sábado, 8 de agosto de 2015

[MiniFic] Quédate - Segunda Parte


Quédate
-Segunda Parte-


Era inevitable, tenía que enamorarme de él tarde o temprano.
Me tomó por sorpresa. Sacudió mi mundo y lo volteó de cabeza.
Creí que con la música tenía suficiente compañía…
Pero ahora… ahora lo quiero a él en mi vida. Para siempre.

Segunda parte. El curioso chico de instituto que sonríe siempre.

La vida universitaria para Kei Inoo era bastante diferente que el resto. La diferencia más obvia suponía el hecho de que él asistía a una universidad de artes y su especialidad era el departamento de música. En especifico, el piano.
Desde pequeño había tenido lecciones particulares, después participó en diversos concursos, los cuales ganaba con gran admiración y deleite de sus padres. No es que el hubiese elegido el piano, es que el piano lo había elegido a él.
Aún recordaba su época de rebeldía en la que se negaba a tocar el mismo instrumento siempre, aquello le sucedió a los diez años. Intentó violín, cello, clarín y hasta guitarra eléctrica. Pero el piano terminaba por llamarlo. Por más que se alejara de él, siempre volvía a posar sus dedos sobre aquellas teclas blancas y negras. El piano era su alma y vivía para él.
Todo el tiempo sus dedos tamborileaban sobre cualquier superficie cuando no se encontraba en casa, en su mente siempre estaban las partituras y los ritmos adecuados, incluso con escuchar cualquier canción en la calle ya podía imaginar como sonaría en el piano.
Fue por eso que, al momento de decidir, eligió una universidad de artes. Tenía la oportunidad de ir al extranjero, pero no deseaba salir del país aún. Una parte de él deseaba permanecer ahí, tocando el piano y solo eso.
Practicas, lecciones, prepararse para concursos, más practica y dormir poco. Ese era el ritmo de su vida y no se quejaba, pero tampoco lo disfrutaba, simplemente le era indiferente.
            -¡Inoo! Aún no me has dicho que tocarás para el concurso de éste año- Lo regañó su profesor mientras se alistaba para la lección del día, como todos los martes.
            -Pues, lo pensaré bien y mañana le digo- Respondió con la habitual indiferencia, provocando que su profesor se molestara y lo regañara más.
            -¡Nada de mañana! Si no me dices algo ahora lo decidiré yo y comenzaremos las practicas. ¡Solo tienes cuatro meses para practicar!-
Con fastidio, Kei se sentó en el taburete frente al piano, pensó un poco y dijo lo primero que se le vino a la mente.
            -Elijo la Sonata para piano no. 14, 3er movimiento de Beethoven-
            -Bien, entonces comencemos a practicarla. ¿Traes la partitura?-
Kei sabía que no la traía, pero aparentó que la buscaba con esmero dentro de su maletín, después miró a su profesor, se puso de pie y le dijo con su característica sonrisa despreocupada.
            -No, iré por una-
Y sin esperar la respuesta de su profesor, salió del aula de practica y se dirigió a uno de los salones en donde daban teoría musical. Aprovechó que estaba vacío y buscó con calma la partitura que necesitaba.
Cuando al fin la encontró, volvió al aula de práctica y después de escuchar unas indicaciones sobre el ritmo, armonía y demás, comenzó a tocarla.
Comenzaba con ritmos acelerados y rápidos, para después intercalar con movimientos  suaves. Una melodía nada sencilla, justo como le gustaban.
*Ref. A partir del minuto 9:22 es donde Inoo toca https://www.youtube.com/watch?v=mtHKQWY6m80

Después de una clase agotadora, llena de sugerencias de su profesor y algunos cambios, al fin podía marcharse a casa.
Se sentía agotado, pero satisfecho. Siempre que se enfrentaba a melodías complicadas y lograba dominarlas con rapidez, sentía que sin importar el resultado de cualquier concurso, ya había ganado algo. Aunque tampoco se iba a conformar con aquello, ya estaba acostumbrado a tener buenos resultados en las competencias así que el siguiente paso era, sin dudarlo, ganar ese concurso.
Así que en cuanto llegó a casa se dirigió de inmediato al piano, a penas comió un poco. Necesitaba dominar aún ciertos movimientos, y no pensaba descansar hasta lograrlo. Fue así como amaneció y se dio cuenta de que era hora de ir a clase. A penas tenía tiempo de darse un baño y cambiarse de ropa.
Minutos más tarde ya iba rumbo a la universidad, se detuvo en una cafetería para comprar algo de comer y, por supuesto, un café.

