sábado, 25 de marzo de 2017

[OneShot] Hábito

Título: “Hábito”
Pareja: Yamada Ryosuke – Nakajima Yuto (YamaJima)
Género: Yaoi, Romance puro (?)
Autora: Ayaa
Extensión: OneShot
Nota: ¡Nada como algo clásico para volver de la tumba!
Si estás aquí después de mucho tiempo, dispuesta/o a leer este pequeño oneshot y dices “¡Al fin!” A ti, que de alguna forma me has esperado todo éste tiempo: ¡GRACIAS!
Quiero y debo confesar que volver no ha sido sencillo. Y no por depresión u otras cosas que solían ser normales en mis hiatus. En si la vida te va poniendo enfrente un montón de cosas y algunas se van volviendo prioridad. Sepan que tengo 26 años y las responsabilidades no dejan de aparecer por todas partes. Aún así me he esforzado por mantener viva la idea de escribir, y a pesar de que me ha tomado tiempo, aquí estoy, escribiendo y publicando de nuevo.
Una vez les dije que tengo mucho que escribir y mucho para ofrecerles. Les aseguro que no mentía. Aún tengo mucho por escribir.
Y bueno, ya para terminar, quiero agradecer a Ysawo Lee por su hermoso correo. El cual te responderé de forma adecuada pero igual quiero mencionarte por aquí mi gratitud. El que me confíes tan bellas palabras me hace inmensamente feliz y el hecho de que mis historias sean un bálsamo para tu alma es algo que me resulta extraño porque haz de saber que el escribir es lo mismo para mi. Jamás he imaginado que lo que a mi me mantiene en paz y cura mis heridas signifique tanto para alguien. Te prometo seguir esforzándome y poniendo mi corazón en cada historia para que eso jamás cambie.
Ahora si, ¡A leer se ha dicho!

Hábito

Dicen que para que una acción se convierta en un hábito debe realizarse durante 28 días. Yo necesité solo uno para enamorarme de él…

El día en que lo conocí era como cualquier otro. El clima era el mismo que se podía esperar de un día de otoño; lleno de brisas frías que anunciaban el invierno, hojas secas inundando las calles de Tokio, atardeceres anaranjados y mucho polvo por doquier.
         Había salido temprano de la academia de clases regulatorias, en esa época mi madre se empeñaba en que debía tomar clases extra para asegurar así que lograse entrar en la universidad. Supongo que ella estaba más interesada en que lograse ingresar a la universidad que yo. A mi me daba lo mismo si entraba a la universidad o si me conseguía un trabajo de medio tiempo en algún sitio, pero para mi madre era primordial que yo fuese a la universidad y obtuviera un título. Así terminé por ir cada tarde a esa academia, en donde nos hacían repasar cada tema que supuestamente ya habíamos visto en clase, nos daban material de apoyo para rellenarlo en casa y unos cuantos consejos de estudio que básicamente requerían dejar de existir y solo mantener el rostro sumergido entre libros y cuadernos de estudio.
         Para mi fortuna, por así decirlo, siempre fui bueno estudiando y recordando cosas, sin embargo me dediqué a actuar frente a mi madre como un estudiante que se sumerge de lleno en sus libros y cuadernos.
Una vez fuera de la dichosa academia podía relajarme durante veinte minutos, ese era el tiempo que tardaba en llegar a casa. Mis valiosos veinte minutos en donde no me importaba ningún examen, no pensaba en que carrera debería elegir y tampoco me importaba memorizar fechas de guerras sin sentido.
Ese día en el que disfrutaba de mis veinte minutos de tranquilidad, en un día de otoño común y corriente, lo conocí.

Decir que “lo conocí” es alterar un poco lo que realmente sucedió ya que conocer a alguien implica tener un poco de conversación e intercambiar nombres, y nada de eso sucedió ese día.
         Yo caminaba tranquilamente por la acera mientras me enfocaba en pisar cada una de las hojas secas que pudiese encontrar en mi camino; por alguna razón siempre me ha gustado el sonido que se produce al pisar hojas secas, es como tener algo crujiente bajo tus pies. Mi extraño gusto requería que anduviera por al camino mirando siempre hacia abajo y no podía evitar el sonreír como un niño cuando encontraba muchas hojas que pisar.
         En eso me encontraba cuando pude escuchar el sonido del obturador de una cámara. De inmediato detuve mis pasos y mire a mi alrededor. Normalmente no soy tan paranoico pero tenía la extraña sensación de que alguien me observaba.
         No estaba equivocado.
         Primero mire hacia mi derecha pero no encontré a nadie, luego a mi izquierda y enseguida miré un poco hacia atrás. No lo encontré hasta que volví a mirar al frente.
Ahí estaba, con una rodilla en el suelo y con una cámara profesional sostenida con sus dos manos, aún la tenía cerca del rostro y lo único que alcanzaba a percibir era una pequeña sonrisa.
         En cuanto notó que lo había descubierto, se puso de pie y tras sacudirse la rodilla que había tenido en el suelo, me miró con una sonrisa un poco tímida.
         -Lo siento, ¿Te he asustado?
         Yo lo miré receloso. No tenía idea de quien era y del porque me había tomado una fotografía. Quería preguntarle y tal vez reclamarle por haberlo hecho. Sin embargo, por aquella época no era muy bueno hablando con extraños, así que solo me aferré a mi mochila, que llevaba en la espalda, agaché la cabeza y seguí mi camino a toda prisa.
         Por mi mente no pasó absolutamente nada durante esos momentos, ni siquiera me atreví a mirar hacia atrás cuando lo escuché gritarme un “¡Oye! ¡Espera!”.
         Caminé tan rápido que cuando llegue a casa estaba bañado en sudor y, por ende, llegue más temprano de lo habitual.
         -¿Qué te ha pasado? ¿Por qué entraste corriendo?
         Preguntó mi madre al verme en la entrada mientras me quitaba a toda prisa los zapatos para poder entrar. Ni siquiera había notado que había estado corriendo un buen tramo.
         -Nada. Quería llegar temprano para estudiar más
         Aquella respuesta dejó a mi madre con una sonrisa llena de orgullo, mientras tanto yo solo me dirigí a mi habitación y me encerré.

