miércoles, 20 de abril de 2016

[MiniFic] Quédate - Cuarta Parte ~FINAL~

-Cuarta parte-

Quédate. 

En cuanto Kei llegó a casa dejó sus cosas sobre lo primero que encontró, que esto fue una pequeña mesa de madera cerca de la puerta, y sin más se dirigió al sillón y se tumbó sobre él de un golpe. Quedó boca abajo, con la cabeza hundida en un cojín. Su respiración seguía agitada, seguía emocionado por lo que acababa de ocurrir, aún no podía convencerse en realidad de lo que había hecho. De lo que se había atrevido a hacer. Y lo mejor de todo fue que Daiki no lo rechazó, no pareció molesto o perturbado, al contrario, le había respondido. Aquello tenía que significar algo importante, ahora se sentía más seguro de que tal vez no era el único con ese sentimiento tan grande a punto de explotar en su pecho. Estaba seguro de que Daiki debía sentir algo similar. 
Con movimientos lentos se giró para quedar boca arriba, ahora miraba fijamente hacia el techo mientras la sonrisa no desaparecía de su rostro. Algo le decía que iba a ser imposible dormir aquella noche así que, recordando lo sucedido antes de encontrarse con Daiki, se decidió a practicar en el piano y afinar los detalles que tenía pendientes, después de todo se sentía más que motivado. Estaba inspirado. 


A la mañana siguiente, al igual que el día anterior, Daiki despertó temprano y bajó a tomar su desayuno. Esta vez su madre no pareció sorprendida, tal vez pensaba que se estaba formando nuevos hábitos y eso la complacía. Aunque lo único que no la dejaba contenta era saber que una vez más Daiki deseaba ir caminando hacia la escuela, pero como no tenía muchos ánimos de discutir, no le quedó más que aceptar y verlo partir. 
Para Daiki eso era bueno. No tenía intensión de discutir con nadie ni de permitir que nada le arruinara su buen estado de animo. Estaba seguro de que nada podía arruinarlo, no después de lo que había sucedido el día anterior con Kei… 
Kei. 
Con tan solo recordarlo sus mejillas ardían de vergüenza y su corazón latía rápidamente. Antes de salir de casa se miró en cada espejo como una docena de veces. Quería lucir bien pero no tan exageradamente, no deseaba dar la impresión de haberse esforzado demasiado en verse bien para él. Aquello era realmente muy tonto, pero se sentía tan nervioso y ansioso que no tenía idea de cómo debía hablar, moverse y hasta respirar en cuanto lo encontrara. Porque estaba seguro de que lo volvería a ver, de eso no cabía duda alguna. Se lo había asegurado después de besarlo de esa forma tan… sorprendentemente encantadora. 
Y el sonrojo volvió. Al parecer no iba a ser capaz de controlarse en todo el día. 
-¿Le ocurre algo malo? ¿Se encuentra enfermo?- Le preguntó el chofer mientras se daba cuenta de cómo el rostro de Daiki se volvía ligeramente rojo y que aún seguía parado frente al automóvil, observando su reflejo como un idiota. 
-Estoy perfectamente. Te veré en la tarde- Respondió tratando de aparentar normalidad. Aunque aquello seguía siendo extraño. Su torpeza era más que evidente, pero aún así continuó actuando como si estuviese perfectamente. Y en verdad lo estaba, se encontraba mejor que nunca, de eso estaba seguro. 

La sensación de un gran vacío en el estomago y un terrible dolor de cabeza lo hicieron despertar. No tenía idea de la hora que era. Miró a su alrededor y se encontró sobre el sillón de la sala. Recordó haber practicado hasta tarde y haber cenado solo un paquete de onigiris a punto de caducar. Era evidente que aquello no le era suficiente para alimentarse como debía, tenía hambre, y mucha. 
Dando un gran bostezo buscó a tientas su teléfono móvil, el cual recordó que seguía en el bolsillo de su pantalón. Al mirar la hora en el aparato se sintió tranquilo, no era tan tarde como imaginó, podía alistarse y salir para encontrar a Daiki. 
Daiki. 
Pensar en su nombre le hizo sentir una explosión de emociones dentro de su pecho, se sentía capaz de saltar y girar por toda la estancia. Pero el gruñido de su estomago lo hizo recapacitar y optó por ir a la cocina y buscar algo decente para el desayuno. 
Grande fue su decepción cuando, al abrir el refrigerador y cada una de las puertas de la alacena, no encontró más que un paquete de ramen instantáneo. Aquello era realmente frustrante ya que en verdad se moría de hambre. Volvió a mirar, impaciente el reloj. Tenía tiempo así que decidió mejor darse prisa. Subió corriendo las escaleras hacia su habitación, se dio un baño veloz y después de quince minutos ya estaba listo para partir. Revisó que llevara dinero suficiente, las cosas que necesitaba para sus clases y las partituras para la practica de esa noche. Una vez que todo estuvo comprobado y que estaba seguro de no olvidar nada, tomó sus llaves y salió de casa. 
Justo cuando emprendía el camino acostumbrado, después de haber avanzado un par de metros, recordó que debía ir en dirección opuesta para conseguir algo que desayunar, así que a toda prisa cambió la dirección de su camino. Sabía bien a donde ir, no es que tuviera muchas opciones y tiempo para pensar en otro lugar. 
Mientras caminaba, no dejaba de pensar en que cada vez faltaba un minuto menos para ver a Daiki una vez más. ¿Cómo reaccionaria al verlo? ¿Estaría enfadado después de su pequeño atrevimiento del día anterior? ¿Querría golpearlo? ¿Lo ignoraría? O… tal vez… 
A Kei le emocionó el pensar de pronto en las posibilidades positivas, quería y deseaba que así fuera, no soportaría ser odiado por él. Kei no era de las personas que se arrepienten de lo que hacen y esta vez no sería la excepción, pero aún así una parte de él estaba preocupado. 
Aunque esa preocupación no era suficiente para que no se sintiera feliz y radiante. A medida que sus pasos lo acercaban al lugar en donde compraría algo para desayunar, el cual era un pequeño Starbucks, pensaba una y otra vez en él y sin querer, repetía su nombre en voz baja. 
-Daiki. Daiki. Daiki. Daiki- Decía una y otra vez. Cambiando de vez en cuando la entonación, haciéndolo con voz seria, enojada, feliz, infantil, aguda, grave, en fin. A Kei le encantaba como sonaba aquel nombre y lo que significaba ahora. Siempre que lo pronunciaba llegaba a él su rostro, su sonrisa, su tierna mirada y a veces curiosa, su voz, su forma de caminar, su rostro concentrado mientras estudiaba y muchas más. 
En el momento en que llegó a la barra de aquel café y pidió un latte con leche de soya y un panini, el chico que lo atendía le preguntó su nombre para anotarlo en el vaso y él soltó lo primero y único que había en su cabeza. 
-Daiki- 
-Bien, Daiki-san, su café y bocadillo estarán listos del otro lado de la barra- Y dicho esto le entregó el ticket con su orden. Hasta ese momento Kei aún no era consiente de lo que había dicho y esperó paciente a que su orden estuviese lista. 
Minutos después, una chica puso sobre la barra un café y una bolsa de papel que llevaba dentro el panini. 
-¡Daiki-san!- Exclamó la chica mientras leía el nombre del vaso de café. Kei se sorprendió, su corazón latió rápidamente y miró a su alrededor. Pensando que tal vez él también se encontraba por ahí. Miró con ansía entre la gente, esperando ver su rostro aparecer por ahí. Y justo cuando estaba concentrado en ello, alguien tocó ligeramente su hombro y lo llamó. 
-Daiki-san… su orden está lista- 
Kei se giró confundido mientras observaba a la chica que se refería a él con el nombre de Daiki. Después miró su orden y la chica estaba en lo correcto, esa era su orden, pero no su nombre. Entonces fue consiente de lo que había hecho. Sonrió para sí con torpeza y tomó su café y la bolsa de papel que contenía su panini.  
Cuando salió del lugar, miró su café con una sonrisa. Había estado repitiendo para sí tantas veces el nombre de Daiki que lo había dicho sin pensar en aquel lugar y solo había provocado que lo vieran como un idiota al no responder por su orden. 
Sonriendo, emprendió el camino mientras le daba unas cuantas mordidas a su panini y tomaba de su café bien caliente. 