Para el final de sus clases tenía unas cuantas investigaciones pendientes sobre composición, así que tuvo que ir a la biblioteca que se encontraba cerca del campus.
Fue a partir de ese momento que algo cambió en su vida. Pero aún no lo notaba.
El hecho de ir siempre a esa biblioteca no era nuevo, le gustaba más que la del campus, además de que contaba con un amplio catalogo que siempre le aportaban algo más de lo que buscaba. Tampoco era nuevo ir directo a la biblioteca después de clases, siempre lo hacía así, ya que de ese modo adelantaría gran parte del trabajo y podría llegar a casa a practicar tranquilamente.
Miró a su alrededor y encontró la mesa en donde usualmente se sentaba. Le gustaba aquella zona ya que desde ahí podía escuchar perfectamente las practicas de los demás alumnos de diferentes especialidades y eso lo motivaba. No por sentirse superior, más bien se sentía contagiado por el espíritu de mejorar que aquellos jóvenes que practicaban sin descanso, al igual que él.
En cuanto tomó asiento se puso a leer el material que había encontrado, de su maletín sacó su libreta de apuntes y un bolígrafo y tan solo se dedicó a anotar lo que realmente era importante y necesario para su trabajo, lo demás simplemente lo almacenaba en su cerebro, tal vez algún día podría resultarle útil.
Mientras escribía y leía de pronto notó que algo le faltaba, se había olvidado de tomar un libro, así que despegó la mirada de sus apuntes y antes de ponerse de pie miró de reojo a su alrededor. Logró observar que había muy poca gente, la mayoría estudiantes de la universidad o adultos que seguramente eran profesores que no conocía. Pero también había algo más.
Algo que desentonaba con el ambiente “adulto”. Alguien que sonreía mientras leía y tomaba algunas notas. Un chico de instituto.
¿Qué hacía ahí un chico de instituto?
Normalmente aquella biblioteca solo era visitada por universitarios y profesores, la zona escolar estaba un poco retirada como para pensar que aquel chico había dado tranquilamente con aquella biblioteca en su regreso a casa.
Sin darse cuenta, Kei ya lo observaba fijamente mientras se preguntaba todo aquello y le daba vueltas en su cabeza, a tal grado que olvidó que debía ir por el libro que necesitaba. Fue así como, mientras observaba a ese chico de instituto, pudo notar como éste disfrutaba lo que escuchaba. Justo en ese momento alguien practicaba un dueto de violín y piano.          
            -Saint-Saens. Introducción y Rondó Caprichoso- Murmuró al reconocer de inmediato la melodía. Era una vieja costumbre, en cuanto escuchaba una melodía su mente trabajaba en recordar de que pieza se trataba y la murmuraba para sí.
Pero lo que más llamó su atención fue ver la expresión de aquel chico. No era la clase de concentración que pone alguien que sabe de música y comprende de técnicas y movimientos, era más bien la expresión de alguien a quien le gusta lo que escucha y que además lo disfruta.
Aquello era aún más curioso. Un extraño joven de instituto que sonríe mientras escucha una pieza que no conoce y que tal vez sea la primera vez que escucha. Y sin embargo la disfruta mientras estudia cuidadosamente.
De pronto notó que ya llevaba observando a aquel joven más de cinco minutos, si alguien lo hubiera visto pensaría de inmediato que era raro. Miró disimuladamente a su alrededor y se sintió aliviado al notar que nadie se había dado cuenta de su extraño comportamiento. Miró su reloj, ya casi eran las siete, si quería aprovechar mejor el día para practicar tendría que irse de inmediato. Así que decidió suspender su trabajo, guardó sus cosas y dejó los libros en el carrito donde debían dejarse una vez consultados. Pensó que podía haberlos pedido prestados para continuar en casa, pero por alguna razón, tenia ganas de volver al día siguiente. Se sentía curioso acerca de aquel chico de instituto.
¿Acaso también lo vería mañana?
Lo miró de reojo una vez más y sintió una extraña calidez en su interior al verlo sonreír, era extraño que un chico sonriera mientras estudiaba. Sin lugar a dudas era un chico de instituto bastante peculiar.

Cuando llegó a su casa, dejó sus cosas sobre el sofá, fue a la cocina y se preparó un ramen instantáneo. Mientras esperaba los tres minutos para que estuviera listo, miró fijamente su refrigerador. ¿Hace cuanto que no se preparaba algo de comer que no fuera instantáneo?
Lo pensó detenidamente y recordó que aquello fue en su primera semana de vivir solo. Se había quedado en la casa de sus padres ya que ahí estaba su piano, pero sus padres habían decidido mudarse a una ciudad más tranquila. Esa era la ventaja que suponía tener una familia con buena posición social. Ni siquiera sus padres tenían preocupaciones.
A veces, el vivir solo en aquella casa lo hacia sentir extraño, como si fuese demasiado espacio para él. Pero una vez que pensó en mudarse a un departamento se enfrento a la realidad de que la mayoría de los departamentos en Tokio eran tan pequeños que resultaba impensable meter un piano en alguno. Y definitivamente no iba a vivir en ningún lugar sin su piano, por lo que no le quedó más alternativa que quedarse en aquella casa.
De alguna manera se había acostumbrado, la universidad no quedaba demasiado lejos y podía ir y venir en autobús. Limpiaba los fines de semana y cuando tenía ganas se iba a comer a algún restaurante familiar que encontraba. Si no se encontraba en temporada de practicas para algún concurso, leía y escuchaba música. Así de tranquila y relajada resultaba su vida.
Por lo mismo es que no tenía muchos amigos, siempre prefería estar solo, nunca se había sentido con la necesidad de tener a alguien a su lado.
Hasta ese momento, la música era la único que llenaba su vida, lo único que necesitaba.