Al estar solo pude respirar profundamente y mientras me deshacía de mi mochila y mi abrigo, me puse a reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir.
         Primero; un extraño me había tomado una fotografía. Segundo; salí corriendo como si hubiese visto a un fantasma.
         Una vez enlistados los acontecimientos en mi mente, me dejé caer sobre la cama y hundí mi rostro en la almohada, recordando cada momento, cada acción que había tomado.
         Cuando reflexioné lo ocurrido me levanté y suspiré. ¿Por qué había salido corriendo? El hecho de que me hubiesen tomado una fotografía no parecía algo tan malo, en realidad no significaba nada. Fue entonces que me decidí a apartar éste hecho de mi mente y me concentré en lo que al parecer más me alteraba.
         El problema no era que me habían tomado una foto, eso ni siquiera me importaba. Lo importante era que había conocido a alguien que me tomo una fotografía.
         Un breve instante me bastó para darme cuenta de la razón que me hizo salir corriendo. Mi mente regresó al instante en que lo vi arrodillado con la cámara en las manos y todo comenzó a moverse más lento desde que se levantó del suelo.
         Un chico alto con piernas tan largas que tenía curiosidad por saber cuanto medirían, manos amplias que me ponían a pensar si serían igual que las mias, un lunar debajo del ojo izquierdo y otro en la mejilla que me producían la duda de si habrían más en su cuerpo, una encantadora sonrisa que me robó el aliento en un segundo y su cabello obscuro y ligeramente despeinado que me hicieron preguntarme si lo tendría así todo el tiempo o si por las mañanas sería peor.
         Al recapitular toda esta información en mi mente, sentí como algo extraño oprimía mi pecho, de igual forma sentía un curioso cosquilleo en mi estomago y mi respiración se volvió pausada. Me costaba respirar.
         Entonces descubrí algo que me atemorizaba y que me había provocado correr de regreso a casa como un niño al que han asustado en el parque. Ese chico me parecía apuesto.
         ¡Tan estúpidamente apuesto!
         Al declarar esto en mi mente, sentí mi rostro arder de vergüenza y volví a dejarme caer en la cama. Esta vez solo cubrí mi rostro en el antebrazo, sentí que no era una buena idea hundir mi rostro en la almohada cuando a penas lograba respirar.
         Tragué saliva con dificultad y justo cuando empezaba a sentirme como un gran idiota, mi madre decidió irrumpir en mi habitación.
         -¡Ryosuke, el baño está listo! ¿Pero que haces ahí acostado? ¿No dijiste que ibas a ponerte a estudiar?
         Y la sola presencia de mi persistente madre bastó para que volviera a la realidad y le respondí con un tono de voz monótono.
         -Estoy memorizando unas cosas, madre. Solo así logro concentrarme
         No me moví ni un centímetro. Mi antebrazo aún cubría mi rostro, tenía que fingir que estaba intentando memorizar cualquier cosa.
         -¡Oh, vaya! Mi hijo tan estudioso. ¿Por qué no te tomas un respiro mientras te bañas? El agua está lista y he conseguido unas sales relajantes en el supermercado. La señora que las vendía dice que ayudan a la concentración
         Con movimientos lentos y prácticos me levanté de la cama, sonreí a mi mama y le dije con ese tono de voz ensayado que siempre tenía con ella.
         -Gracias mamá
         Debo admitir que en esos días no le dirigí ni una sonrisa sincera a mi madre. Una parte de mi estaba cansado de tener que cumplir con sus expectativas y de tener que hacer todo lo que ella dijese para que yo lograse entrar en la universidad. Sin embargo nunca fui lo suficientemente valiente para rebelarme y decirle que me dejara en paz. Además de que sabía bien lo que me diría si yo le confesaba mi sentir; “¿Y que se supone que harás si no vas a la universidad? ¿A que te vas a dedicar? ¿Piensas acaso en algo más importante para ser algo en la vida?”
         Y yo no tenía ninguna de esas respuestas. No tenía idea de nada. Así que resultó más fácil seguir todo lo que mi madre quería que hiciese.