Con un andar relajado y a la vez inquieto, Daiki llegó a la misma esquina, frente al mismo semáforo que el día anterior. Miró curioso a su alrededor, buscándolo. Le echó un vistazo a su reloj, tal vez aún era muy temprano, o tal vez era más temprano que la vez anterior. Fue entonces que deseó haber quedado a una hora fija en lugar de seguir con la incertidumbre del tiempo. 
Lentamente el número de personas que esperaban a que la luz del semáforo cambiase incrementó y Daiki no hacía otra cosa que mirar a quien se acercaba, decepcionándose al no encontrarlo. 
Fue así que su mente pasó de un gran positivismo a un tormentoso, doloroso y oscuro lado negativo. Cosas como “¿Y si se ha arrepentido? ¿Si en realidad no quería… besarme? Seguramente prefiere no volver a verme” 
Supo al instante que parecía una colegiala enamorada, estaba exagerando, pensando en lo peor cuando seguramente solo se había retrasado un poco. 
Sin embargo su incertidumbre no hizo más que aumentar en cuanto notó que la luz del semáforo cambió y las personas comenzaban a cruzar. No tenía idea de si había llegado demasiado temprano o si solo estaba esperando en vano. De pronto comenzó a dudar, podía seguir ahí de pie, esperándolo pacientemente un poco más, o cruzar de una vez por todas y así acabar con esto. No sabía bien que debía hacer. Estaba confundido, asustado y se sentía vulnerable. Las cosas que más odiaba sentir. 
De pronto, la luz cambio una vez más y su oportunidad de cruzar se esfumó, fue entonces que decidió mentalizarse en que era buena idea esperarlo, algo le decía que valía la pena y que tal vez había llegado demasiado temprano. Así que de nuevo se quedó solo en aquella esquina, con el semáforo en rojo frente a el y unos cuantos autos pasando en dirección opuesta. 
Poco a poco, una vez más, la gente comenzaba a llegar. Y el seguía esperando, mirando de reojo por si lograba verlo acercándose. Casi podía imaginarlo llegando con una sonrisa despreocupada. Para no volver a pensar en cosas absurdas, miró su reloj y comprobó que aún era temprano. 
Y entonces ahí estaba. Inesperadamente alguien se detuvo a su lado y con voz cansada, seguramente por caminar casi corriendo, lo saludó con normalidad. 
-Buenos días- 
Daiki levantó la mirada y lo vio. Estaba ligeramente despeinado y casi podía ver que algunos mechones de su cabello seguían húmedos. Llevaba en una mano un vaso con lo que creyó era café y en la otra una bolsa de papel vacía. 
-Buenos días- Saludó Daiki con voz temblorosa al reparar que lo estaba observando fijamente en lugar de responder. 
-Creo que he llegado un poco tarde. Pero tenía que pasar por algo de desayunar o podría morir en cualquier momento- Agregó Inoo con una sonrisa mientras le daba un trago a su café. 
-Supongo que te has quedado dormido- Comentó Daiki, tratando de relajarse y de conversar con naturalidad. 
-Algo hay de eso- 
Y de pronto, ambos se quedaron callados, mirando al frente y de reojo mirando al otro para saber si se encontraba igual de nervioso. 
Daiki observaba fugazmente como iba vestido, la forma en la que estaba de pie, como sus manos rodeaban el vaso con café y sus ojos parecían cansados. Al volver a ver sus manos, reparó que había algo escrito en el vaso. Sabía que normalmente escribían el nombre del cliente para así poder entregar el café correcto a la persona indicada, pero lo que Daiki lograba distinguir no era una “I” o una “K”… era una “D” seguida de algo que parecía una “A”. 
-¿Qué dice tu vaso?- Preguntó Daiki, lleno de curiosidad. 
-¿Eh?- Reaccionó Kei mientras recordaba que había dado el nombre de Daiki en lugar del suyo. Ahora si que se sentía avergonzado. Justo en el momento en que pensaba como podía evadir la pregunta y ocultar mejor lo que decía el vaso, el semáforo cambió de color, era momento de cruzar. 