Al día siguiente, después de clases, volvió a la biblioteca. Tenía una extraña sensación, como si en verdad estuviese expectante y nervioso por saber si aquel curioso joven de instituto había vuelto.
Antes de tomar el último libro que necesitaba, miró su reloj con curiosidad. Eran las tres con quince minutos. Le resultó extraño sentirse tan ansioso, nunca había sentido algo semejante, ni siquiera cuando esperaba por los resultados de algún concurso.
Trató de relajarse un poco, ya que de alguna manera se había tensado mientras observaba si alguien se acercaba, pensando únicamente en ver aquel uniforme de instituto que estaba grabado ya en su mente. Una vez sentado en la mesa de siempre pensó que lo mejor sería enfocarse en su trabajo y dejar lo demás a un lado, así que eso hizo, pero justo después de unos minutos de estar leyendo atentamente, algo paso junto a él, más bien alguien, alguien que tenía una forma de caminar bastante peculiar, como de alguien que ha llegado al lugar que más le gusta. Como si se tratara de un niño pequeño visitando una inmensa juguetería. Pero no se trataba de ningún niño y evidentemente no se encontraba en una juguetería, solamente era aquel chico que, sin darse cuenta, estaba esperando ver.
Observarlo a escondidas resultó una nueva experiencia para Kei, ya que él no solía prestarle demasiada atención a las personas de su alrededor. Descubrir que cara pondría aquel joven de instituto tras escuchar una nueva pieza, observar como se deleitaba y disfrutaba, de cómo se permitía tal vez soñar un poco mientras se dejaba envolver en la magia de aquellas notas.
Fue así como los días transcurrieron uno tras otro. A excepción de los martes, trataba de ir a la biblioteca todos los días, aunque fuese solo un rato, una hora o dos, leer lo que fuese y mirarlo.
Las semanas pasaban y para Kei ya era tan natural ver a aquel joven que ya tenía bien memorizada su sonrisa, el brillo en su mirada cuando se emocionaba con alguna pieza musical, su expresión de concentración mientras estudiaba, la forma en la que sus hombros se relajaban unos minutos, el movimiento de sus manos al pasar la pagina de algún libro, de cómo sostenía entre sus dedos el lápiz con el que escribía sobre su libreta, sus movimientos para acomodarse mejor en la silla, de cambiar de posición, de ponerse de pie para buscar algún libro, el sonido de sus pasos, el movimiento de sus parpados, sus largas pestañas, sus labios, su cuello, su aroma, absolutamente todo.
Estaba fascinado, era imposible dejar de mirarlo y no pensar en él mientras practicaba en casa. Se preguntaba si también pondría tanta atención si lo escuchara tocar.
Fue entonces que comenzó a desear que sus melodías fueran escuchadas por él y solo por él. De llegar a lo más profundo de su alma, de decirle que lo conocía, que lo observaba y que lo quería en su mundo. A partir de ese momento los días de clase con su profesor de piano fueron diferentes, adquirieron un nuevo significado. Ya no solo quería ganar aquel concurso, sino también deseaba que su música conmoviera a aquel joven como lo hacían tantos otros jóvenes músicos. Quería ser especial. Que su piano fuera especial. De ser necesario, robarle el alma.