Después de tomar un baño con las dichosas sales que mi madre había comprado, estaba decidido a concentrarme en mi sesión de estudios previamente programada por el profesor de la academia. Se suponía que esa noche estaría sumergido en matemáticas y química, pero gran parte de mi concentración estaba en el recuerdo de aquel chico. Aquello solo me dejo claro dos cosas: una, que habían estafado a mi pobre madre; y dos, me estaba temiendo una jornada poco productiva de estudio.
         No podía apartarlo de mi mente y un sin fin de preguntas se arremolinaban en mi mente. ¿Cómo se llamaría? ¿Se habrá reído de mi? ¿Por qué me habrá tomado una fotografía? ¿Él también estaría estudiando para entrar a la universidad?
         Estas y muchas más preguntas rondaban en mi cabeza, solo una cosa me quedaba despejada y era que seguramente tendríamos la misma edad. Al igual que yo, el también llevaba uniforme de instituto; no tenía idea de cual podría ser, ni siquiera estaba seguro de cuantas preparatorias había en Tokio, aunque en ese momento quise saberlo y tener a la mano algún catálogo con los uniformes de cada uno.
         Este pensamiento me hizo reír y tuve que dejar mi lápiz para frotarme el rostro. Era consiente de que estaba pensando en tonterías y de que no podía seguir desperdiciando así mi tiempo.
         Pero por más que me esforzara, mi mente y pensamientos siempre llegaban a él. Fue entonces que lo supe.
         Yo, Yamada Ryosuke, me había enamorado. De un chico. Al que no conocía. Y que era encantador a simple vista.
         El resto de la noche me la pasé estudiando con la misma sonrisa tonta, sintiéndome extraño y feliz al mismo tiempo.  Mientras resolvía enredadas ecuaciones era más consiente del hecho de que me gustaba un chico. Un chico al que no conocía. Y yo también era un chico, pero eso era lo que menos me importaba.

Cada día que transcurrió desde ese entonces no hubo momento en que no esperara encontrarme con aquel chico de nuevo. Incluso pasaba dos veces por el mismo lugar para cerciorarme de que no estaba dejando pasar ninguna oportunidad. Sin embargo no lo volví a ver en aquel camino y poco a poco dejé de tener la esperanza de encontrarlo.

Los días transcurrieron y el otoño pasó, dando así paso al invierno, el cual venía acompañado de la fecha en que debía presentar mi examen para la universidad.
         Era un frío, y con pronóstico de nevada, día de diciembre; mi madre me había preparado un ostentoso desayuno repleto, según ella, de alimentos que mejorarían mi rendimiento y capacidad intelectual. Yo no quise decirle que mi capacidad intelectual cambiaría con tan solo comer todo lo que había puesto sobre la mesa, sabía que al menos no me daría hambre en toda la mañana.
         Al llegar al lugar en donde presentaría el examen, miré a mi alrededor y noté con un peculiar interés que todos los chicos y chicas que comenzaban a llegar llevaban el nervio y el miedo dibujado a flor de piel. Podía verse a metros de distancia sus pesadas ojeras y uñas mordisqueadas. Por alguna razón, yo no estaba ansioso o nervioso, ni mucho menos asustado. Sabía que si no pasaba ese examen, sería libre de elegir lo que me diera la gana después, aunque no estaba seguro de que eso pudiera suceder. De alguna manera había programado a mi cerebro para que recordara cada pregunta con su respuesta, cada ecuación con su formula correcta y cada acontecimiento histórico con sus personajes y fechas. Pasaría ese examen y seguiría el plan que mi madre ya había trazado para mi, solo porque yo no me había tomado la molestia de pensar en algo más, en algo que realmente quisiera hacer.