Al llegar al otro lado, Kei giró disimuladamente su vaso para ocultar mejor lo que estaba escrito y decidió mejor emprender una nueva conversación. 
-¿Ya sabes bien lo que estudiarás en nuestra adorable universidad de artes?- 
Daiki lo observó mientras arqueaba una ceja inquisitiva, era evidente que Kei estaba cambiando el tema, pero no contaba con que a él no se le olvidaban tan fácilmente las cosas, aún así le siguió la corriente. La siguiente pregunta sería la suya. 
-Diseño. O algo relacionado con la pintura- Respondió un poco avergonzado, era la primera vez que se lo decía a alguien. 
-Así que te gusta dibujar- 
-No tanto así. No son los típicos dibujos en los que plasmas tal cual lo que vez, me gusta crear cosas nuevas, jugar con los colores, las formas y todo eso- 
Kei percibió el entusiasmo en la voz de Daiki y no pudo evitar sonreír, era la misma emoción que él experimentaba cuando tocaba el piano. 
-Entonces estas tomando la decisión correcta. Deberías ir a una de esas visitas en donde les explican las diferentes carreras y las opciones que tiene cada una para que exploten su potencial artístico. Te servirá para enfocarte aún más hacia la carrera que tienes en mente- 
Daiki asintió. La verdad es que no se le había ocurrido que podía ir a una visita a la universidad. Había estado tan concentrado estudiando, tan solo enfocándose en los buenos resultados, que olvido que hacer esa visita también era importante. 
-Preguntaré cuando es que puedo ir a una de esas visitas. Por otra parte, aún no me has respondido que es lo que dice tu vaso- 
Kei se sonrojó levemente, pensó que tal vez Daiki lo había olvidado y casi se sintió victorioso, ahora ya no tenía excusas para no mostrarle. 
-Esta bien, pero promete no reírte de mi- 
Daiki lo observo con mucha más curiosidad. 
-No me burlaré. Muéstrame- 
Y con un suspiro de resignación, Kei se detuvo y poco a poco giró el vaso para que Daiki pudiera leer lo que decía.  
Grande fue su sorpresa al descubrir su nombre ahí. Daiki parpadeó confundido, pensó que tal vez estaba leyendo mal, así que dio un paso hacía Kei y miró más de cerca, comprobando que efectivamente ahí estaba su nombre, lo cual resultaba más extraño de lo que esperaba. Ni siquiera sabía que pensar o como reaccionar. 
-Si, sé que es… extraño- Dijo Kei al notar la expresión en el rostro de Daiki. 
-Bueno, tal vez “extraño” no lo defina del todo, pero algo hay de eso. ¿Por qué está mi nombre en tu vaso de café?- 
Kei se ruborizó un poco e intentó desviar la mirada, mientras Daiki lo observaba con demasiada curiosidad. 
-Es que… estuve pensando demasiado en ti. Desde que desperté hasta que fui a ese lugar para comprar un café yo… pensaba en ti y dije tu nombre en lugar del mío- 
Kei sonrió y Daiki se ruborizó. 
-Vaya… eso si que es…- 
-¿Te parece raro?- Preguntó Kei mientras observaba fijamente a Daiki, mientras este se esforzaba por desviar la mirada y al mismo tiempo intentaba no parecer más nervioso de lo que realmente se sentía. 
-No. No es esa la palabra que buscaba. Es solo que… no logro entender porqué… ¿Por qué dices que estabas pensando en mi?- 
Kei sonrió, dio un paso al frente y la distancia que los separaba ahora era tan mínima que Daiki pudo percibir el suave aroma a shampoo del mayor. 
-¿Por qué no lo haría?- Preguntó Kei mientras que con una mano tomaba el rostro de Daiki, obligándolo así a mirarlo. A Daiki se le erizó la piel al sentir el contacto de la mano de Kei en su rostro. 
Daiki no supo que responder, la mirada de Kei lo tenía atrapado. De nueva cuenta se sentía aislado del resto del mundo. Era como si estar junto a él, así, fuera lo único que importara, sentía que podía ser capaz de cualquier cosa. Así que esta vez fue él quien tuvo el impulso y se decidió a no ignorarlo.  
Sin que Kei se lo esperara, se acercó a él y lo besó. Para lograrlo del todo tuvo que ponerse ligeramente de puntillas, pero aquello no resultó un problema. Mientras los labios de Daiki se encontraban con los de Kei, sus manos se aferraron a su abrigo y sus ojos permanecieron cerrados. 
Para Kei fue una tremenda sorpresa, no iba a negar que si tenía la intención de besarlo, desde la noche anterior sentía la terrible necesidad de volver a probar aquellos labios, pero que Daiki hubiese tomado la iniciativa lo hacía diferente, lo hacía más que especial y sin más que esperar, cerró sus ojos y respondió a aquel tímido beso. Tomo entre sus manos el rostro de Daiki y pudo sentir como éste buscaba aferrarse a su cuello con sus dedos fríos y temblorosos. 
Aquel contacto se convirtió en un juego de labios y lenguas. Tan lento, acompasado e íntimo que para ambos el mundo que los rodeaba desapareció, el tiempo no importaba, solo deseaban seguir experimentando aquello que los hacía sentir flotar entre nubes, ni siquiera les faltaba el aliento, sus suaves movimientos los hacían disfrutar más del otro en cada roce, en cada unión de sus labios. 
Lentamente se separaron, pero sus frentes se unieron, y aún con los ojos cerrados, ambos sonrieron, sintiendo que el otro también lo hacía. 
-Eres tan…- dijo Kei, sin lograr encontrar la palabra adecuada. Se sentía tan embriagado de todo lo que era Daiki que le era imposible definir aquello con una palabra. 
-Dulce- agregó Daiki al sentir aún el sabor a café en sus labios. Le gustaba, era delicioso y quería probarlo de nuevo. Estaba seguro de ser capaz de dar cualquier cosa a cambio de poder besarlo por siempre. 
-Adictivo- concluyó Kei después de escuchar lo que Daiki había dicho. Para Kei, sin duda alguna, Daiki le era adictivo. Desde el primer momento en que lo vio no pudo dejar de pensar en él, y justo ahora se sentía incapaz de dejarlo ir. 
-Jamás me había sentido así antes, por nadie ni por nada. No sé que es esto pero lo que si sé es que no quiero que termine- Susurró Daiki mientras sus mejillas se tornaban rojas y levantaba la cabeza, haciendo que su frente y la de Kei se despegaran, y así poder mirar al mayor a los ojos. Los cuales se curvaron en cuanto Kei sonrió al escuchar estas palabras. 
-Yo sé lo que es. Y me encantaría quedarme aquí todo el día, pero si no llegó a mi clase estoy seguro de que tendré problemas con el espartano de mi profesor- bromeó Kei mientras acariciaba gentilmente la mejilla de Daiki con su mano. 
-Yo también debo ir a clase, con el examen de admisión tan cerca debo prepararme para aprobarlo. Solo quisiera saber si ahora, después de que… bueno… nos hemos… eh…- A Daiki le costaba continuar, le avergonzaba en demasía decir aquello. Una cosa era hacerlo y pensar en ello y otra muy diferente era decirlo en voz alta, estaba consciente que al decirlo lo haría más real y con ello, también más frágil. 
-Besado- Completó Kei con una sonrisa traviesa en el rostro. Le gustaba ver la expresión avergonzada de Daiki. 
-Si, eso… eso significa que tu… tu y yo… eh… puede ser que… ah…- Sabía que parecía un idiota y odiaba aquello. Pero jamás se imagino tener que decir algo semejante delante de alguien y mucho menos de un chico. 
-¿Quieres saber si esto nos convierte en algo más que amigos? ¿Algo como “una pareja”?- Preguntó Kei mientras sentía que también se ruborizaba. No tenía pensado en tener que ponerle una etiqueta a aquello que pasaba entre ellos, pero tampoco pensó que fuese inapropiado. 
En respuesta, Daiki asintió con la cabeza mientras clavaba su vista en el suelo y su rostro delataba lo muy avergonzado que se sentía. Kei sonrió al verlo, le pareció lo más tierno y adorable que jamás imaginó ver. A pesar de que el solía odiar ese tipo de cosas, pero ya que se trataba de Daiki, supo de inmediato que viniendo de él, no le parecía en lo absoluto absurdo y tonto, al contrario, le encantaba aquello. 
-Bueno, déjame ver…- Dijo Kei mientras aparentaba estar pensando seriamente aquello, mientras que Daiki lo observó con curiosidad, pensando que tal vez el mayor dijera que no era necesario ser nada.  
-¿Te gustaría ser mío?- Preguntó Kei con una sonrisa en el rostro. Sin embargo Daiki se ruborizó aún más. En definitiva no se esperaba esa clase de pregunta. 
Mientras esperaba por una respuesta, el eco de sus palabras lo avergonzaba a cada segundo, pero no iba a retirarlas, ya las había dicho y no se arrepentía, solo que jamás imagino que sería capaz de decirlas tan abiertamente, y mucho menos a un chico que solo había besado en dos ocasiones. Pensó que tal vez esa no era la clase de pregunta que Daiki se esperaba, puesto que seguía luciendo sorprendido. Kei temió que tal vez debió optar por la pregunta tradicional, pero esta relación no tenía nada de tradicional y común así que había pensado que decir aquello era lo más indicado. 
Daiki se quedó sin aliento, no supo exactamente cuando tiempo paso en silencio, mirando al mayor, quien esperaba por una respuesta con una sonrisa que cada vez más lucía más nerviosa. Quería responderle, pero no encontraba las palabras, a penas y lograba hacerse una idea de lo que aquello significaría de ahora en adelante. Le gustaba la idea, pensar en ello no era en absoluto desagradable, pero no lograba hacer que de su garganta saliera la respuesta. 
Kei comenzaba a inquietarse, imaginó que aquello resultaba complicado para Daiki, así que pensó en dejarlo respirar tranquilo un poco y cambió de tema rápidamente. 
-Tranquilo, no tienes que responder ahora. Yo debo irme o tendré problemas si llego tarde. Te veré más tarde, espérame enfrente de la biblioteca, solo tengo una hora de práctica extra así que pasaré a la misma hora de ayer. ¿Te parece bien?- 
Daiki tragó saliva y aún sin saber muy bien como reaccionar, logró asentir con la cabeza. No era capaz de pensar en nada, su mente se quedó en blanco y eso lo asustaba un poco. 
-Bien. Cuídate- Le dijo Kei con una sonrisa relajada, quería demostrarle que no se sentía impaciente, aunque en realidad lo estaba un poco. Con una mano le revolvió los cabellos y emprendió su camino. 
En el instante en que sintió que Kei se iría, Daiki reaccionó y justo cuando el mayor ya estaba unos cuantos pasos adelante, exclamó lo primero y lo único que había en su cabeza. 
-¡Si!- 
Kei se detuvo y se giró rápidamente, observando a Daiki fijamente, tratando de adivinar si esa afirmación era aceptando que se verían más tarde o, en cambio, respondía su primera pregunta. 
Sin embargo su duda se despejó en el instante en que vio el sonrojado rostro de Daiki. Parecía como si estuviera a punto de soltarse a llorar. 
Extremadamente adorable. 
Kei sonrió y como un acto reflejo de nerviosismo, se rasco la cabeza y sonrió torpemente. Aquello parecía demasiado hermoso para ser real. 
Tuvo que contener su impulso de volver hacia él y tomarlo entre sus brazos. Estaba consciente de que si lo hacía le sería imposible dejarlo ir en un buen rato y aún tenía que llegar a clase. Así que aún sonriente le dijo en voz fuerte. 
-Nos veremos más tarde-  
Daiki sentía el corazón latirle tan fuerte que hasta casi podía jurar que ya lo tenía en la garganta. Algo completamente absurdo e imposible, pero Daiki no tenía humor de ponerse lógico. En esos momentos quería volar, llegar al cielo y recostarse en una nube para después reír a carcajadas. Así de feliz se sentía. 
Observo fijamente como Kei se alejaba. Sabía que la clase del mayor iniciaba mucho antes que la suya, lo cual lo dejaba con el tiempo suficiente para acompañarlo un poco más. Quería seguir sintiendo a Kei cerca aunque fueran tan solo unos pocos minutos. Por ahora, con eso le bastaba. 
-Creo que puedo acompañarte un poco más- Dijo Daiki una vez que alcanzó a Kei. Éste lo miró con una sonrisa y un ligero sonrojo coloreó sus mejillas. A Daiki le gusto notar aquello y sentir que él era la razón de aquella reacción. 
Así fue como comenzaron a caminar uno junto al otro, envueltos en un silencio que no era incomodo, sino especial. Como si a partir de ese momento tan solo les bastará con saber que tenían la compañía del otro y que nada más importaba. Incluso el silencio era especial. 
-Así que… tienes una practica extra hoy. ¿Es para algo importante?- Preguntó Daiki, quien en verdad se sentía curioso por saber.. 
-Muy importante. Te lo dije ayer, debo ganar ese concurso. Es cuestión de orgullo, supongo- Respondió Kei con naturalidad mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.   
-¿Y de qué es el concurso?- 
Kei no respondió de inmediato, pareció pensativo, como si planeara algo. 
Y así fue. Kei no quería revelarle tan pronto a Daiki que se dedicaba a tocar el piano. Deseaba guardarlo como una pequeña sorpresa, así que lo único que atinó a hacer fue intrigarlo un poco más. 
-Descúbrelo la próxima semana. Ve al Tokio Hall el próximo domingo, a las 2 de la tarde. Te estaré esperando- Dicho esto, Kei le guiñó un ojo y se detuvo -Será mejor que regreses a tu camino correcto. No quiero que tengas algún retraso por mi culpa. Ya tendremos tiempo de conversar más tarde. Te veo a las ocho con quince minutos, ¿esta bien?- 
Daiki quiso seguir conversando y caminando a su lado, pero entendió que mientras más tiempo pasará a su lado, más difícil sería alejarse de él. Así que sin más se detuvo, y antes de dar media vuelta le sonrió y dijo. 
-Te veré más tarde- 
Y sin más se marchó. Kei lo observo unos segundos y continuó con su camino. 
Ambos sonreían tan radiantes al caminar que cualquiera que los viera pensaría que estaban dementes. ¿Cómo alguien puede sonreír así mientras camina por la calle? 
Alguien tan feliz que no puede ocultarlo. Así pensaban ambos. 