Con un importante concurso tan cerca, las practicas para Kei eran más intensas, necesitaba perfeccionar su técnica, dominar por completo las notas de aquella complicada pieza, sincronizar perfectamente el movimiento de sus dedos con el ritmo preciso. En un concurso siempre se califica que el interprete toque exactamente, nota a nota, en una sincronización perfecta. Él debía ser perfecto.
Además, dentro de sí deseaba que sus extenuantes practicas fueran escuchadas por aquel curioso chico de instituto. Sin darse cuenta, aquello se volvió una importante motivación, aquello que le agregaba un sentimiento especial y conmovedor a su interpretación.
            -Ya casi la tienes. Estarás listo muy pronto para ese concurso- Dijo su profesor cuando el reloj marcó las ocho en punto y la práctica había concluido.
            -Por supuesto que estaré listo-
Su profesor no lo notó, pero en su rostro se formó una peculiar sonrisa. No la típica sonrisa de alguien que presume sus habilidades y esta seguro de ganar un simple concurso. Era la sonrisa de alguien que tiene un anhelo, un deseo y algo especial en su corazón.
            -Es hora de que vayas a casa. Debes descansar bien para continuar practicando. Mañana estará libre este salón a las siete. Si tienes tiempo de una lección rápida avísame y estaré aquí contigo-
            -No creo que sea necesario, pero lo pensaré-
Y en verdad que no lo consideraba necesario. Tenía un piano en casa, podía practicar ahí hasta la siguiente lección, que sería el próximo martes.
Fue así que, después de tomar su maletín, salió del salón tras despedirse de su profesor. Caminó tranquilamente por los vacíos y solitarios pasillos, pero a pesar de su andar relajado sus pasos eran grandes, como si intentara avanzar un poco más rápido de lo normal. Tenía un presentimiento que no comprendía y no iba a perder el tiempo en extraños razonamientos, simplemente iba a seguir esa corazonada y continuar con su camino a ese ritmo tan fuera de lo común.
Fue así que salió de la universidad, respiró profundo y siguió andando, pasó por aquella biblioteca y la miró solo de reojo. Caminó y caminó hasta que llegó a la parada del autobús, la cual estaba sola. Sintió una pequeña decepción al encontrarse ahí solo, de alguna manera había tenido la impresión de que aquella extraña corazonada significara algo como ver a aquel chico.
Sonrió para si mientras reflexionaba aquello, nunca antes se había sentido de esa manera y ahora que se sentía como un tonto simplemente le parecía divertido.
Resignado a esperar solamente el autobús, relajó sus tensos hombros y despejó su mente de aquellos pensamientos, tan solo habían pasado unos cuantos minutos cuando alguien más llegó a la parada y curiosamente se sintió observado. Intrigado por aquella sensación que le cosquilleaba el rostro y la nuca, miró de reojo a la persona que estaba a su lado. En ese preciso instante el mundo dejó de girar, el tiempo se congeló, su corazón dio un latido tan fuerte y rotundo que resonaba en sus oídos. Sus ojos se llenaron de luz y en su interior danzaban unas traviesas y elegantes mariposas que al parecer se sentían tan felices como él.
Todo esto solo podía provocarlo una persona, alguien que lo estaba observando furtivamente, que parecía sonreír al verlo y que vestía un uniforme de instituto.
Era él, al fin.
El curioso chico de instituto que sonríe siempre.
Y lo observaba. Estaba siendo observado por aquel a quien siempre observaba en aquella biblioteca. Un chiste muy divertido. Una maravillosa paradoja.

Le gustaba sentirse observado por aquel chico, así que se relajó y aparentó no darse cuenta. Después de todo él hacía lo mismo todo el tiempo.
Pasaron unos cuantos minutos más, que para Kei fueron segundos, y el autobús llegó. Deseó que fuesen horas.
Subió detrás de aquel chico, lo vio tomar asiento tranquilamente y cerrar los ojos mientras volvía a sonreír. ¿Es que acaso ese chico sonreía todo el tiempo?
Esa pregunta lo llevó a desear saber la razón por la cual ese chico siempre sonreía justo en ese momento y también deseo ser la razón.
Tomó asiento cerca de la puerta de descenso y observó como aquel chico, después de haber abierto los ojos, miraba por la ventana y se perdía en sus pensamientos.
También deseó estar en sus pensamientos.
Faltaban dos estaciones para llegar a su destino, no tenía idea de donde bajaría aquel chico, por ahora aquel curioso encuentro era más que suficiente.
Justo comenzaba a sentirse afortunado cuando, una parada antes de la suya, aquel chico se preparaba para descender. Aquello si que era suerte. Ya sabía que no podían vivir tan lejos uno del otro y eso lo hizo sentir aún más afortunado.
Mientras pensaba aquello, sus ojos miraban fijamente a aquel chico, no esperaba ser notado y seguir en su puesto de observador anónimo. Pero eso no sucedió.
Inesperadamente aquel chico se giró y sus miradas se cruzaron.
Al fin.
De inmediato Kei fue capturado por esos ojos, quedó maravillado y deseó que el contacto jamás se perdiera. Al fin el lazo estaba creado.
Cada segundo que se miraban fijamente, Kei deseó no ser olvidado. Deseó permanecer en la memoria de aquel chico, de transmitirle que él lo veía porque le interesaba de verdad, que lo conocía, que lo observaba siempre que podía y que incluso aparecía en sus más profundos sueños.

