadero padre.
-Ten un buen viaje, escribe más seguido-
-Lo haré, y tu deberás cuidarte, estás muy delgado y eso no es buena señal-
-Me recuperaré pronto, lo prometo-
Ambos se sonrieron y sin más salieron de la habitación, Yuya deseaba escoltar a su padre.
Cuando llegaron a la puerta, el carruaje ya estaba listo.
-No traje demasiado equipaje por lo que la carga será ligera-
-Cuídate-
Se abrazaron una vez más, se miraron y su padre subió al carruaje.
-Nos veremos pronto, hijo-
Fue así como cerró la puerta y el carruaje se puso en marcha, alejándose al paso de los caballos.
Yuya lo miró hasta que desapareció en el paisaje, sin darse cuenta Yuri estaba a su lado.
-Es un buen hombre-
Miró de reojo al menor y le sonrió.
-Es mi padre, así que obviamente lo es-
Yuri le sonrió a Yuya y tomó su mano.
-Me alegro de estar a tu lado otra vez-
-Y así será, para siempre. No pienso dejarte ir jamás, aunque tu quieras irte no lo permitiré. Te tendré como prisionero si es necesario-
Ambos se miraron y Yuri sonrió.
-No creo que eso sea necesario-
Lentamente se acercaron, Yuya se inclinó para tener el rostro de Yuri más cerca y sin que nadie fuese capaz de mirarlos, se besaron con ternura, sujetándose de la mano, sellando así aquel lazo que los uniría por siempre.

La noche llegó acompañada de una fría ventisca, sentir aquello hizo que sus ojos se abrieran lentamente, a pesar de que su cuerpo estaba rodeado por aquellos protectores brazos, sentía un poco de frío.
Solo le bastó mirar hacia la ventana para darse cuenta que ya era tarde, tenía que volver a casa antes de que su madre enloqueciera de preocupación. Fue así que se reincorporó poco a poco, tratando de no despertar a Yabu, quien continuaba dormido.
-Te veré mañana-
Le susurró antes de salir sigilosamente de la habitación. Al parecer nadie notó que salía de la casa lo cual le ahorró tener que dar alguna explicación tonta.
Cuando estuvo afuera, miró la luna, tan radiante en el estrellado cielo nocturno, llenando su cabeza de tantas emociones, recuerdos, sentimientos. Suspiró y emprendió el camino.
Andar solo por aquel camino lo hizo reflexionar sobre la situación, era evidente que no podría presentarse ante Inoo ahora, pero Yabu lo había hecho, tan valiente, dispuesto a enfrentar lo que fuera.
-Yo también tengo que hacerlo-
Antes de dar un paso más miró su reloj de bolsillo, no era tan tarde y sabía perfectamente que aún lo encontraría despierto, así que tomó otro rumbo y siguió caminando.
Por su cabeza todo daba vueltas, luchaba por ignorar aquel impulso de volver y esperar más tiempo, necesitaba ser valiente, afrontar la situación. Mucho tiempo resultó ser fácil huir, depender de la protección de los demás y no esforzarse lo suficiente. Ya no era un niño pequeño, además era importante. Estaba a pocos metros de distancia de aquella casa tan familiar que lo recibió siempre con los brazos abiertos que ahora temía que fuese diferente, temía ser recibido con rencores, con miradas llenas de odio, como hace tiempo aquella gente en el pueblo lo había mirado.
Un escalofrío recorrió su espalda, estaba demasiado asustado ahora. ¿Por qué siempre tenía que ser así? ¿Por qué tenía que ser tan débil?
No. Esta vez tenía que ser diferente, tenía que cambiar. Con decisión dio un paso al frente y una voz familiar lo hizo detenerse.
-¿No cree que dos golpes el mismo día sea demasiado cruel para él?-
Se giró un poco y ahí estaba Ryutaro, con su mirada recelosa en aquellos profundos y misteriosos ojos negros. No supo que responderle.
-El joven Yabu ya habló con él y sin embargo esta muy dolido como para perdonar en este momento, no creo que sea bueno que lo vea ahora. ¿Podría tener un poco de consideración?-
Daiki lo miró fijamente y todo fue claro, al fin Ryutaro no ocultaba en lo absoluto sus sentimientos y aquellos llegaron a Daiki.
-Hasta que al fin lo demuestras abiertamente, Ryutaro-
El menor intentó desviar la mirada, ocultando su enojo.
-Siempre tuve una ligera sospecha, pero no podía estar seguro, no hasta ahora. Tu… ¿Lo quieres?-
Ryutaro volvió a mirarlo fijamente, aquello fue lo único que bastó para saber la respuesta.
-De acuerdo, no hablaré con él hoy. Me iré con la esperanza de poder hacerle frente algún día y espero que cuando llegue el momento al menos tú no me recibas con odio-
Daiki sonrió melancólicamente, estuvo por dar media vuelta cuando Ryutaro habló rápidamente.
-Yo no lo odio, sé que en algún momento sus sentimientos hacía él fueron sinceros y también sé que usted fue lo que más necesitó en cada momento que compartieron juntos, fue su apoyo aunque usted no estuviese al tanto de todo, estoy seguro de que nadie más podría haberle brindado tanta felicidad en esos momentos como usted lo hizo. Así que estoy agradecido-
Ryutaro se reverenció con respeto. Daiki estaba asombrado.
-Al menos me siento tranquilo de saber que pase lo que pase, tu estarás ahora a su lado y que no estará solo jamás-
Ryutaro le sonrió por primera vez y le dijo con firmeza.
-De eso puede estar seguro-
Ambos se sonrieron.
-Cuídalo-
-No es necesario que me lo diga, siempre lo he cuidado y lo haré hasta que muera-
La seguridad y firmeza con la que Ryutaro hablaba lo hizo sentirse aliviado de alguna forma.
-Creo que inconscientemente, tú siempre fuiste su prioridad, muy por encima de mi o de él mismo-
Daiki observó como las mejillas de Ryutaro se tornaban rojas y aquello le resultó inesperadamente tierno.
-Volveré algún día, pero descuida, solo vendré a ofrecerle una última disculpa, después de todo hay alguien por quien quiero volverme igual de fuerte como lo eres tú ahora, te admiro, Ryutaro-
Sin más por hacer, dio media vuelta y se alejó, tenía que volver a casa. De alguna forma sentía que había hecho lo correcto, no tenía porque apresurar las cosas, necesitaba crecer más en ese aspecto y era momento de comenzar a trabajar en ello, poco a poco.