Una vez finalizada la primer parte del día, Daiki decidió tomar su almuerzo en el jardín trasero. Estaba bastante tranquilo y le pareció ideal para concentrarse en sus pensamientos. 
Recordó las palabras de Inoo: “¿Te gustaría ser mío?” 
En seguida recordó la forma en que respondió. Gritando un “¡Si!” mientras sentía la cara tan roja que seguramente se podría comparar fácilmente con un tomate. Los ojos se le habían puesto tan llorosos por la emoción acumulada que en verdad pensó que podría soltarse a llorar en ese preciso instante. 
-Le dije que si...- Murmuro en voz baja mientras recordaba el momento una y otra vez. Como cuando te gusta tanto una película que repites tu escena favorita para volver s sentir las emociones que te provoca. 
También recordó lo que Inoo le había compartido sobre aquel importante concurso. “Descúbrelo la próxima semana. Ve al Tokio Hall el próximo domingo, a las 2 de la tarde. Te estaré esperando” 
No tenía idea de en donde podría encontrarse dicho lugar, así que hizo una no tal mental para averiguarlo más tarde. Después se puso a imaginar qué clase de concurso sería. Estaba seguro de que debía ser algo relacionado con la música, aquello lo hizo emocionarse aún más y a desear que aquel día llegará pronto. 
Haciendo cuentas, faltaban 10 días para descubrir al fin el misterio. 
-Puedo esperar- se dijo con seguridad mientras tomaba un poco de té que había comprado en la cafetería.  