Mírame.
Te conozco.
Te observo.
Te sueño.
Estas grabado en mi alma.
Quiero grabarme en la tuya.

De pronto la quejosa voz del conductor rompió la magia. Ese estúpido conductor que no tenía idea de nada había interrumpido el maravilloso instante y aquel chico se vio obligado a descender rápidamente del autobús.
Pero aún así, Kei estaba satisfecho, después de todo había sido realmente afortunado  al poder establecer ese pequeño contacto visual con aquel chico.
Y como si quisiera hacerlo sentir aún más afortunado, aquel chico hizo que súbitamente su corazón se detuviera, que sus pulmones dejaran de funcionar y que todo a su alrededor desapareciera, convirtiéndolo en un sueño que jamás imaginó vivir.
Le sonrió.
Solo a él.
Una sonrisa dirigida solamente a Kei.

Es increíble lo mucho que el mundo puede cambiar con una sonrisa. Si llegas a un establecimiento comercial lleno de gente y decides sonreírle a la persona que se encarga de cobrar, tal vez esta persona te atienda de mejor forma y tal vez le des unos segundos para relajar su tenso rostro.
Si le sonríes a algún desconocido tal vez piense que no estas bien de la cabeza o que eres una persona extraña, pero al menos eso lo hará pensar en otra cosa y eso ya es un pequeño cambio.
Si le sonríes a un amigo, éste asumirá que estas teniendo un buen día, querrá saber la razón de tu aparente felicidad y solo eso ya habrá cambiado el rumbo de su rutina.
Pero que te sonría alguien a quien solo has observado furtivamente, de quien te has imaginado un montón de veces como será su vida, sus pensamientos, lo que le gusta y lo que no… Aquello era suficiente para cambiar el mundo entero para Inoo Kei.
Esa tierna y amable sonrisa permaneció en su cabeza toda la noche, causándole un extraño cosquilleo en el estomago.

Después de haber medio dormido, escuchó la alarma sonar, las horas habían pasado tan rápidamente que ni siquiera notó que la mayor parte de la noche se la pasó pensando en aquella hermosa sonrisa.
Al entrar al baño se miró fijamente en el espejo y notó la estúpida sonrisa bobalicona que aún estaba dibujada en su rostro. Pero no le importó. Al fin, después de mucho tiempo se sentía feliz, como en un sueño, y nada en el mundo iba a destruir aquello.
Lavó su cara con agua fría, después sus dientes y desayunó lo primero que pudo encontrar en la cocina, ósea, solo pan y leche.
En el camino hacia la universidad no podía dejar de pensar en lo sucedido el día anterior, para él seguía pareciendo un sueño, un sueño bastante hermoso.
Sin darse cuenta, caminaba por el campus con la misma sonrisa y aquel peculiar brillo en la mirada, era un estado de felicidad inusual y del cual no deseaba salir, nunca.
            -¡Inoo! ¡Mas te vale prestar atención por donde caminas o causarás un accidente!- Le dijo uno de sus compañeros en todo de broma, nadie solía bromear así con él, pero al parecer su evidente sonrisa les daba la confianza de dirigirle la palabra y más en ese tono.
No respondió, tan solo sonrió y continuo con su camino, directo al salón de clases para la primera lección del día. Estaba consiente de que debía recuperar la cordura, de volver a la realidad y prestar atención a lo que le rodeaba. Pero era casi imposible, se sentía demasiado feliz como para sentir interés en algo más.
Después de tres clases en las que apenas se había enterado de que trataron, se topó con su profesor de piano en uno de los pasillos.
            -Espero y estés listo para la lección de esta tarde-
            -Ah… si, muy preparado estoy, señor- Respondió con un tono de total distracción que eso solo provocó que su profesor se preocupara al respecto.
            -Te veré en el salón de practicas, más te vale no olvidarlo- Y sin más, el profesor continuó con su camino, dejando a Inoo en el mismo estado de ensoñación. Pero después recapacitó el significado de aquello. ¡Oh no! ¿Cómo podía tener clases extra después de lo que había vivido la tarde anterior?
Aquello complicaba un poco las cosas, el tenía planeado ir a la biblioteca aquella tarde y encontrarse “por casualidad” con aquel joven de instituto. Una feliz coincidencia que le daría tiempo de acercarse más a él, de saber más de él. Era lo único que deseaba.
Pero no, ahí estaba su profesor, preocupándose por el tiempo que practicaba o no y deseoso de arruinar sus fantasías. Bien, ya todo parecía ir perfecto aquel día, seguramente ya había recibido su dosis de felicidad que lo cubría por un año, no podía desear más.
Si, Inoo Kei tendía a ser fatalista y melodramático cuando las cosas no fluían a su gusto. Tuvo que ocuparse en otras cosas para despejar su mente de aquellos pensamientos absurdos. Y así lo hizo.