Tras una larga y tediosa jornada de exámenes, todo termino. El esfuerzo de meses quedaba reducido a un solo día. Y éste al fin había terminado.
         Con pesadez guardé mi lápiz y mi borrador en la mochila, me ajusté bien el abrigo y la bufanda y salí del lugar a paso lento. Sentía que había dejado gran parte de mi alma en cada una de esas hojas rellenadas. Pero sentía alivio, ya no sería más esclavo de los estudios forzosos. No importando el resultado, yo estaba convencido de que no presentaría otro examen igual por segunda ocasión.
         En el camino que daba a la estación de autobús, me percaté de que los árboles a mi alrededor estaban completamente vacíos; no quedaba ni una sola hoja entre sus ramas. Después miré el cielo, tan gris y espeso; estaba seguro de que pronto comenzaría a nevar.
         La idea de  la primera nevada del año me gustaba. Siempre disfrutaba de ver la nieve caer y de tocar los primeros copos con mis manos desnudas.
         Y justo en ese instante en el que me encontraba absorto, recordando otro de mis extraños placeres mientras miraba el cielo grisáceo, el sonido de un obturador me trajo a la realidad.
         Esta vez no tuve que buscar demasiado, por alguna razón ya sabía bien hacia donde mirar. Justo al frente de mi, a unos tres metros de distancia, lo encontré.
         Al igual que la vez pasada, bajó lentamente su cámara para sonreírme. Esta vez note algo diferente en esa sonrisa, como si hubiese tomado esa foto solo para llamar mi atención. No estaba del todo seguro, pero esta vez no me moví, no tenía fuerzas para salir corriendo y además me sentí embriagado por el recuerdo de los días que estuve esperando por volverlo a ver.
         -Lo siento, creo que te sorprendí de nuevo
         Por primera vez puse atención a su voz. Sonaba ligeramente grave, tal vez por el clima frío. Me miró esperando a que yo dijese algo y sentí un ligero nerviosismo que afloró con la primera palabra que logre articular.
         -Si… me sorprendiste
         Lo miré fijamente a los ojos por unos pocos segundos y enseguida bajé la mirada. No deseaba que él notara mi nerviosismo y pensara cosas extrañas sobre mi.
         -En verdad lo siento. Es que a mi… me gusta tomar fotos
         En la pequeña pausa que hizo al hablar levantó su cámara como si quisiera decir “Mira, aquí está mi cámara, es la prueba de que me encanta tomar fotos por doquier”. Y yo me reí un poco; después intenté volver a ponerme serio.
         Él me observaba fijamente.
         Me sonrojé un poco e intenté ocultar mi rostro con ayuda de la bufanda.
         -Al parecer te gusta tomar fotos de todas las personas que encuentras en la calle
         Comenté tras aclarar mi garganta y en verdad me esforcé por sonar tranquilo.
         -No de toda la gente. Siempre que noto algo especial en alguien me dan ganas de fotografiarlo. Por ejemplo tú. Justo hace un momento, mientras mirabas al cielo, parecías estar soñando con algo bastante agradable, era como si estuvieses deseando que nevara para poder tocar los primeros copos de nieve de la temporada
         Escuchar esas palabras provocó que mis ojos se abrieran como platos, mi respiración cesó por unos instantes y en mis oídos solo podía escuchar el latir de mi corazón.
         ¿Cómo era posible que el supiera algo así? ¿Acaso eran tan transparente que cualquiera que me hubiese observado detenidamente lo hubiese notado? ¿O es que acaso era algo que solo él podía notar?
         Ante el remolino de preguntas que inundaban mi cabeza, tragué saliva con dificultad e intenté recuperar la cordura.
         -¿Así que esa impresión te di?
         -¿Estoy equivocado?
         La forma en la que formulo su pregunta fue tan inmediata que me sorprendió con la guardia baja. Me daba la impresión de que quería seguir conversando conmigo.
         -Totalmente equivocado
         Mentí sin reparos. No estaba del todo seguro de querer admitir algo tan personal con alguien a quien ni siquiera conocía.
         -Entonces, ¿En qué pensabas?
         La forma en la que formuló su pregunta me hizo pensar que tal vez no estaba muy satisfecho con saber que su suposición había sido la incorrecta. Así que decidí divertirme un poco.
         -Pensaba en el delicioso curry que me espera en casa como recompensa por haber presentado mi examen para la universidad. Seguramente mi madre debe estar terminándolo justo ahora.
         Y sonreí satisfecho de haber realizado mi pequeña e infantil travesura. Él no me conocía, así que podía darme el lujo de actuar como yo quisiera.
         -¿Pensabas eso con esa sonrisa, mientras mirabas al cielo y suspirabas?
         Yo no recordaba haber suspirado.
         -¿Qué? ¿Ahora piensas que has perdido tu tiempo tomándome esa fotografía? Discúlpame si no represento el arte que querías expresar
         Refunfuñe mientras metía mis manos en los bolsillos del abrigo. La temperatura comenzaba a disminuir un poco. Con toda seguridad nevaría en cualquier instante y eso me hacía sentir emoción.
         -Bueno, es verdad que resulta un poco decepcionante, y con toda seguridad no seré capaz de exponer esta fotografía algún día con el título “El chico que anhela la primera nevada” porque estaría estafando a un montón de gente. Pero aún me queda la fotografía de la vez pasada, a esa si que le puedo poner un buen titulo y no quiero que me reveles la verdad de tus pensamientos de ese día, por favor
         Y de nuevo me reí.
         De alguna forma resultaba bastante sencillo hablar con él.
         -¿De verdad? Porque puedo revelártelos, así podrías considerar si estafas a las personas o decides no exponer jamás una fotografía mía.