-¡¡INOO!! ¡¡PRESTA ATENCIÓN O SAL DE MI CLASE!!- 
De un salto, Kei se puso de pie y miró a su alrededor. Claro, aún se encontraba en clase. ¿Qué clase era?  
Había estado perdido toda la mañana y ésta no era la primera vez que lo regañaban. Lejos de sentirse arrepentido e incluso apenado, simplemente sonrió torpemente y volvió a tomar asiento. 
-Lo siento profesor- 
-Si no vas a estar atento mejor no entres jamás a ninguna de mis clases, ¿entendido?-  
-Si señor- 
Y tras unos cuantos murmullos, la clase continuo con aparente normalidad. Aunque Kei seguía sin lograr prestar la atención requerida, ni siquiera recordaba las últimas palabras que el profesor había dicho antes de regañarlo. Ni siquiera sabía como era posible de que se diera cuenta de que no estaba prestando atención. 
¿Acaso era demasiado evidente? 
Trató de ponerse serio al notar la cara de ensoñación que aún mostraba. Para aparentar aún mejor, fingió estar tomando notas de lo que estaba en el pizarrón, aunque simplemente se limitó a anotar de forma automática, sin leer realmente lo que ahí decía y sin tener idea del tema. 
¿Qué importaba ahora todo lo demás cuando al fin se sentía tan feliz? Se sentía tentado a gritar "¡Al diablo todo!"  
Pero, pensándolo mejor, no era una buena idea. No estaba listo para mandar todos sus estudios al demonio por su infinita felicidad. La música y Daiki eran sus razones principales para ser feliz. Sus motores.  
A partir de ese momento se sintió en graves aprietos. Sabía que no podía hacer nada sin la música, tal vez eso significase que sería lo mismo si se quedaba sin Daiki. Bueno, aún era demasiado pronto como pare pensar en un desenlace si ni siquiera había comenzado correctamente. Tenía que ser más positivo, disfrutar de su ilusión; pero sobre todo, tenía que prestar verdadera atención a sus clases si no quería más problemas. 
Cuando al fin tuvo tiempo libre, decidió ir por algo de comer a la cafetería. Ya habían pasado cuatro horas desde su improvisado desayuno, por lo cual era de esperarse que ya se sintiera hambriento nuevamente. 
Mientras comía tranquilamente un gran plato de arroz con curry, de forma estrepitosa y con el evidente afán de resultar molesto, su profesor se sentó junto a él en la mesa y le dio un golpe en la cabeza con unos papeles que al parecer eran partituras.  
-¿Qué hace?- Preguntó Kei con un ligero tono molesto. A pesar de todo, sentía que no había nada capaz de hacerlo enfadar de verdad aquel día. 
-Eso mismo me pregunto yo, ¿Qué demonios haces? No, más bien ¿Qué demonios has estado haciendo todo el día?- 
Kei terminó de masticar lo que tenía en la boca, tomó agua y respondió con el afán de molestar a su profesor. 
-¿Lo dice en forma filosófica? ¿Cómo el significado de nuestra existencia en este plano de la realidad? Porque es una respuesta bastante amplia y podría tomarme mi tiempo en explicarle que- 
-¡No me vengas con esas tonterías ahora, Inoo!- Lo interrumpió su profesor justo a tiempo. Kei sonrió para si y siguió comiendo tranquilamente, a la espera de lo que el profesor estuviese por agregar. 
-Me han llegado los "comentarios" de que al parecer tienes cosas más importantes en las que pensar que prestar atención a tus clases. Está bien que eres el mejor de tu departamento, pero eso no te da derecho de hacer lo que te venga en gana en cada clase. ¿Qué es lo que te tiene tan distraído? ¿Es por el concurso?- 
Kei tragó con dificultar al intentar no reír ante la última pregunta. Claro, era más fácil decir que estaba un poco "nervioso" por el concurso que admitir que estaba tan feliz que solo por ese día nada más le importaba. 
-Bueno, si. Estoy un poco preocupado por algunos movimientos que no he logrado perfeccionar. Sabe que soy perfeccionista así que en verdad quiero realizar una presentación más que perfecta. Usted me entiende- Debía admitir que la mitad de aquello era verdad. Deseaba con todo su corazón que aquella presentación resultase más que perfecta, pero no solo porque se tratase de un concurso; Daiki estaría ahí, observándolo, escuchándolo. Deseaba ser más que perfecto para que así Daiki quedara por completo atrapado por su musica. 
Quería ver la expresión en su rostro, deseaba saber si sería igual de sonriente y relajada que cuando escuchaba a otros desde aquella biblioteca. Acaso tal vez sería una expresión aún mejor. Kei se moría de ganas por descubrirlo. 
-Si es así, podemos extender nuestra lección extra de hoy. Puedo quedarme una hora más, ¿Qué dices?- 
-¡No!- Exclamó de inmediato. De ninguna manera podría quedarse más tiempo, había hecho una promesa con Daiki y estaba dispuesto a cumplirla.  
El profesor lo miró extrañado, fue entonces que Kei fue consciente de la forma tan precipitada en la que había reaccionado, sin duda no era lo mejor que pudo haber hecho, así que aclaró su garganta y continuó diciendo en un todo más tranquilo. 
-Disculpe, es el estrés... Ah, en verdad agradezco que quiera dedicarme su valioso tiempo pero si salgo más tarde no encontraré transporte para volver a casa, además ya tengo programada mi rutina para ésta noche. Le prometo que me mantendré concentrado en mis clases y que mis prácticas serán cada vez mejores- 
Kei estaba seguro de que con esto bastaría para convencer a su profesor, lo cual resultó ser cierto. 
-Bien, de cualquier forma te veré más tarde para la lección. Si escucho más "comentarios" sobre tu desempeño en clases entonces te obligaré a tomar más lecciones extra sin importar que tengas que vivir en la universidad, ¿entendido?- 
Con un todo de voz seguro, Kei asintió y observó como su profesor lo dejaba al fin solo. 
Aliviado al fin, dejó salir un pesado suspiro y termino de comer. Tenía que concentrarse y poner verdadera atención a sus clases, aunque aquello no le quitaba el privilegio y el gusto de pensar en Daiki un poco más. 