Se revolvió un poco entre las cobijas cuando de pronto un ruido llegó a sus oídos. Era un “toc” constante, una y otra vez. No quería abrir los ojos, quería seguir durmiendo, pero el ruido no se detenía, cada vez era más claro y sonaba más fuerte.
Molesto, se levantó de la cama y se dio cuenta de que alguien lanzaba pequeñas piedras hacia su ventana. La abrió de golpe, pensando en que se encontraría con algún niño travieso que se había escapado de casa, pero no fue así.
-¿Qué demonios haces? ¿Qué harás si rompes el vidrio? ¡Ya no eres un niño Nakajima!-
El chico alto que lo observaba fijamente mientras tiraba a un lado el resto de las piedritas le sonrió ampliamente, como si aquello no le importara.
-Tan solo vengo a informarte que mañana es necesario que renuncies, ha llegado la hora-
Yamada aún estaba un poco dormido, por lo que se talló los ojos y preguntó confundido.
-¿De que rayos estás hablando?-
Yuto le sonrió.
-Ven-
-¿Qué?-
Preguntó Ryosuke aún más confundido.
-Salta, yo te ayudo-
Sin mas que hacer, y sabiendo que no había peligro alguno, saltó por la ventana y sus pies cayeron sobre el frío pasto.
-¿Qué pasa?-
Sin embargo Yuto no le respondió, tan solo tomó su mano y comenzó a guiarlo lejos, si la orientación de Ryosuke no le fallaba, se estaban dirigiendo a la estación del tren.
-El primer tren sale a las seis de la mañana, ¿Te parece si tomamos el de las ocho?-
Preguntó Yuto.
-¿Y para que vamos a tomar un tren?-
Ante la ingenua pregunta de Ryosuke, Yuto solo se acercó a él, le revolvió los cabellos ya despeinados y le besó la frente.
-Al fin he encontrado nuestro nuevo hogar-
Los ojos de Ryosuke se abrieron con sorpresa, estaba tan feliz de escuchar aquello que de inmediato se lanzó sobre Yuto, abrazándolo con fuerza.
-¿Lo dices en serio?-
Le preguntó con tanta ilusión mientras se aferraba a la espalda de Yuto, quien lo abrazó de vuelta.
-Muy en serio, ya tengo suficiente dinero ahorrado, además el amo me ha ayudado un poco, mañana me despediré del joven Kota, tu deberás hacer lo mismo-
Yamada asintió mientras abrazaba con más fuerza a Yuto, la felicidad que experimentaba en esos instantes era inmensa, al fin estaría junto a la persona que más amaba todo el tiempo, solo ellos dos.
No quiso preguntar detalles, el hecho de saber que el día había llegado era suficiente, con el resto confiaba plenamente en la decisión de Yuto.
-Mañana hablaré con el joven Kei y me despediré de Ryutaro-
-Bien, paso por ti a las siete, ten listas tus cosas para que no perdamos tiempo-
Ambos se miraron sonrientes, se podía sentir aquella emoción, aquel anhelo por al fin emprender ese camino que tanto deseaban, no importaba pensar en las posibles dificultades, estaban seguros de que estando juntos ya encontrarían solución para cada situación, de eso no cabía duda alguna.

-¿Siempre te duermes tan tarde?-
Preguntó Hikaru mientras intentaba no bostezar.
-Lo siento, tenía que terminar de escribir esto, pero ya está listo. No tenías porque esperarme-
Keito le sonrió amablemente.
-Bueno… como me dijeron que tengo que estar contigo todo el tiempo pensé que era literal todo el tiempo-
Hikaru intentó ocultar el leve sonrojo que apareció en su rostro.
-Bueno, ya puedes ir a dormir, yo haré lo mismo, tu habitación esta junto a la mía-
Dicho esto, Keito se levantó y tomó el candelabro que estaba sobre la mesa, se acercó a la puerta y la abrió.
-Vamos-
Hikaru asintió y caminó detrás de él.
-Espero que no estés molesto conmigo por lo sucedido con el herrero-
-¡En lo absoluto!-
Se apresuró a decir Hikaru.
-Ese viejo se merecía unas cuantas palabras más, pero tu respuesta fue elegantemente correcta y eso esta bien, estoy agradecido contigo por eso-
La leve risita de Keito lo hizo sonrojar un poco más.
-Espero que te adaptes pronto, y si en determinado momento te sientes incomodo y prefieres irte puedes hacerlo, no te detendré-
Tras lo que dijo Keito, ambos se detuvieron frente a una puerta.
-Está será tu habitación-
Keito abrió la puerta y le sonrió.
-Gracias-
Respondió Hikaru mientras desviaba la mirada y entraba en aquella habitación.
-Hasta mañana. Buenas noches-
Se despidió Keito, caminó hacia su habitación que estaba a unos cuantos pasos de distancia cuando escuchó la respuesta de Hikaru.
-Descuida, creo que terminaré por acostumbrarme a estar aquí, a usar esta ropa extraña y a decirte “amo” y todas esas cosas, siempre y cuando quieras que permanezca aquí así lo hare… buenas noches-
Dicho esto, Hikaru cerró la puerta y dejó a Keito un poco sorprendido, pero con una sonrisa en el rostro que no desapareció incluso después de quedarse dormido.