         Y el sonrío. Solo para mi. Y el mundo dejó de ser gris y aburrido.
         Pude ver en su sonrisa a un chico que suele sonreír a menudo, que no le importa lo que el mundo pueda pensar, él es libre de hacer lo que quiera.
         -Supongo que no debí revelarte que planeo exponer mis fotografías. Podrías intentar sacar provecho de eso algún día y tendría que darte dinero o hacerte algún favor.
         Me reí de nuevo.
         -¿Eso piensas de todos a los que les has tomado una fotografía o solo de mi? Porque no creo lucir como alguien que suele ir por la vida estafando a jóvenes de instituto que sueñan con ser famosos fotógrafos.
         El frunció el ceño y se esforzó por ocultar su divertida sonrisa.
         -¿Tú que sabes de mis sueños?
         -Me dijiste que te gusta tomar fotos. Incluso lo hiciste mientras hacías énfasis en mostrarme tu elegante cámara profesional. Eres estudiante de instituto, y eso lo sé porque llevas uniforme. Tan solo he sido lógico en deducir que eres un chico de instituto que anhela ser un fotógrafo profesional. No ha sido nada complicado de adivinar, créeme.
         -Bien. Pero te has equivocado un poco. No es que sueñe con ser un fotógrafo profesional. Voy a ser un fotógrafo profesional.
         Su seguridad me dejó sin aliento. La forma en la que me decía esas palabras era muy diferente a la certeza que yo tenía de aprobar el examen a la universidad. Su sinceridad y confianza eran muy diferentes a mi decisión vacía de aprobar un examen solo para no complicarme la vida.
         -Es… es bueno saberlo…
         No pude decir nada más. Me sentía abrumado ante él y también avergonzado. Jamás imaginé que conocería a alguien que me hiciera sentir tan pequeño en un instante.
         -Así que piensa bien cuanto dinero pedirás en cuanto veas una exposición mía.
         -O que favor pediré, también.
         Nos miramos fijamente y sonreímos. No sé cuanto tiempo pasó entre nosotros mientras nos observábamos fijamente, para mi pudieron haber sido horas y en realidad fueron tal vez algunos segundos.
         -Supongo que también has venido a presentar tu examen para la universidad.
         Comenté en un intento por alargar nuestra conversación. No quería que aquel momento acabara.
         -Como muchos de los estudiantes que hay por aquí. Debo decir que, después de mi, luces bastante tranquilo y seguro de que aprobarás.
         -Voy a aprobarlo. Aunque aún no sé bien para qué.
         El pareció sentir curiosidad por mi respuesta, pero supongo que no pensó prudente el preguntar. Tal vez porque ni siquiera nos conocíamos bien.
         -Pues entonces hagamos un trato. Si en verdad logras ingresar a la universidad, al igual que yo, reunámonos de nuevo. Y en esa nueva ocasión aprovechemos para conocernos mejor, incluso podrás decirme tu nombre.
         -Y yo que pensaba que me darías tu nombre ahora.
         Respondí a su invitación en tono de broma. Pero él me miró tan fijamente que seguramente mi broma pasó inadvertida.
         -Si pienso darte mi nombre. A cambio, pediré el tuyo para la próxima ocasión que nos veamos. Es así como pienso que desearás con verdadero fervor ingresar en la universidad. ¿Qué opinas?
         Tan solo pude reírme. Pero mi risa no fue como las anteriores, estaba tan nervioso que mis manos temblaban un poco, al igual que todo mi cuerpo. Pensé en culpar al frío por aquel escalofrío, pero era consiente de que mi cuerpo era ajeno a la baja temperatura de mi alrededor.
         -Así que para ti, no tengo “verdadero fervor” por ingresar a la universidad. Que gracioso…
         Me mordí un poco el labio, después sonreí ligeramente y bajé la mirada. Era extraño pensar en como aquel chico era capaz de ver a través de mi con tanta facilidad. Era eso o tal vez solo estaba adivinando y diciendo palabras al azar para lograr impresionarme.
         Naturalmente, ésta segunda idea no me parecía tan real como la primera. Cuando levanté la mirada, él continuaba mirándome fijamente.
         -Me llamo Yuto. Nakajima Yuto. Te veré dentro de tres meses en la universidad y tendrás que decirme tu nombre. No lo olvides.
         Me regaló una radiante sonrisa, levantó su cámara de nuevo y me tomó una fotografía más. Después se marcho con paso lento y relajado.
         Yo solo pude observar como se alejaba poco a poco y su figura desaparecía entre las personas que transitaban por la misma calle. Tragué saliva con dificultad y sentí que mi corazón latía con fuerza, como si intentara decirme que con toda seguridad no olvidaría lo que acababa de ocurrir.
         Segundos después, comenzaron a caer los primeros copos de nieve.
         La primera nevada había llegado.
         Los fríos copos de nieve caían sobre mi cabeza, sobre mis hombros y mis pies. Y aún con el corazón acelerado y el rostro sonrojado, no fui capaz de moverme, ni siquiera para sacar las manos de los bolsillos y sentir la nieve en mis manos como tanto anhelaba.
         Solo tardé un par de minutos en reaccionar.
         Justo cuando, por más que me esforzara, ya no era capaz de ver su espalda alejarse entre la multitud.
         Solo entonces volví a ser yo. Regresé de ese mundo lleno de color al que él me había transportado y poco a poco el frío fue calando mi piel.
         Quite la poca nieve que ya había sobre mi cabeza y hombros y con una sonrisa miré al cielo, mientras capturaba entre mis dedos algunos copos de nieve.
         Aquel día no solo había traído la primera nevada. También me había dado su nombre. Aquel chico de largas piernas y sonrisa radiante tenía un hermoso nombre que repetí en mi cabeza durante todo el camino a casa.
         Yuto.
         Yuto.
         Yuto.