Cuando sus clases al fin terminaron, se dirigió al auto, como de costumbre, y éste lo dejo frente a la biblioteca. Justo antes de descender del vehículo, el chofer se giró para verlo y le comunicó. 
-La señora me ha pedido que venga por usted más tarde- 
Daiki puso los ojos en blanco, exhaló con fastidio y dijo con toda la calma que era capaz de fingir ante semejante situación. 
-No es necesario. Ella ya lo sabe. Dile que necesito estudiar y que no sé bien a que hora terminaré. Recuérdale que los exámenes de admisión están cada vez más cerca y necesito toda mi concentración. Volveré a casa solo así que, en serio, ni te molestes en venir- 
En el fondo, Daiki sabía que se comportaba de manera injusta con el pobre empleado, el cual solo se limitaba a seguir ordenes. Pero le enfadaba demasiado que aquel hombre solo pudiera hacer lo que su madre le ordenaba. Era desesperante y por ende reaccionaba de tal manera. 
-De acuerdo joven, hasta luego- 
Y sin más, Daiki salió del vehículo y tan solo escuchó a sus espaldas como éste se alejaba. 
Ahora no tenía humor para pensar en lo que podría hacer o decir su madre. Justo en ese momento le importaban dos cosas: realizar su rutina de estudio como de costumbre y esperar la hora indicada para volver a ver a Kei. 
Lo último le causaba muchísima más emoción. Así que en cuanto entró en la biblioteca, se dirigió al lugar de costumbre y sacó sus notas. Estaba seguro de que si se concentraba lo suficiente el tiempo pasaría mucho más rápido. 