Después de haber hablado de esa forma con Daiki, de alguna forma el resentimiento que tenía hacia él desapareció, no sabía como explicarlo pero ya no sentía que lo odiaba o algo parecido, tal vez en el fondo lo comprendía un poco. Cuando se ama a alguien con todo lo que se tiene, es inevitable resistirse y querer estar a su lado, a él le había pasado y ahora solo tenía que ser paciente, esperar a que su día llegara. Así tomara años, él estaría ahí para Kei siempre, lo podía jurar con sangre si fuese necesario.
Caminó hacia su pequeño dormitorio y notó que había luz dentro, era extraño, no recordaba haber dejado alguna vela encendida, por lo que seguramente Yamada estaría ahí esperándolo, fue lo único que pudo imaginar.
Abrió la puerta y se llevó tremenda sorpresa, no era Yamada quien estaba ahí, sino Inoo. Sentado sobre la cama, mirando al suelo. Lucía preocupado.
-¿En donde estabas?-
-Ah… yo… salí a caminar un poco… a veces lo hago antes de dormir-
-¿No crees que es un mal habito hacerlo cuando ya es tan tarde?-
Ryutaro bajó la mirada, era lo único que podía hacer.
-¿Me buscaba para algo?-
En ese momento olvidó que ahora debía hablarle de manera informal y se sintió torpe. Inoo observó la expresión apenada de Ryutaro y tan solo le sonrío.
-Bueno, ya se me olvidó para que te buscaba así que solo te daré las buenas noches-
Se levantó, caminó hacia él y besó su frente.
Ryutaro enrojeció rápidamente.
-Duerme bien-
Le revolvió los cabellos, le sonrió y salió de la habitación con el pequeño candelabro en la mano para iluminar su camino.
Solo en su habitación tan pequeña, miró lentamente a su alrededor, la luz de la luna era suficiente para iluminar un poco a su alrededor, de pronto visualizó algo sobre su cama, se acercó y notó que era ropa. Un par de pantalones a su medida, camisas de algodón y una boina, todo nuevo, estaba finamente acomodado. Ver aquello lo hizo sentirse extraño, no cabía duda de que Kei se lo había dejado ahí para él. Tomó aquellas ropas y las abrazó con fuerza, después las dejó sobre su pequeña mesa de madera. Segundos después Ryutaro se dejó caer sobre la cama, con el corazón palpitándole tan rápido que temía que este explotara en cualquier momento, se sentía inmensamente feliz. Con un gran esfuerzo cerró sus ojos hasta que poco a poco el cansancio lo venció y se quedó dormido.

A la mañana siguiente despertó debido a que alguien tocaba a la puerta. Un poco confundido logró reincorporarse, notar que Daiki no estaba ahí lo hizo preocupar, pero de inmediato intuyó que era probable que este hubiese vuelto a casa antes de preocupar a su madre.
-Adelante-
Dijo con voz ronca mientras se levantaba de la cama. La persona que entró fue su fiel sirviente, Yuto.
-Buenos días, joven Kota-
-Buenos días-
Le respondió Yabu, estuvo por decir algo más pero observó que el joven había dejado tras de sí una maleta un poco grande.
-¿Pasa algo?-
-Me gustaría hablar un poco con usted, ¿Puedo?-
Preguntó mientras señalaba un pequeño sillón.
-Claro, adelante y toma asiento. ¿Sucede algo malo?-
-No exactamente-
Ambos tomaron asiento, estaban frente a frente.
-Hace tiempo que tengo planes de… de tomar mi propio camino y en las ultimas semanas he estado ocupado en ello, no quise comentárselo debido a que al parecer no tenía cabeza para estas cosas-
Yuto sonrió y Yabu comprendió que seguramente se refería a lo ocurrido con Daiki.
-De acuerdo, he estado un poco… confundido y extraño los últimos días. Pero ahora puedes decirme lo que sea, estoy mucho mejor ahora-
-Lo sé. Es por ello que vengo a despedirme, tomaré el próximo tren. Mi trabajo a su servicio a terminado, ya hablé con sus padres con anterioridad y dieron su autorización-
Yabu sonrió.
-No creo que vengas expresamente por mi autorización ¿Cierto?-
-Bueno… yo-
-Confío en que lo que hagas, lo harás bien. Eres una persona bastante capaz de hacer muchas cosas, eso sin contar que estoy seguro de que aprendiste mucho el tiempo que estuvimos fuera, ¿No es así?-
Yuto asintió con la cabeza.
-No voy a negar que me resulta difícil tener que dejarte ir, pero aún así-
Yabu se puso de pie y le dijo mientras le extendía la mano.
-Deseo que te vaya muy bien en tu viaje, mi buen amigo Yuto-
El menor sonrío, se puso de pie y estrechó su mano con la de Yabu.
-Así será-
Tras aquel acto, Yuto caminó hacia la puerta, tomó de nuevo su maleta y antes de que la abriera, Yabu le dijo.
-La próxima vez que te vea, deberás presumirme tus logros. Y ya no como tu amo, sino como tu amigo-
Yuto asintió sonriente, enseguida abrió la puerta y se marchó.

No tenía demasiadas pertenencias por lo que todo cupo en un pequeño costal, el cual amarró con una soga.
-Así que te irás hoy, vaya sorpresa-
Miró hacia la puerta y ahí estaba Ryutaro. Algo había en él que le indicaba que no era el mismo de siempre, incluso su ropa parecía nueva.
-Bueno, pensaba decírtelo con tiempo pero sucedió de forma algo precipitada, creo-
Yamada tomó su pequeño equipaje y caminó hacia la puerta.
-¿Te vas con el sirviente del joven Kota?-
-Si, tenemos ciertos planes-
La radiante sonrisa de Yamada lo hizo sonreír inevitablemente.
-Bien, si algo sale mal, aquí estaré para escucharte-
-¿Eh? ¿Tu diciendo algo así? ¡Vaya sorpresa!-
Ryutaro desvió la mirada y se cruzó de brazos.
-Solo decía para-
-Gracias-
Lo interrumpió Yamada.
-Tengo que despedirme del joven Kei de la forma correcta, ¿Me acompañarías?-
Ryutaro le sonrió.
-Claro-
Antes de dar un paso fuera de la habitación, Yamada abrazó con fuerza a su buen amigo Ryutaro.
-Gracias por estar conmigo tanto tiempo, aunque ya no esté no significa que no te deseé suerte, ¿Sabes a lo que me refiero verdad?-
Ryutaro se sonrojó un poco y antes de poder decir algo, Yamada se separó de él.
-Bien, tengo que hacer esto rápido o se hará tarde-
Fue así como salieron de aquella pequeña habitación y se dirigieron al comedor, en donde Inoo ya tomaba su desayuno como de costumbre.
Ryutaro tocó la puerta solo para llamar su atención ya que esta se encontraba abierta.
-Buenos días, joven Kei-
Dijeron al mismo tiempo los dos chicos mientras se reverenciaban.
-Buenos días-
Los saludo Kei de vuelta.
-Me gustaría hablar con usted un poco-
Kei terminó de tomar su jugo y miró a Yamada.
-Claro, adelante-
Yamada entró al comedor con pasos torpes, era evidente que estaba un poco tenso, se detuvo a un par de metros de distancia de Inoo.
-Amo, he venido a despedirme. Muchas gracias por haberme dado trabajo durante todo este tiempo-
Yamada se reverenció. Inoo lo observó fijamente y se puso de pie.
-Así que has decidido marcharte, ¿Todo está bien? Si tienes algún problema yo puedo-
Yamada se reincorporó rápidamente y dijo.
-¡Todo esta perfecto!-
Inoo se sorprendió al escucharlo hablar tan enérgicamente.
-Bien, pues entonces solo queda algo por hacer, espera aquí un segundo-
Inoo salió del comedor y un minuto después estuvo de vuelta con una pequeña bolsita en la mano.
-No puedes irte sin esto, gracias por tu buen trabajo aquí, Yamada-kun-
Le puso la bolsita en las manos y Yamada lo observó fijamente.
-Pero ya he recibido mi pago de este mes…-
-Lo sé, pero esto es un agradecimiento por tanto tiempo de servicio, espero y te sea de ayuda-
Yamada sonrió emocionado y volvió a reverenciarse.
-¡Muchas gracias!-
-Cuídate y si algún día necesitas algo, siempre puedes acudir a mi-
Le dijo Inoo con amabilidad, Yamada volvió a reverenciarse y a sonreír.
Cuando al fin salió de la casa, miró a Ryutaro por última vez, quien no había dejado de acompañarlo.
-Tal parece que el destino a cambiado, ¿No es así?-
Ryutaro no comprendió muy bien las palabras de Yamada y aquello se reflejó en su expresión.
-Tienes que persistir hasta el ultimo segundo, Ryutaro-
Dicho esto, le dio una palmada en la espalda, le sonrió y adelantó su camino.
-Hasta aquí esta bien, debes regresar o comenzara a buscarte por toda la casa-
Ryutaro se sonrojó un poco, después sonrío y le dijo.
-Buen viaje, Ryosuke-
Este le sonrió y le dijo.
-Te escribiré en cuanto pueda-
Fue entonces que Ryutaro vio llegar a Yuto, quien llevaba una maleta más grande que el pequeño equipaje de Ryosuke. Sin más que mirar, se dio media vuelta y emprendió el camino de regreso a la mansión.
-¿Todo listo?-
Le preguntó Yuto.
-Si-
Respondió Ryosuke con emoción. Ambos se tomaron de la mano y caminaron rumbo a la estación del tren.
Estando ahí fue Yuto quien compró los boletos y en cuanto el tren arribó, ambos subieron en el, mirando por última vez aquel pequeño pueblo lleno de tantos recuerdos.
-Hay que volver algún día, solo para saludar a los viejos amigos, ¿No te parece?-
Dijo Ryosuke mientras se sentaba mirando hacia la ventana mientras el tren emprendía su marcha lentamente.
-Claro que volveremos, algún día-
Se miraron tiernamente y aprovechando que nadie los miraba, se besaron mientras el tren se alejaba de aquella estación, de aquel pueblo en donde crecieron y vivieron tantas cosas, conocieron gente y se enamoraron. Ahora su camino a penas comenzaba.