Largas horas de clase en las que solo pudo lamentarse internamente de no poder faltar a aquella practica extra. Debía admitir que era afortunado por tener a un profesor tan dedicado y preocupado por su éxito. Pero en esos momento deseó que no fuera así, además, él era bueno y no necesitaba ayuda extra.
Aún así sus rabietas internas no sirvieron de nada, tenía que cumplir con aquella clase y no tenía el valor suficiente para decir que no.
A las siete en punto ya estaba frente al piano, con su profesor junto a él, dándole instrucciones sobre el tiempo y demás cosas que no lograba procesar correctamente.
Respiró profundamente, cerró los ojos y pensó en aquel chico, en su sonrisa, en la forma en la que se relajaba y disfrutaba cada que escuchaba la música de otros estudiantes. Y entonces deseó que al menos por esa ocasión aquel chico siguiera en la biblioteca y lo escuchara. Quería que su melodía fuera especial para aquel chico.
Con toda esa energía y deseo dejó que sus dedos danzaran libres sobre las teclas, siguiendo el ritmo preciso, tocando cada nota a la perfección, imprimiendo en cada sonido ese deseo, el deseo de ser escuchado por aquel chico de instituto.
Al terminar de tocar se sintió extrañamente agotado, al parecer se había esforzado más que nunca y eso solo lo hizo sentir mejor.
Hubo un extraño silencio por unos instantes y después su profesor comenzó a aplaudir mientras su expresión solo mostraba absoluto asombro y algo más que Kei no supo descifrar y que tampoco se interesó en preguntar.
            -¡Excelente Inoo! Eso ha sido perfecto. ¡Más que perfecto!-
Kei parpadeo un poco perplejo, se limpió el sudor de la frente con la manga de su suéter y respiró profundo. No estaba seguro de que le había ocurrido pero le gustaba esa sensación. Al fin había logrado sincronizar con el piano más allá de las notas, había logrado liberar sus sentimientos mientras tocaba y aquello le produjo una tremenda felicidad.
            -Debes asegurarte de tocar así en el concurso. De todas formas seguiremos practicando. Hazlo una vez más-
Y tras escuchar las indicaciones de su profesor, volvió a tocar la melodía. Con el mismo sentimiento, la misma intensidad y volvió a sentirse de maravilla. Aquello era lo que había necesitado desde que comenzó a tocar el piano. Tenía que admitir que todo era gracias a aquel chico de instituto. Ahora, con más razón, debía conocerlo, hablarle, formar parte de su vida e invitarlo a la suya. Lo necesitaba.

A las ocho en punto terminó su lección extra y salió del salón con paso relajado. Recorrió los pasillos hasta salir del edificio y con ese mismo ritmo salió del campus. Estaba feliz, relajado y también algo agotado. Por primera vez se sentía realmente agotado después de una práctica, pero también se sentía verdaderamente satisfecho y orgulloso.
Tal vez ya no podría ver a aquel chico debido a su lección extra, pero siempre había un mañana y con toda seguridad lo buscaría y haría todo lo posible por acercarse más a él.
Sin embargo no tenía que esperar al día siguiente, una vez más la suerte estaba de su lado. Justo caminaba cerca de aquella biblioteca cuando notó que alguien iba delante de él, primero dudó un poco, aceleró un poco el paso para estar más cerca, pero sin ser notado, y pudo distinguir aquel uniforme de instituto que tan bien conocía. Era increíble, ¡Era él!
Si no hubiese tenido tanto autocontrol, con toda seguridad estaría saltando de felicidad por toda la acera. Pero como aquello no era su estilo, prefirió hacer algo diferente. Clavó su mirada en aquel chico, deseando ser notado, después cambió su forma de pisar el suelo. Más fuerte, más seguro. Pedía ser notado, deseaba que aquel chico lo viera de nuevo, que notara que una vez más se habían encontrado.
Al mirarlo no pudo evitar el sentirse afortunado, la razón de que se hubiera esforzado tanto en su lección de piano caminaba a unos cuantos metros de distancia. Deseaba ser notado, que se girara o se detuviera para que así pudiera alcanzarlo.
Y sucedió lo primero.
Aquel chico se giró un poco y esa mirada llena de sorpresa le indico que lo había reconocido. ¡Aquel chico lo recordaba!
Eso bastó para hacerlo sentir más que afortunado. Saber que aquel chico lo recordaba, que había logrado permanecer en sus pensamientos así como él había permanecido en los suyos lo hizo sonreír y deseó llegar pronto a la parada del autobús.
Pero todo debía transcurrir despacio, a su ritmo, no tenía la intención de acelerar las cosas, así que continuo caminando firmemente detrás de él, después de todo ambos se dirigían al mismo lugar, no había razón para correr desesperadamente. Aún no.