La lección extra de Kei estuvo cargada de tensión. Sabía que tenía que hacerlo perfecto para así evitar una hora más de práctica. Tenía que dejar a su profesor totalmente convencido de que estaba progresando y de que podía seguir practicando en casa. 
Sus hombros estaban tan tensos que casi le dolían mientras movía sus manos sobre las teclas del piano, sin embargo estaba decidido a hacerlo bien. 
Además, si había estado practicando en casa, lo cual no era una mentira en lo absoluto. En los últimos días, Daiki había sido su principal fuente de inspiración y aquello seguía flotando en su mente, como un pequeño oasis que estaba cada vez más cerca de él a medida que pasaban los minutos. 
Cuando terminó de tocar, notó que su frente estaba perlada en sudor, pero estaba satisfecho, lo que había hecho era perfecto. Y sin duda para su profesor había sido igual. 
-Bien hecho Inoo. A pesar de que la tengas dominada, no debes confiarte. Sigue practicando en casa. Te veré mañana- 
Y sin más su profesor se marchó con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Kei suspiró y dejó caer los brazos a los lados. Se sentía tan agotado que la idea de recostarse sobre el suelo y descansar un buen rato no le pareció para nada descabellada. Hasta que de pronto recordó que tenía algo importante, muy importante, que hacer. Miró su reloj y descubrió que justo eran las ocho en punto. Tenía el tiempo suficiente para llegar puntual a la cita, así que guardó sus partituras con mucho cuidado, masajeó sus hombros tensos y sus muñecas cansadas y salió del salón con pasos tranquilos, esforzándose por no lucir demasiado ansioso. No quería asustar a Daiki y que éste pensara que tal vez era un maniaco obsesivo. 

Con dos minutos de anticipación, Daiki salió de la biblioteca y esperó firmemente junto a la entrada, a la espera de Kei. Se sentía tan emocionado que el corazón parecía darle vueltas dentro del pecho. 
Miraba impaciente en dirección a la universidad, esperando verlo llegar dentro de poco. Y así fue. 
 Kei caminaba lo más tranquilo posible cuando, al ver a Daiki esperándolo junto a la biblioteca, no pudo contenerse más y aceleró el paso. 
Daiki se giró y lo vio acercarse mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro. Era una de esas sonrisas tan grandes y cargadas de felicidad que seguramente sería capaz de iluminar la calle entera como un enorme faro. 
-Hola- Saludó Kei cuando al fin estuvo frente a Daiki. 
-Hola- 
-Temía tanto llegar tarde que no tienes idea de lo que tuve que hacer para salvarme de tener que quedarme una hora extra- Comenzó a contar Kei mientras sonreía un poco avergonzado. 
-Vaya. Parece que has tenido que cargar con una gran responsabilidad- Comentó Daiki en cuanto notó que los hombros de Kei lucían tensos. No podía explicarse con claridad como lo había descubierto. Tal vez se debía a que ya tenía tan gravada su figura en la mente que justo ahora ese detalle lo hacía lucir diferente. 
-Ni te imaginas. En determinado momento pensé "¿Y si éste monstruo me obliga a quedarme? ¿Cómo le diré a Daiki que no me espere?" Y entonces con tal solo imaginarte aquí, solo, esperando por mi durante una hora, me hizo sentir que debía dar lo mejor de mi para convencer al profesor de que no iba a necesitar esa clase extra- 
Daiki rio con la larga explicación de Kei y enseguida tuvo una idea. 
-Creo que sería de mucha utilidad que intercambiemos números de teléfono. Así podrás avisarme si tu terrible profesor decide tenerte cautivo por más tiempo y entonces no había de que preocuparse- 
-¡Suena bien!- Exclamó Kei de inmediato, al mismo tiempo que sacaba su teléfono móvil del bolsillo. - Así no tendrás que quedarte esperando por mi una hora- 
-Te esperaría- Dijo Daiki rápidamente mientras enviaba su información de contacto vía bluetooth al teléfono de Kei. 
Esto dejó al mayor sin palabras. 
-Pero... ¿Por qué?- 
-¿Qué es una hora más ante todo un día? Podría estudiar una hora más sin problema en lo que tu lidias con tu profesor- 
Kei se perdió en la mirada de Daiki; en sus pequeños ojos curvados por efecto de su radiante sonrisa; la forma en la que había ladeado un poco la cabeza; su voz que aún resonaba suavemente en sus oídos. 
-No hagas eso- 
Dijo Kei, enseguida estiró uno de sus brazos para tomar a Daiki por el cuello y así pegarlo a su cuerpo. Lo abrazó tan fuerte que no reaccionó hasta escuchar el pequeño quejido del menor. 
-Eso... lastima... un poco- 
Rápidamente Kei redujo la fuerza que había empleado, pero aún así no dejó de abrazar a Daiki. 
Con un brazo le rodeaba la cintura y con la otra mano le acariciaba suavemente la nuca, enredando sus largos y delgados dedos entre el cabello del menor.  
Daiki respondió al abrazo, tomando la espalda de Kei con ambas manos y cerrando los ojos mientras se relajaba al sentir los dedos del mayor jugar con su cabello. 
-Podría quedarme así para siempre- Susurró Kei. 
-Yo también. Pero si no tomo el autobús y llego a casa, estaré en serios problemas- Dijo Daiki, mientras la imagen enfadada de su madre arruinaba el dulce sentimiento que experimentaba. 
-¿Qué tan serios?- Preguntó Kei con curiosidad aún sin soltar a Daiki. 
-Mi mamá. Furiosa. Podría prohibirme venir a la biblioteca y quedarme encerrado en casa toda la tarde- Respondió Daiki con resignación. 
-Bien. Vámonos para que puedas volver a casa y así pueda verte mañana- Suspiró Kei con resignación al mismo tiempo que se separaba de Daiki lo suficiente para verlo a la cara. 
-Hace un momento, ¿Qué quisiste decir con “No lo hagas”?- Preguntó Daiki. Desde que lo había escuchado sintió una gran curiosidad. 
-Me refería a que no pongas esa expresión adorable tan repentinamente. Me haces desear no dejarte volver a casa. Jamás-  
El rostro de Daiki enrojeció rápidamente ante la respuesta de Kei. 
-Intentare no hacerlo. Por ahora- 
Dicho esto ambos se sonrieron y emprendieron el camino rumbo a la parada de autobús mientras se tomaban de la mano. Entrelazaron sus dedos de la forma más natural. Como si fuese algo que hicieran desde siempre. 
En el camino ambos conversaban de cosas sobre cómo había estado su día y algunos detalles personales sobre gustos y formas de pasar el tiempo. Sin embargo Daiki no lograba averiguar a que se dedicaba Kei en aquella universidad. El mayor no le dejaba ni una pequeña pista, lo cual solo lo hacía pensar que iba a tener que esperar 10 días para saberlo. Tenía que admitir que aquello también le resultaba emocionante. 
Justo al llegar a la parada en donde Daiki debía descender, Kei le dio un furtivo beso en la mejilla y después le susurró al oído. 
-Te veré mañana, Dai-chan- 
Daiki intentó ocultar el sonrojo de su rostro pero al notar que Kei también estaba ligeramente ruborizado sé sintió mejor. 
-Hasta mañana, Inoo-chan- 
Y así, con una sonrisa se despidieron, bajo la promesa de verse una vez más al día siguiente. 