-Un año después-


El tiempo transcurrió a su ritmo, a veces lento, a veces rápido y a veces indiferente. Pero así se cumplió un año. Tiempo en el que las heridas del cuerpo y del alma sanaron, un corazón encontró esperanza de nuevo y otros más continuaban llenos de felicidad y armonía.
En un año Daiki no visitó a Kei, ni siquiera lo había visto a lo lejos en alguna reunión o en el pueblo, comprendió que no era momento de acercarse a él de nuevo, pero ya había transcurrido el tiempo y creía que ya era hora de hacerle frente.
Una tarde mientras descansaba en los desnudos brazos de su amante, Yabu, lo besó en la mejilla y le dijo.
-Creo que ya es tiempo de ver a Kei-
Aquel comentario tan repentino sorprendió a Yabu.
-Creí que lo habías olvidado, aunque me alegra que no sea así-
Kota acarició su rostro y besó su mejilla.
-Quiero ir mañana, creo que ahora puede ser diferente-
-Si quieres puedo acompañarte, de todas formas yo también debo verlo, creo que será una buena idea ir juntos ¿No te parece?-
Daiki asintió mientras se revolvía entre las sabanas.
-Bien, iremos mañana, juntos-
Un beso más y continuaron abrazados, disfrutando de aquel íntimo momento mientras los últimos rayos del sol acariciaban sus rostros, de alguna forma se sintió como una buena y cálida señal.

Un nuevo día llego y como de costumbre tomaba su desayuno, pero esta vez no se encontraba solo.
-¿Has terminado de leer el libro que te deje?-
Preguntó Inoo con seriedad mientras bebía un poco de café.
-Ya casi…-
Respondió un tímido Ryutaro, el cual ya no vestía como un sirviente más, sus ropas eran más elegantes pero discretas, y en su cabeza ya no había una pequeña boina, ahora estaba tan bien peinado que parecía todo un joven de buena familia.
-No sé que te detiene para terminar de leerlo, llevas una semana con ese libro, no puedes atrasarte más en tus lecciones-
Ryutaro respiró profundo y de un trago terminó su leche.
-Bien, iré a terminar ese libro ahora mismo-
Se levantó del comedor y antes de salir, la voz de Kei lo detuvo.
-Ahora no, quiero salir a caminar un poco y quiero que me acompañes-
Las mejillas de Ryutaro enrojecieron y asintió, regresando lentamente a su lugar mientras Kei terminaba su desayuno.
Poco después, ambos estaban por salir del comedor cuando el mayordomo entró.
-Joven amo, tiene visitas-
Aquello sorprendió a ambos chicos, quienes se miraron confundidos.
-¿Quién es?-
-Es el joven Arioka y el joven Yabu, lo esperan en la sala-
Un extraño escalofrío recorrió su espalda, miró de reojo a Ryutaro, quien lo observaba preocupado.
-Esta bien, iré enseguida-
Así, el mayordomo se retiró y volvió a dejarlos solos.
-Todo va a estar bien, seguramente vienen a saludar como en los viejos tiempos-
Ryutaro le sonrió, transmitiéndole así tranquilidad.
-¿Podrías esperar un poco en el jardín? No creo tardar mucho-
-Toma el tiempo que necesites, estaré en la biblioteca terminando ese molesto libro de geografía-
Kei sonrió y no pudo evitar el abrazarlo con fuerza.
-Gracias, no tardaré-
Ryutaro lo abrazó de vuelta y le dio unas palmadas de apoyo en la espalda. Después se separaron y caminaron fuera del comedor, antes de tomar caminos separados, Ryutaro le sonrió dándole ánimos. Kei le sonrió de vuelta y emprendió el camino hacia donde estaban sus viejos amigos.