Jamás imaginé que esperaría con tanta ansiedad a la publicación de los resultados del examen. Yo estaba seguro de que la persona más impaciente sería mi madre, pero las cosas habían cambiado.
         Muchas veces intenté alejar la idea de mi cabeza, incluso pensé que, aunque entrara en la universidad, tal vez Yuto no lo haría. También intenté pensar en que habíamos aplicado para escuelas diferentes, pero era obvio que todos los alumnos aquel día habíamos aplicado para la universidad de Tokio.
         Los días pasaban lentos y cada uno me parecía durar más que el anterior. Disfruté poco de los días de nieve y solo podía contemplar fijamente el calendario. Marcaba los días con impaciencia y cada que salía a la calle miraba muy bien a mi alrededor, tal vez podría encontrarme con él antes de tiempo y no tener que esperar un día más.
         Fue así que pensar en él fue siendo lo más natural del mundo. Lo hacía al despertar, mientras cepillaba mis dientes, al desayunar, cuando caminaba por las calles, al tocar la nieve, el instante en que me detenía a ver el cielo grisáceo, cuando intentaba perder el tiempo viendo la televisión, incluso en los libros que intentaba leer todos los personajes llevaban su nombre en mi cabeza. Pensar en él se volvió mi habito.

Una mañana, la voz emocionada de mi madre me despertó de repente. La noche anterior había fracasado en mi intento por dormir y cuando al fin lo había logrado ya casi amanecía. La razón de mi desvelo era la misma que tenía mi madre para ir a despertarme con tanto entusiasmo.
         -¡Hoy publican los resultados del examen a la universidad! ¿Qué haces aún en la cama? ¡Levántate ya!
         De mala gana salí de la cama, si acaso había dormido tres horas a lo mucho. Sentía mi cabeza enorme, como si se hubiese convertido en un globo gigantesco lleno de helio. Mis ojos estaban hinchados por el desvelo y en general todo mi cuerpo pesaba más de lo normal. Aún así me alisté para salir a ver los resultados del examen. Dentro de mi revoloteaban dos ilusiones; uno, ver mi número de estudiante en la lista de aprobados y, dos, encontrarlo en el mismo lugar. Sin lugar a dudas la segunda opción me emocionaba más que la primera.
         En mi mente no dejaba de escuchar las palabras que me dijo aquel día: “Te veré dentro de tres meses en la universidad y tendrás que decirme tu nombre. No lo olvides.”
         A penas estábamos en Enero y las clases iniciarían en Marzo. Según sus palabras, faltaban dos meses para vernos de nuevo. Pero yo no estaba listo para esperar más tiempo. Me sentía decidido a verlo aquel día, sin importar que tuviese que quedarme ahí plantado hasta que apareciera.
         En cuanto terminé de desayunar noté que mi madre ya me esperaba en la puerta con mi abrigo listo.
         -Ven lo más rápido que puedas para que me des la buena noticia. No te demores y no se te ocurra ir a ningún otro lado, solo por hoy ¿si?
         La miré con el semblante más relajado y tranquilo que pude disimular. De ninguna manera le diría que tal vez no regresara a casa tan rápido como ella deseaba, estaba seguro de que si se lo decía era capaz de acompañarme.
         -Descuida, en cuanto logre llegar a la pizarra de resultados, te llamaré, así no tendrás que esperar hasta que vuelvas.
         -¡Buena idea! Así podre prepararte algo delicioso para cuando regreses. Incluso podré avisarle a tu padre para que festejemos juntos esta noche. Entonces, no te olvides de llamarme de inmediato ¿de acuerdo?
         Sonreí y asentí con la cabeza mientras me terminaba de poner los zapatos. Tomé el abrigo de las manos de mi madre y me despedí de ella con la más radiante y sincera sonrisa que en mucho tiempo no le había dedicado.

En cuanto llegué al lugar en donde se exhibían los resultados a penas podía respirar, a pesar del frío que hacía yo estaba sudando y podía sentir que mi cuerpo temblaba ligeramente. Todo esto debido a que desde el momento en que bajé del autobús mis piernas comenzaron a correr a toda velocidad. Sabía que no tenía tiempo que perder.
         Me pareció un poco extraño y curioso que hubiesen pocos alumnos revisando los resultados. Tal vez había llegado demasiado temprano y con el transcurso del tiempo llegarían más. Pensar eso me hizo sentir aliviado y seguro de que aún tenía mi oportunidad.
         Creo que tardé más tiempo en mirar bien a mi alrededor e inspeccionar los rostros de los jóvenes que se iban acercando, que en lo que encontraba mi número de estudiante en la lista de alumnos aprobados.
         Sonreí satisfecho y mientras me apartaba de la pizarra de anuncios y sacaba mi teléfono móvil del bolsillo de mi abrigo para anunciarle a mi mamá la buena noticia. Es fácil imaginarse la emoción en su voz y los comentarios llenos de ilusión sobre un mejor futuro para mi. Hablaba tan rápido que me sentí feliz por haberla hecho sentir tan orgullosa.
         -Vuelve pronto a casa, debemos preparar todo para celebrar.
         -No creo poder volver tan rápido, quiero ver a… a unos amigos primero. Quiero saber que tal les ha ido y si han logrado aprobar también. Prometo que llegaré antes de la cena ¿esta bien?
         -De acuerdo, lo que tu quieras será a partir de ahora. Te lo mereces.
         Y por primera vez me creí aquello. Supongo que si me lo merecía después de haberme convertido en un esclavo del estudio durante tantos años.
         Estaba claro que yo no pensaba volver a casa pronto, yo tenía toda la intensión de plantarme en aquel lugar y esperar pacientemente a que Yuto apareciera. Me sentía tan ilusionado por la idea que dejó de parecerme extraño que pocos alumnos se pasaran por ahí para revisar los resultados.