Cuando llegó a la parada del autobús, notó que el chico se detuvo justo frente al tablero de los horarios. Bien, ese le parecía un buen lugar. Sonrío de nuevo y se colocó a su lado, a la espera de ser notado una vez más. Esta vez estaba decidido a hacerse notar, así que no le quitó la mirada de encima, observaba sus movimientos y notó como los nervioso ojos de aquel chico lo buscaban con cierto nerviosismo.
Notar aquel gesto hizo que su corazón latiera como las alas de una mariposa rebosante de felicidad. Pensar que tal vez ponía nervioso a aquel chico lo hacía sentir satisfecho, eso quería decir que aquel chico desconocía por completo lo que él le hacia sentir.
Minutos más tarde llegó el autobús, primero subió otra persona, ni siquiera le importaba quien fuera, solo tenía un objetivo y ahora estaba justo frente a él, subiendo tranquilamente al autobús.
Cuando Kei subió y pasó su tarjeta de cobro por el sensor, observó rápidamente hacia donde se dirigía aquel chico, como tomaba asiento tranquilamente y abrazaba con fuerza su mochila mientras cerraba los ojos. Ahora sabía, con toda seguridad, que el chico estaba nervioso. Eso lo hizo sonreír aún más y a pesar de que había lugares disponibles optó por quedarse de pie, a su lado, como un guardián. Esperando a ser notado.
Transcurrieron unos cuantos minutos, el chico miró primero por la ventana, como si intentara reflexionar o tal vez acomodar sus ideas, mientras tanto Kei lo miró fijamente, repasando con la mirada una y otra vez la perfección de su infantil rostro. Sus pequeños ojos, su nariz, sus labios. Podía estarlo mirando eternamente, pero quería que aquel chico también lo viera, así que solo esperó.
Por primera vez en su vida, no le importó ir de pie, al contrario, lo disfrutaba. De pronto, aquel chico, que miraba fijamente por la ventana, notó su presencia. Sus miradas se cruzaron a través de la ventana y, tras la evidente sorpresa del menor, decidió girarse un poco para verlo de frente. Y ahí estaba esa mirada, sorprendida y que demostraba completo nerviosismo. Kei quería decir algo, pero no lograba ordenar las palabras que giraban en su cabeza y tan solo se deslizaban entre su garganta y su lengua sin lograr salir. Y al parecer el chico era el más valiente de los dos, esta vez.
            -Nos vemos de nuevo-
            Para Kei fue evidente que el chico se esforzaba por sonar lo más natural posible, lo cual lo hizo sonreír. Estaba feliz. Al fin tenía la oportunidad de charlar con él y no iba a quedarse callado, así que respiró profundo y respondió con el mismo tono de naturalidad.
            -Así es-
            Dicho esto, Kei notó como aquel chico lo observaba con más detenimiento y después de unos segundos observó como se ruborizaba ligeramente.
¿Por qué se sonrojaba?
Bueno, eso no importaba, después de todo tenía que admitir que así solo lograba verse aún más adorable. Más hermoso.
            -De nuevo te encuentro en la misma parada de autobús- Le dijo con una sonrisa, esperando con ansias continuar con la platica. Esperaba poder seguir viéndolo así, sonrojado, sonriente.
            -Es curioso, ¿no?- Preguntó aquel chico. Para Kei aquello no era curioso, era fantástico. Un maravilloso y preciado regalo del destino. Ninguna casualidad o coincidencia, simplemente algo inevitable.
            -Yo no creo que sea curioso- Le respondió con total sinceridad. Deseaba hacerle saber en ese mismo instante que para él era algo maravilloso poder hablar frente a frente al fin, después de solo estar observándolo, guardando su distancia. Ahora, para Kei, en aquel autobús solo se encontraban los dos, en su pequeño universo, alejado del resto del mundo, creando al fin un mundo aparte. Necesitaba mantenerlo así. Lo deseaba.
            -¿Por qué no?- Preguntó el chico con esa mirada llena de incredulidad y algo más. Había un brillo especial en su mirada. ¿Ilusión tal vez?
            -Bueno, solo tenía que pasar-
            Kei estaba cerca de confesarle todo. Decirle de una vez que ya lo conocía, que ya lo había visto, que lo observaba, que lo soñaba. Por eso para él era inevitable, algo que tenía que pasar, porque el jamás descansaría hasta que aquel momento llegara, de una u otra forma iba a terminar por buscarlo. Porque no se iba a conformar con soñarlo para siempre, no a él.
            -Pues, que bueno que pasó-
            Aquel chico le sonrió y el mundo de Kei dio un giro radical. ¿Cuántas veces iba a cambiar su mundo tan abruptamente? Además, con aquellas palabras dejaba bien en claro que para él su encuentro también significaba algo. Al fin estaba conciente de que no navegaría sin rumbo. A él también lo hacía feliz volverlo a ver y eso para Kei significó mucho.
            No quería terminar jamás con ese momento, pero al notar que aquel chico tenía la intensión de ponerse de pie, fue cuando se dio cuenta de que estaban por llegar al final, la siguiente parada era la de él. No quería, pero debía dejarlo ir, al menos por esta vez. Así que se limitó a hacerse a un lado, lo dejó pasar y lo observó presionar el botón de parada.
            Cuando el autobús llegó a la parada, el chico descendió y Kei no pudo hacer más que observarlo fijamente. Y justo antes de que las puertas se cerraran aquel chico dio media vuelta y sus miradas volvieron a cruzarse y ahí se clavaron. Los segundos parecían eternos y ojalá así hubiese sido. Kei quería estar más tiempo a su lado, pero sus pies no podían moverse de su lugar. Entonces, un instante antes de que se cerraran las puertas, una vez más, aquel chico le sonrió.
            Era increíble como su corazón podía agitarse, como su estomago podía convertirse en millones de felices mariposas y como sus piernas podían convertirse en gelatina con tan solo verlo sonreír. Una vez más una preciada sonrisa dirigida solo para él.
            Y así, las puertas se cerraron y el autobús emprendió la marcha que debía seguir. Pero a Kei eso no le importó. Se sentía tan feliz que ni siquiera se esforzó en ocultar la sonrisa que iluminaba su rostro.
            Quería verlo de nuevo, una y otra vez, día tras día. Esto solo podía ser el inicio, el primer paso. Estaba seguro que la próxima vez que lo encontrara sería en la biblioteca y al fin, en aquel lugar, iniciarían algo que no terminaría tan rápido.
            No había tiempo para hacer planes, el destino ya estaba avanzando, las paginas ya estaban siendo escritas y a ellos simplemente les tocaba continuar.