-El desayuno está servido-
Le indicó una criada mientras entraba a su habitación para recoger la ropa sucia.
-Quiero desayunar aquí, trae dos raciones por favor-
Ordenó Yuya sin salir de la cama, la criada se reverenció y salió de la habitación sin decir nada.
-Ya puedes salir, aunque ya sabe que estoy contigo, se quedó mirando hacia acá un buen rato-
De entre las sabanas salió Chinen, tomando una gran bocanada de aire.
-Creo que todos imaginan lo que hacemos juntos…-
Yuya sonrió y le revolvió los cabellos.
-Bueno, creo que eso explica porque algunas criadas se han marchado algo… indignadas. Pero no les prestes atención, eso no tiene importancia para mi, si alguien te dice algo no dudes en decírmelo-
-Nadie me dice nada, solo me ven raro-
Yuya lo abrazó y besó su frente.
-Ya te dije que no tienes que hacer más esos deberes de limpieza, con que estés conmigo es más que suficiente, pero eres demasiado terco-
Chinen sonrió y besó la mejilla de Yuya.
-Tampoco me dejas hacer mucho así que no te quejes-
En ese momento alguien tocó a la puerta y Chinen volvió a ocultarse rápidamente debajo de las sabanas.
-Aquí está el desayuno-
Entro una criada con una gran bandeja, la cual contenía dos platos de fruta fresca, dos vasos con jugo y una taza de café.
-Si necesita algo más vendré enseguida-
-Descuida, es todo, puedes irte-
Yuya se levantó de la cama mientras la criada salía, se puso su bata de ceda color blanco y se acercó al pequeño comedor que había instalado en la habitación.
-Anda, es hora del desayuno-
Tímidamente Chinen salió de entre las sabanas, buscó su ropa y cuando se hubo vestido se acercó a la mesa para tomar asiento frente a Takaki.
-Ayer recibí una carta de mi padre, dice que pronto vendrá a pasar una temporada por aquí, eso no quiere decir que debas alejarte e ignorarme, ¿Entendiste?-
Chinen bebió un poco de jugo.
-Lo se, me lo has repetido muchas veces desde que leíste la carta. ¿Cuándo volverá?-
-Imagino que estará aquí la próxima semana, no lo sé bien. Por lo mientras, hoy iré con Kei, aprovecha para visitar a Ryutaro mientras yo platico con él-
Chinen sonrió y comenzó a comer su fruta.

Cuando Inoo apareció, de inmediato se pusieron de pie, Daiki intentó mantener la mirada firme pero era difícil, a pesar del tiempo que había transcurrido.
-Hola-
Saludó Yabu primero.
-Que inesperada visita, hace mucho que no los veía, creí que habían desaparecido o algo parecido-
Intentó bromear Inoo mientras tomaba asiento. Daiki y Yabu hicieron lo mismo.
-Estábamos ocupados con algunas cosas y bueno, queríamos darte tu espacio también-
Inoo sonrío un poco ante el comentario de Yabu, fue entonces que su mirada se dirigió a Daiki, quien aún lucía ligeramente asustado y mantenía la mirada baja.
-¿A que se debe su visita?-
Preguntó sin más.
-Bueno, creemos que-
-¡Lo siento mucho! ¡No sabía como hacerte frente en todo este tiempo! Hasta ahora…-
Interrumpió Daiki a Yabu.
-Bueno, si has estado, perdón, si han estado preocupados por mí puedo asegurarles que no hay rencores, ya pasó un año, no podemos guardar rencores para siempre, además de que ustedes son mis amigos. Creo que no es necesario perder el tiempo desenterrando el pasado, estoy consiente de que entre ustedes hay un lazo muy fuerte, más que cualquier otra cosa y yo lo respeto-
Daiki levantó la mirada y observó aquella sonrisa relajada y segura que hace mucho tiempo no veía. Las palabras de Inoo fueron expresadas con tanta suavidad y gentileza, como siempre solía hablarle. Aquello lo hizo sentir aliviado y fue inevitable sonreír, mientras miraba de reojo a Yabu, quien al parecer experimentaba el mismo sentimiento.
-Mejor recuperemos el tiempo perdido. ¿Cómo han estado? ¿Qué han hecho?-
Inoo se dirigía a ellos como si nada hubiese pasado, podía sentirse sinceridad en sus palabras y su mirada, por primera vez después de un largo tiempo podían platicar cómodamente de nuevo, como en los viejos tiempos.

Transcurrió cerca de una hora, Ryutaro al fin había terminado de leer aquel libro, aún tenía unas cuantas dudas las cuales no dudó en anotar en una hoja de papel para que se las explicaran después.
Al parecer no había pasado nada extraordinario, sin embargo estaba curioso por saber que sucedía allá afuera, seguramente las visitas seguían ahí. Con cuidado abrió la puerta y se acercó a la sala, sin ser visto. La imagen que se le presentó fue tan conmovedora, fue como si hubiese viajado en el tiempo. Yabu, Inoo y Daiki conversaban como antes, reían plácidamente. Se percibía un ambiente armonioso, tranquilo y relajado. No pudo evitar sonreír al ver tal escena, le alegraba ver que todo podía ser igual que antes, y que al fin Inoo tenía a los amigos que tanto había extrañado, porque nadie mejor que él sabía bien lo mucho que los había extrañado, olvidando aquello que sucedió en el pasado.

Y ahí seguían, conversando, poniéndose al día de cualquier cosa que se hubiesen perdido.
-Pronto tendré mi primera presentación oficial con el piano-
Se atrevió a presumir Inoo.
-¿De verdad? ¿Tu padre está de acuerdo?-
Preguntó Yabu con bastante sorpresa.
-Tuve que hablar con él, no fue fácil pero… bueno, digamos que encontré la fortaleza que tanto necesitaba-
Daiki pudo notar como Kei se sonrojaba un poco y no pudo sentirse más feliz por él.
-Así que al fin Ryutaro ha logrado que te armes de valor para enfrentar a tu padre y seguir el camino que tanto has deseado-
Dijo Yabu con una sonrisa burlona mientras Inoo intentaba aparentar que aquello no era verdad, pero era malísimo fingiendo, todo en él lo delataba y aquello terminó en más risas entre los tres.
-Joven amo, tiene otra visita-
-¿Quién es?-
-El joven Takaki y su sirviente-
-¡Vaya! Déjalos pasar y trae té para todos-
Fue así que el mayordomo se alejó con una reverencia y poco después estuvieron ahí Takaki y Chinen.
-Pero… ¿Cómo es esto posible?-
Preguntó Takaki con una sonrisa en el rostro, después de todo había esperado por aquel momento durante todo este tiempo.
-Ya todo ha vuelto a la normalidad si esa es tu pregunta-
Le dijo Yabu mientras le sonreía. Takaki se acercó más a ellos y tomó asiento junto a Inoo, quien al ver a Chinen lo saludó.
-Hola Chinen-kun, Ryutaro debe estar en la biblioteca, si quieres ir con él no hay ningún problema-
Chinen agradeció con una sonrisa y dejo a los cuatro amigos solos, al fin reunidos.
-Parece que no los he visto en mucho tiempo, es como si todos hubiésemos estado de viaje en algún lugar lejano y ahora todos volvemos a casa-
Comentó Takaki con cierta emoción.
-Lo sé, después de lo de tu madre no supe mucho de ti-
Le dijo Yabu.
-Bueno, sucedió lo que tenía que pasar y ya no tengo porqué preocuparme por esa mujer, ¿Ustedes en donde han estado metidos todo este tiempo?-
Yabu y Daiki se miraron sonrientes y continuaron la platica mientras les servían a todos un poco de té.