El tiempo transcurrió lento y aburrido. Sin embargo ya había tenido un mes de tortura con tanta espera, estaba convencido de que unas cuantas horas no serían nada.  
         Miré mi reloj y noté que habían transcurrido tres horas. Me sentía cansado, con frío y comenzaba a tener hambre. ¿Por qué no aparecía? ¿Qué acaso no le interesaba saber los resultados? ¿O acaso habrá venido mucho más temprano y yo no me había dado cuenta?
         Supongo que asumí que yo era el que había llegado a primera hora, pero si me ponía a pensarlo con detenimiento, en el momento que yo llegué ya había transcurrido media hora desde la publicación de los resultados.
         Comencé a decepcionarme y a sentirme tonto. ¿Por qué me tomaba tantas molestias en esperar a alguien a quien a penas conocía?
         Claro, había aceptado que me gustaba, incluso me había sentido muy feliz al verlo por segunda vez y haber podido hablar con él un poco más, pero eso no garantizaba que él estuviese esperando para verme también. Tal vez para él yo era un chico extraño a quien por casualidad le había tomado una fotografía y había resultado graciosa la forma en la que salió corriendo como si huyera de algo aterrador.
         -Tal vez solo se ríe de mi.
         Susurré en voz baja mientras me acomodaba mejor la bufanda y comenzaba a perder todas mis esperanzas. Sabía que tal vez estaba exagerando las cosas como lo hacen las chicas cuando están enamoradas, aquello me hacía sentir aún más tonto. Pero no podía evitarlo, mientras más tiempo pasaba, más seguro estaba de que perdía mi tiempo estando ahí de pie esperándolo.
         -No vendrá…
         Y solté un pesado suspiro que dejó un gran rastro de vaho. Ya estaba cansado del frío y de la incertidumbre, pero sobre todo de sentirme como un idiota esperando por nada.
         Estaba decidido a marcharme, volver a casa y fingir que nada malo ocurría, celebrar con mis padres y después encerrarme en mi habitación hasta Marzo. Pero entonces una conocida voz me llamó y todo el mundo a mi alrededor se paralizó.
         -Aquí estás.
         Levanté la mirada y lo vi. De pie a unos cuantos pasos de distancia. No tenía idea en qué momento había aparecido pero ahora era lo que menos me importaba. Tragué saliva con dificultad e intenté saludarlo con naturalidad.
         -Hola. Tú también estás aquí.
         Por más que me esforcé mi voz falló vergonzosamente, saliendo temblorosa y sin lugar a dudas reflejé todo el anhelo que me había estado guardando.
         -Parece que esperas a alguien. ¿No será a mi, verdad?
         Y me sonrió como quien acaba de decir algo divertido y gracioso. Una broma. Pero para mí no era una maldita broma. Yo en verdad lo había estado esperando y en esos momentos no tenía ganas de ocultar nada.
         -Si, te esperaba. Es gracioso, ¿verdad?
         Bajé la mirada avergonzado y al no escuchar una respuesta lo miré tímidamente. Él me miraba con completo asombro. Sus ojos estaban tan abiertos y sus mejillas dejaron ver un pequeño sonrojo. Quise creer que aquel rubor se debía al frío que hacía, pero algo dentro de mi estaba seguro de que mi respuesta era la causa.
         -¿En verdad? ¿Estás diciendo que… en verdad me… me estabas esperando?
         Su voz comenzó a sonar tan torpe y atropellada como la mía. Supongo que ahora ambos nos sentíamos avergonzados. Pero no iba a retroceder.
         -Si. Sé que dijiste que nos veríamos una vez iniciadas las clases, pero supuse que esta podría ser una buena oportunidad para no… para no tener que… ¡Para no tener que esperar tanto!
         Me sorprendí de escucharme gritar las últimas palabras. Sin darme cuenta estaba desbordando toda la ansiedad que había sentido mientras esperaba a que apareciera.
         -No imaginé que fueses a tomarte mis palabras tan… en serio.
         -Pues lo hice.
         Él se sonrió un poco y por un instante pude relajarme. Me di cuenta de que ambos estábamos igual de sorprendidos, nerviosos y avergonzados.
         -Creí que no vendrías…
         Le confesé en voz baja mientras desviaba un poco la mirada. Era consiente de que estaba mostrándole una parte muy débil de mi, pero a estas alturas poco me importaba aquello.
         Él se rió.
         -Bueno, ahora ya puedes revisar los resultados vía internet ¿sabes? Ya no hay necesidad de venir hasta aquí para saber si lograste ingresar.
         Supe de inmediato que mi rostro se puso rojo como un tomate gracias al calor bochornoso que invadió toda mi cabeza. Por alguna razón omití esa información en algún momento.
         -Supongo que no tenías la menor idea ¿cierto?
         -Supones bien, más o menos…
         -¿Por qué “más o menos”?
         -Porque si sabía, solo que de alguna forma esa información se borró de mi mente y por ello estoy aquí, creyendo que todo el mundo vendrá a ver sus resultados.
         -¿Y entre ese “todo el mundo” estoy yo?
         Asentí tímidamente con la cabeza y mordí un poco mi labio. Volvía asentirme como un tonto, pero aún así estaba feliz.
         -Pero… si has consultado tu resultado vía internet, ¿qué haces aquí? No había razón para que te aparecieras por aquí, ¿o me equivoco?
         Esta vez me esforcé en sonar directo e inquisitivo. Estaba deseando escuchar su respuesta y ver su expresión. Quería verlo en aprietos intentado encontrar una escusa. Tuve éxito.
         Miró nervioso a su alrededor, rascó su nariz un poco, como si de una manía se tratase, y por último sonrió con torpeza.
         -Tenía la ligera sospecha de que si venía, te encontraría.
         -¿Aunque ya hubieses revisado tus resultados en casa?
         -Digamos que… tuve una corazonada.
         Me reí. De alguna manera encontré su respuesta adorable.
         -Buena corazonada.
         Nos miramos y sonreímos. Esta vez sentí que había cambiado algo entre nosotros. No sentí nerviosismo alguno, solo me relajé y disfruté de su presencia. Mis pensamientos se aclararon y lo siguiente que dije salió sin más.
         -Ryosuke. Me llamo Yamada Ryosuke.
         Me sonrió de nuevo y yo hice lo mismo.
         -Mucho gusto.
         -¿Puedo decirte “Yuto”?
         Pregunté de prisa. Debía actuar rápido antes de perder el valor que me quedaba. Estaba seguro que no me quedaba mucho tiempo para ser tan audaz.
         -Si. Entonces yo te diré… ¿Cuántas personas te dicen “Ryosuke”?
         Lo miré extrañado, pero aún así respondí a su pregunta.
         -Mis padres, mi hermana me dice “Ryo” o “idiota”, según se sienta.
         -Ya veo. ¿Y que me dices de “Yama-chan”?
         -¡Nadie me dice así!
         Exclamé avergonzado.
         -Pues ahora ya hay alguien. Yo.
         No estaba muy seguro de querer ser llamado de esa forma, pero algo me decía que sería inútil intentar hacerlo cambiar de opinión, así que me resigné de inmediato.
         -Supongo que ignoraras el hecho de si estoy de acuerdo o no. Estoy seguro de que simplemente lo harás.
         A pesar de mi comentario, sonreí para que supiera que no me molestaba del todo que me llamara así.
         -Ahora que ya sabemos nuestros nombres y que de alguna manera ya no somos extraños. ¿Te gustaría pasar el rato conmigo? Podría invitarte algo, ya sabes, como celebración por haber aprobado el examen.
         -Si tu me invitas algo, yo también tendré que hacerlo, ¿no?
         -Dejemos eso para ¿otra ocasión?
         Y así, con esa sonrisa insinuante me dejé llevar. Había dejado la puerta abierta para una próxima ocasión y sin dudarlo, yo estaba decidido a crear otra oportunidad.
        