            Al llegar a casa, Kei botó sus cosas en el primer mueble que se cruzó en su caminó, seguramente en el sillón, se dirigió a su habitación y se tumbó en la cama. Miró fijamente al techo y aún sentía la misa enorme sonrisa cruzar su rostro. Ni siquiera le dolían las mejillas de tanto sonreír, en esos momentos era inmune a cualquier sensación a excepción de lo que sentía en su pecho y en su estomago.
            Imaginó que así debe sentirse el enamoramiento, pero no le interesaba profundizar demasiado. Simplemente quería disfrutarlo, navegar en su nube de felicidad, sin necesidad de bajar por ningún motivo.
            Mañana, mañana, mañana. Si, con toda seguridad al día siguiente lo vería, hablaría con él y algo florecería entre los dos. Estaba ansioso. Con total seguridad no podría dormir esa noche, sus pensamientos estarían inundados de esa sonrisa, esa mirada y esa voz. Todo por ese curioso chico de instituto que sonríe siempre.
            Al fin.

Continuara…



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¡Tarde pero seguro!
Espero y hayan disfrutado de esta segunda parte. Como dije, no prometo no tardar (ya que ando con otras cosas también xD) pero me esfuerzo mucho por escribir un poquitín aunque sea al día.
Me siento muy inspirada con esta pequeña historia así que en verdad espero que la estén disfrutando así como yo disfruto escribiéndola.
Quiero agradecerles, como siempre, los bonitos comentarios que me dejan. Son super lindos y no tienen idea de lo feliz que me hacen. Son ustedes quienes me motivan más y más para continuar y me da mucho gusto saber que todavía hay quienes se pasan por aquí a leer lo que hago.
Ya saben que si algún día quieren escribirme tienen mi correo en la columna del lado derecho, me daría muchísimo gusto leer algún correo de ustedes que responderé con el mismo gusto.
Ando algo embrollada con otra cosita, que espero pronto tener el valor de compartirlo con ustedes, aunque algunas personas ya me han descubierto xD
Y bueno, quiero aprovechar, ya para terminar, que también ando escribiendo otra cosa que no es un fic. ¡Así es! Estoy en el intento de escribir una novela. Solo llevo unos pocos capítulos, nada significativo, pero bueno, sentí la necesidad de compartirlo con ustedes. Por ahora es algo que no aspiro a publicar por ningún lado, ya que no sé que haré en un futuro, pero creo que si algún día (quizá cuando la termine) siento que es algo pasable, como siempre, lo compartiré con ustedes. Y en verdad espero que se interesen en leerlo, aunque no sea un fic y no aparezca ningún JUMP.
Por ahora me despido, de nuevo muchas gracias por leer y por dejarme todo su amor y apoyo en los comentarios.
Nos leemos en la siguiente actualización~ ^O^