-Creí que estabas en la biblioteca-
Dijo Chinen al ver que Ryutaro estaba no muy lejos de ahí.
-Estaba, solo vine a echar un vistazo-
-¿Estabas preocupado, verdad?-
Ryutaro desvió la mirada y dijo.
-No hay motivos para preocuparse, ¿Quieres acompañarme a la biblioteca?-
Chinen le sonrió y lo siguió. Ambos sabían que era momento de dejarlos solos, disfrutando de su reencuentro como cuatro viejos amigos de la infancia.

Aquella fue una tarde como hace mucho no vivían, todo lo malo que pudo haber sucedido entre los cuatro quedó en el olvido, tan solo podían hablar de los buenos momentos, sueños y demás.
Mientras cenaban, Inoo compartió con todos la fecha y lugar en donde se presentaría para tocar el piano, sería en un teatro en una ciudad un poco alejada, pero todos prometieron asistir.
Takaki compartió su experiencia con su madre y en como había terminado gracias a la llegada de su padre. Yabu platicó un poco de los planes de su familia y de cómo ayudará en ellos. Daiki se sintió orgulloso de decir que al fin los esfuerzos en la investigación de su padre estaba dando resultados y estaba siendo aprobado en otras ciudades. Al fin, después de una larga temporada, todos podían sonreír tranquilos y dejar todo como viejos recuerdos.
Antes de que llegara la hora de despedirse, Inoo pidió hablar con Daiki a solas unos minutos.
-Daiki, ¿Puedo hablar contigo? Será rápido-
El menor miró de reojo a Yabu, inconscientemente buscando su aprobación, ante lo cual recibió una sonrisa. Después de todo, no estaba mal el escuchar lo que Inoo tuviese que decirle, tenía que aceptar.
Así pues, mientras Takaki y Yabu caminaban hacia la salida, Daiki y Kei se quedaron solos en la sala.
-Quiero que sepas una cosa, esta será la primera y última vez que mencione el tema así que presta mucha atención-
Daiki pudo percibir un ligero nerviosismo en la voz de Kei, pero después pensó que sería un reflejo de su propio nerviosismo.
-Esta bien-
Respondió.
-Me alegra el hecho de que ahora sea Yabu quien esté a tu lado, tuve tiempo para reflexionar y terminé por darme cuenta de que tú en realidad jamás te olvidaste de lo que sentías por él y por ello era de esperarse que regresaras a su lado en cuanto él volvió, no te culpo ni nada. De alguna forma, me alegra saber que a pesar de todo, podemos seguir siendo amigos-
Ante las palabras de Kei, Daiki quedó impresionado, se sentía diferente, como si con solo esas palabras le hubiese quitado el peso que llevaba cargando desde hace un año por lo sucedido.
-Tal vez no hice las cosas de la forma correcta, pero te agradezco que me brindes tu amistad a pesar de todo. Eres alguien a quien realmente admiro. Gracias por toda la felicidad que me brindaste-
Ambos sonrieron, de alguna forma el ciclo entre ambos se había cerrado. Y ahora comenzaba uno nuevo.

En el camino de regreso a casa, Yabu iba muy callado, lo cual le pareció extraño a Daiki, aunque de alguna forma se imaginaba la razón así que decidió adelantarse en hablar sobre el tema.
-¿No vas a preguntar de que quería hablar Kei conmigo?
Yabu pareció sorprendido y tardo en responder.
-B-bueno… si tu me lo quieres contar, no tengo objeción-
Daiki rió ante la respuesta de Yabu.
-Me ha perdonado, en verdad lo ha hecho y quiere que de ahora en adelante sigamos siendo amigos-
Yabu miró de reojo a Daiki y al ver esa sonrisa se relajó al instante.
-Al fin podrás estar relajado, no creas que no me daba cuenta de lo angustiado que estabas-
Daiki se sonrojó un poco ante las palabras de Yabu. Aquello significaba que lo observaba a detalle todo el tiempo, además de que lo conocía tan bien que se daba cuenta de aquellos detalles. Eso lo hizo feliz.
-Tú también lo estabas, sentías que lo habías traicionado, lo sé bien-
Ambos se miraron fijamente y sonrieron, por primera vez se sentían completamente libres.
Sin nadie por los alrededores, se tomaron de la mano, entrelazando los dedos y caminando a pasos realmente lentos, deseando que el camino fuese de kilómetros y kilómetros y no tan solo a unos cuantos metros.