Fue así que me fui con él. Obviamente no llegué a tiempo para la hora de la cena. Estuvimos en una cafetería platicando por horas. ¡Muchas horas!
         Me contó todo lo que pudo sobre él, lo mucho que ama la fotografía, lo fácil que había sido aprobar ese examen de admisión ya que el estudio se le daba bastante bien. Hizo una detallada lista de lo que le gustaba comer, lo que le era pasable y lo que definitivamente odiaba. Habló sobre sus gustos musicales, literarios y deportivos.
         Coincidimos en algunas cosas, nos sorprendimos en otras y nos prometimos compartir otras tantas.
         Yo le conté sobre mi, mi familia, la escuela y mi falta de motivación para encontrar una carrera que me atrajese. Él me animó con una sonrisa y me aseguró que encontraría mi camino en algún momento. Y en verdad lo creí así.
         Mi madre decidió perdonarme por haber llegado tarde, después de todo era el momento en que no había nada que hiciera que pudiese arruinar la emoción del día.  Así que después de recalentar la comida, pude disfrutar con mis padres de una deliciosa cena. Sonreí como hace tanto tiempo no sonreía y mis padres atribuyeron esa sonrisa al éxito que había alcanzado. No tenían ni idea de que mi felicidad radicaba en el simple, pero hermoso, hecho de que había pasado toda la tarde junto a un chico maravilloso, que me hacía sonreír y que me brindaba la promesa de un futuro fantástico.

El primer hábito que me formé después de conocerlo fue pensar en él todo el tiempo, a cualquier hora y en cualquier momento. Después de ello ambos nos formamos el hábito de vernos cada tarde y pasar el tiempo juntos. Yuto decía que debíamos aprovechar todo el tiempo posible antes de que fuésemos tragados por las tareas de la universidad.
         Pasaron los días y transcurrieron dos meses. Justo el primer día de clases, el tomó mi mano y me acompañó a la facultad que al fin había elegido. Literatura.
         -Lo harás bien.
         Yo me sentía nervioso y emocionado, pero sobre todo me sentía a salvo al tenerlo cerca de mi. Tal era mi confianza que no dudé en entrelazar mis dedos con los suyos  así, en ese instante, ambos supimos que el lazo que nos unía se había vuelto más fuerte.
         Nos dimos cuenta de que en ese momento dejamos de ser amigos. Los sentimientos estaban a flor de piel y ambos lo notamos.
         El me miró fijamente.
         Yo lo miré de vuelta.
         Y sin importar el mundo que nos rodeaba, nos acercamos lentamente, dejándonos llevar por aquella fuerza que nos unía cada vez más y cuando me percaté de nuestra cercanía sus labios ya estaban sobre los míos.
         Fríos, dulces y con sabor a café.
         Lo besé de vuelta. Lentamente y con un poco de timidez. Después nos separamos y nos miramos fijamente. No hacían falta palabras entre nosotros, simplemente continuamos mirándonos así, con dulzura y anhelo. Al final unimos nuestras frentes y sonreímos.
         -Te veré después de clases.
         Susurré para que solo él pudiera escucharme.
         -Esperaré ansioso.
         Nos separamos lentamente y, con la promesa de vernos más tarde, cada quien emprendió su camino dentro de la universidad.

Es curioso como un pequeño encuentro puede cambiar tu vida tan drásticamente. Jamás imaginé que una persona pudiese permanecer en mi mente por tanto tiempo. Tal vez se deba a que me hice del habito de pensarlo sin falta cada día, por más de 28 días. Y lo haré por siempre.

FIN


Epílogo

La primera vez que vio aquel hermoso rostro, esa sonrisa llena de ilusión y esos ojos profundos, se quedó sin aliento.
Desde que tuvo su primera cámara, para Yuto era una costumbre tomar fotografías en la calle. Capturaba con su lente objetos, paisajes, personas, animales. Lo que fuese que encontrara en su camino de regreso a casa que le pareciera interesante.
         Y justamente ese día, que volvía del instituto, se encontró con un chico que acariciaba gentilmente la cabeza de un perro. Un adorable Golden Retriever que llevaba en el hocico una pelota y movía la cola con alegría mientras disfrutaba de las caricias.
         -Eres muy inteligente y hermoso. ¿Quieres que lance la pelota de nuevo?
         La forma en la que le hablaba al perro le resulto tierna y sin darse cuenta ya no podía quitarle la mirada de encima.
         En cuanto el chico tomó la pelota para lanzarla de nuevo, Yuto preparó su cámara, y justo en el momento en que éste lanzó la pelota, él presionó el obturador y así obtuvo una imagen de un chico con el brazo en el aire y una amplia sonrisa en el rostro.

En cuanto imprimió la foto, en blanco y negro, y la colocó en su pizarra de fotos favoritas, se le hizo el habito de mirar aquella imagen cada mañana, así partía a la escuela con una amplia sonrisa y un palpitar extraño en el corazón.

Meses después se encontró al mismo chico, que en lugar de jugar con un perro pisaba con cierta ilusión las hojas secas que se encontraban en el suelo. Y una vez más no pudo evitar el tomarle una fotografía. Sin embargo ésta vez fue descubierto y con sorpresa observó como aquel chico salía corriendo.
         -Tal vez debí ser más discreto
         Susurró para sí mientras lo observaba desaparecer entre la gente. Sin embargo no se sentía del todo avergonzado. Una gran parte de él se sentía feliz. Aquel hermoso chico lo había notado. Al fin.