-Es bueno saber que todo vuelve a la normalidad, ¿Verdad?-
Le preguntó Chinen mientras llegaban a la casa.
-Si, me agrada que Kei haya tomado con madurez la relación de Kota y Daiki, al final así tenía que ser-
Takaki estaba por subir las escaleras cuando se detuvo al notar que Chinen no lo seguía.
-Te veo mañana temprano, descansa-
Se despidió Chinen con una sonrisa, dio media vuelta y comenzó a marcharse rumbo a su habitación. Pero solo logró dar unos cuantos pasos cuando sintió los brazos de Takaki levantarlo con demasiada facilidad.
-Nada de eso, tu vienes conmigo-
Las mejillas de Yuri se sonrojaron alarmantemente mientras Yuya lo cargaba en brazos y subía las escaleras rumbo a su habitación.
-Pero… seguramente alguien nos verá y-
-Que digan y hagan lo que quieran. Sabes bien que eso me tiene sin cuidado. Desde que te mantuve lejos de mi te añoré a cada instante y cuando al fin pudiste volver prometí que te mantendría a mi lado a cada segundo, y eso haré te guste o no-
Con agilidad, Yuya abrió la puerta de su habitación. Estaba completamente obscuro, a excepción de la poca luz de luna que lograba entrar por las delgadas cortinas.
-No es que no me guste…-
Murmuró Yuri mientras Yuya lo bajaba al fin el suelo firme.
-No quiero escuchar excusas absurdas, si a alguien no le parece el hecho de que pases conmigo todo el tiempo, puede ir buscando otro trabajo-
Yuri sonrió, no podía ver con claridad su rostro pero estaba seguro de que en él estaba ese puchero infantil que solo salía cuando estaban solos. Lentamente lo atrajo jalando de su elegante abrigo y lo besó en los labios.
Con cierta sorpresa, Yuya tardó en reaccionar ante lo que acababa de suceder, no se lo esperaba, sin embargo aquello no quería decir que le resultara desagradable. En cuanto el menor lo soltó, lo abrazó con ternura y volvió a cargarlo hasta llevarlo a la cama.
No hubo necesidad de decir palabra alguna, sus manos sabían bien que parte hacía estremecer al otro, mientras sus labios se unían en suaves y apasionados besos una y otra vez. Estando juntos, nada más podía importar, nada.

Cuando todos se fueron le preguntó a una de las criadas si había visto a Ryutaro, la cual respondió que no mientras recogía la mesa y limpiaba un poco.
-No creo que siga en la biblioteca-
Se dijo mientras caminaba rumbo a ese lugar. Abrió la puerta y en efecto, él no estaba ahí. ¿En donde pudo haberse metido?
Miró las hojas que estaban sobre el escritorio y reconoció de inmediato la letra del menor. Le causo cierta ternura ver la forma en la que todo estaba redactado, tan detallado y claro, su letra era tan legible, una caligrafía perfecta, al menos para Kei así era.
Volviendo a recordar que lo estaba buscando, dejó las hojas en su lugar y salió de la biblioteca, lo buscó por diferentes sitios hasta que llegó a la habitación en donde se encontraba el piano.
-¿Por qué siempre te encuentro aquí?-
Se preguntó mientras lo veía ahí, sentado en un rincón con un libro abierto en las piernas. El chico dormía profundamente. Aquel cuadro era cautivador, tal parece que esa era la habitación favorita de Ryutaro, y no iba a negarlo, también era la suya.
Con cuidado de no despertarlo, lo cargó en sus brazos, le sorprendió notar lo ligero que era a pesar de que no lo parecía. El libró cayó al suelo pero aquello no fue suficiente para despertar al menor.
Sonriente, Kei caminó fuera de aquella habitación y comenzó a andar. Fue fácil subir las escaleras y a pesar de la poca iluminación no tuvo problema en llegar a su destino, aunque claro, abrir la puerta representó un gran reto, pero no imposible. Cerró con un ligero empujón y caminó despacio hacia la cama, en donde recostó a Ryutaro con suavidad.
Se alejó de la cama y salió de la habitación, después de unos minutos volvió con un pequeño candelabro el cual colocó cerca de la cama, en un buró.
Mientras lo observaba dormir, recordó la primera vez que durmió con él entre sus brazos, aquella fue la primera vez en años que logró dormir profundamente. Tenía que admitir que la presencia y compañía de Ryutaro le provocaba tanta paz interior, tanta tranquilidad y sobre todo, lo hacía feliz.
-Y yo que tenía tantas ganas de contarte algunas cosas y estas así, profundamente dormido sobre mi cama sin intención de despertar. Eres todo un caso-
Le habló en voz baja, pero ni así el menor despertó.
Con cuidado le quitó los zapatos y lo arropó con las cobijas. Sonrió al ver que el menor se acurrucaba y suspiraba, parecía estar sumergido en un profundo sueño del cual no regresaría hasta el amanecer.
Sin hacer ruido, Kei se quitó la ropa y se puso su pijama de seda, después entró también en la cama y antes de recostarse apagó la vela. Miró a Ryutaro y le acarició el rostro. Lentamente se fue acomodando hasta tenerlo entre sus brazos. Como si fuera algo natural, el menor se acomodó y su rostro descansaba en el pecho de Kei. Le pareció maravillosa la forma en la que ambos encajaban, era perfecto.
Cerró los ojos y con un ultimo suspiro se sumergió en un profundo sueño, sin dejar de sentir el cálido cuerpo de Ryutaro entre sus brazos.

Ambos detuvieron sus pasos frente a la casa de Daiki.
-Entra, me iré en cuanto lo hagas-
Le dijo Yabu, pero ambos seguían sin soltarse de la mano.
-Creo que mi madre ya estará dormida…-
Yabu miró hacia otra dirección y dijo con voz tímida.
-Mis padres… no están, regresarán hasta mañana por la tarde-
Daiki parpadeó un poco incrédulo, pero no tardo en responder a aquel comentario.
-Mi madre… seguramente no notará si llego o no esta noche-
Yabu bajó la mirada y le sorprendió ver aquel brillo en la mirada de Daiki. Las mejillas de ambos se sonrojaron un poco y presionaron más sus manos. Sin necesidad de decir más, ambos comenzaron a caminar, esta vez rumbo a casa de Yabu. El corazón de Daiki latía con fuera, estaba nervioso y experimentaba una extraña emoción. Intentó respirar profundo para ver si así se calmaba, pero no parecía funcionar.
Llegaron sin contratiempos a casa de Yabu, entraron sigilosamente para evitar ser notados, después de todo ninguno de los dos se encontraba con ánimos de dar alguna excusa tonta.
Aún tomados de la mano y caminando sigilosos, llegaron a la habitación de Yabu, y tan solo bastó cerrar la puerta para que al fin se sintieran completamente seguros e íntimos.
Lentamente se soltaron al fin y el silencio los invadió. Pero hablar no era necesario, una mirada bastaba para comunicarse, sabían lo que deseaban, se necesitaban mutuamente y aquello era más que suficiente.
La habitación estaba obscura, sin embargo Daiki pudo distinguir la delgada silueta de Yabu a través de la obscuridad. Solo bastó dar un paso al frente para sentirlo cerca. Levantó suavemente los brazos hasta que estos se vieron enredados en el cuello del mayor, tenía tan bien calculada la altura de Yabu que no le resulto complicado llegar a él, incluso podía hacerlo con los ojos cerrados.
En forma de respuesta, pudo sentir como Yabu terminaba por acercarlo más al abrazarlo por la cintura. Ambos cuerpos estaban juntos, pegado uno al otro. Su respiración se agitaban poco a poco, ambos podían sentir ese cálido respirar del otro.
Se besaron. Cierta torpeza se reflejó en los movimientos de Daiki, lo cual era evidente ya que estaba nervioso, ansioso y no podía controlar ninguna de sus emociones.
Sin embargo, para Yabu no resultó molesto, al contrario, era adorable y de cierta forma lo incitaba a continuar, quería sentir más de aquel nerviosismo infantil que Daiki expresaba, amaba esa parte de él, que fuera tan delicado y que solo él supiera resaltar aquello sin ofenderlo.
Los besos que Yabu le proporcionaban calentaban su cuerpo a una velocidad que no podía creer. Era imposible resistirse, aunque en realidad no pensaba en ello. Muy pronto las manos de ambos deseaban explorar más allá de aquellas ahora estorbosas ropas.
Soportar aquello no duró demasiado, sin dejar de besarse, ambos se encargaban de terminar con el problema. Las torpes manos de Daiki no lograban desabotonar de forma ordenada la camisa de Yabu, pero aquello no importaba porque al parecer las manos del mayor estaban igual de temblorosas.
Antes de quedar completamente desnudos, con tan solo sus pantalones puestos, caminaron abrazados hacia la cama. Daiki repartía pequeños y tímidos besos en el torso de Yabu mientras este se encargaba de devorar su cuello, tratando de contenerse en dejar alguna marca.
Cuando al fin estaban recostados, fue Daiki quien terminó encima de Yabu. Detuvo sus movimientos solo para mirarlo a los ojos. La mirada de ambos resplandecía en medio de aquella obscuridad. Daiki sonrió y supo que Yabu también lo había hecho. Lo besó en los labios y al separarse le susurró suavemente.
-Te amo tanto-
Antes de que Yabu pudiera responder, Daiki volvió a besarlo. Una vez separados de nuevo, el mayor acarició su rostro con suma ternura, como si estuviese tocando una pieza de vidrio tan delicado que podría romperse con un movimiento brusco. Con la yema de sus dedos recorrió los labios de Daiki mientras que con la otra mano lo tomaba de la nuca.
-Yo te amo más-
No tuvo tiempo para replicar, ya que con un solo movimiento Yabu volvió a besarlo, suave y delicado. Pero ese ritmo no duró mucho, ambos necesitaban más, lo deseaban, así que una vez más se dejaron invadir por aquella pasión antes iniciada.
Se llenaron de incontables besos por cada parte de su cuerpo, ahora se encontraban totalmente desnudos, ambos bajo la blanca sabana de aquella elegante cama individual.
Giraban cuidadosamente uno encima del otro, hasta que Yabu terminó encima de Daiki. Ambos podía sentir aquella excitación en cada poro de su piel, se deseaban y no había nada que pudiera detenerlos.
Lenta y cuidadosamente, Yabu dejo que su erecto miembro entrara en la cavidad de Daiki. Sentir aquella cálida opresión por todo su miembro le pedía a gritos moverse lo antes posible, pero aún en ese estado su prudencia seguía presente. No deseaba lastimarlo, así que se quedó inmóvil unos segundos mientras escuchaba la agitada respiración de Daiki, quien al parecer intentaba oprimir sus gemidos.
-¿Duele mucho?-
Preguntó Yabu. Daiki abrió los ojos lentamente, no quería hablar, sentía que con tan solo abrir la boca los gemidos saldrían y no podría detenerlos, por lo que solo abrió más sus piernas y con estas rodeó la cintura de Yabu, al mismo tiempo que rodeaba su cuello con ambos brazos, atrayéndolo aún más, dándole a entender que podía continuar y que el dolor no importaba, aún así quería sentirlo hasta lo más profundo de su ser.
El mensaje fue fácil de codificar para Yabu, quien apoyó con más fuerza sus brazos sobre el colchón y comenzó a moverse lentamente. Entrando y saliendo, con un acompasado vaivén, mientras la estrechez de Daiki lo embriagaba de un placer inigualable.
Poco faltó para acelerar el ritmo, está vez era Daiki quien pedía sentir un poco más de aquello. Movía sus caderas a un ritmo acelerado, esperando que Yabu hiciera lo mismo.
Aquel placer era tal que no sabía si eran sus movimientos o los del mayor, creía que podía enloquecer en cualquier momento al sentir que todo su cuerpo vibraba en respuesta a tanto placer proporcionado por el mayor.
Se aferraba con más fuerza al cuerpo de Yabu, enterrando las uñas en la delgada espalda de este, mientras sentía que llegaba al clímax. El ritmo de ambos cuerpos, el sudor que desprendían perlándose y brillando en aquella obscura habitación, ese ritmo agitado se detuvo al mismo tiempo, tensándose mientras dejaban escapar el único gemido placentero que podían expresar.
Sus respiraciones continuaban agitadas, aun podían sentir pequeños choques eléctricos por todo su cuerpo.
Cansado, Daiki dejó que sus piernas cayeran de regreso al colchón y sus brazos también. Poco a poco Yabu salió del interior del menor y con un último esfuerzo logró dejar caer su cuerpo justo a un costado del de Daiki.
Continuaban respirando acompasadamente, poco a poco recuperaban el aliento. La sabana se pegaba a sus cuerpos bañados en sudor. Se miraron una vez más y el brillo continuaba ahí, intacto. Daiki se giró y logró acurrucarse junto a Yabu, quien lo recibió con los brazos listos para rodearlo con ternura. El mayor besó su frente y Daiki lo abrazó con la poca fuerza que le quedaba. Poco a poco el sueño los venció y quedaron así, abrazados, aún desnudos, con una sonrisa en el rostro mientras se dejaban llevar dentro de un sueño aún más maravilloso.
Esto era por lo que habían esperado tanto tiempo, sin culpas, sin resentimientos, sin pensamientos extraños ni remordimientos del pasado. Por primera vez pudieron dejarse llevar por aquel sentimiento que tanto deseaba salir. Se pertenecían, seguramente desde antes de nacer. Nada podía importar ya. De ahora en adelante tan solo quedaba continuar por el camino que les deparaba, aunque no estuviese del todo claro, una cosa si lo estaba y esa era que estarían juntos a pesar de todo. Tal vez el camino no sería fácil, tal vez podrían encontrar dificultades, adversidades y complicaciones. Pero estaban consientes de que mientras estuviesen juntos todo daba igual. La forma en la que recorrerían ese camino, esa sería otra historia.