Con esa pequeña rutina transcurrieron los días. Daiki ya no tenía que dar explicaciones sobre el querer ir a pie a la escuela, de pronto llegó el momento en que su madre se canso de hacer preguntas y decidió dejar a su hijo en paz. 
Por otro lado, Kei lucia cada día más ojeroso y un poco pálido. Una mañana, Daiki no pudo guardarse más lo que pensaba y le preguntó. 
-¿Qué acaso no comes no duermes?- 
Ante lo cual Kei respondió tranquilamente. 
-Si como, algo. Y de dormir, bueno, mis horas de sueño se han reducido bastante. Siempre es así antes de cada concurso. El cual ya es en dos días, espero y no lo hayas olvidado- 
Por supuesto que no lo había olvidado, lo tenía tan presente que no pensaba en otra cosa. Si embargo, ahora le preocupaba que la salud de Kei pudiese estar en riesgo. 
-Entiendo que duermes poco por estar preparándote para ese concurso. Pero al menos deberías comer bien. ¿Qué es lo que sueles comer?- 
Ante la pregunta de Daiki, Kei sonrió ampliamente y no pudo evitar el usar un tono bromista. 
-¿Por qué? ¿Acaso vendrás a prepararme algo de comer?- 
Daiki sabía bien que Kei bromeaba, entonces se le ocurrió que él también podía hacer lo mismo. 
-Por supuesto- 
Como respuesta, Kei se quedó sin habla y se detuvo repentinamente. Daiki lo miró con una sonrisa triunfante. 
-Olvídalo. No se cocinar- mencionó Daiki rápidamente antes de que las ilusiones de Kei crecieran aún más. 
-Me lo imaginaba. Aún así, buen intento- 
Ambos rieron y continuaron con su acostumbrado camino matutino. 

Cuando Daiki se encontraba en la escuela, no podía dejar de pensar que el día del concurso estaba cada vez más cerca. Tan solo faltaban dos días y sentía que la espera aún sería eterna. 
Pensó que tal vez sería correcto regalarle algo a Kei, pero ante todo, quería saber qué clase de concurso sería. Pero ya había intentado todo y el mayo no cedía ni un poco. 
Seguramente tenía una buena razón para ocultarlo, solo que no se le ocurriría cual podría ser.  
Ya habían transcurrido ocho días desde que ambos se habían convertido en una pareja. Era evidente que era la primera vez para ambos ya que sé sonrojaban con facilidad y los besos que se daban eran a escondidas. Desde ese entonces, por alguna extraña razón, Daiki dejó de pensar en el piano de los martes. Lo había escuchado hace unos días y quedo igual de fascinado, pero últimamente ya no prestaba la misma atención. Su mente estaba, además de pensar en Kei, más concentrada en sus estudios. Dentro de una semana tendrían un examen simulacro en la escuela y sentía que tenía que prepararse más.  
A estas alturas, Kei no era el único que se esforzaba por algo, Daiki también lo hacía, con una ferviente decisión de aprobar el examen de admisión. 

Las prácticas de Kei eran cada vez más intensas. Su profesor se volvía cada vez más exigente y lo corregía ante la más mínima equivocación. Pero Kei estaba de acuerdo, eso era lo que necesitaba y estaba aceptándolo de forma positiva. Sabía que solo así podía ganar. 
Con tan solo pensar que el día en que al fin Daiki pudiera escucharlo lo emocionaba a un nivel de máxima felicidad. Soñaba con aquel momento. Imaginaba el rostro conmovido de Daiki, o tal vez sería de sorpresa, aún no lograba definirlo muy bien. 
“No lo sabré hasta que suceda” Pensó mientras continuaba tocando una y otra vez aquella melodía. 


De pronto, los dos días restantes pasaron. Al fin era domingo. 
Daiki salió de la cama sin necesidad de un despertador. Tomó la ropa que ya había dejado preparada y al terminar de vestirse comprobó que tenía en el teléfono móvil la dirección correcta. Ya le habia preguntado a Kei con anticipación que al menos le dijera cómo llegar, así que tenía sus claras instrucciones anotadas en un correo electrónico. 
Para evitar el dar mayores explicaciones, Daiki tomó una pequeña mochila y se guardó un lar de libretas y lápices. Después guardó su cartera y con el corazón latiéndole con fuerza se decidió a salir. 
-¿A dónde irás tan temprano?- Preguntó su madre mientras no dejaba de leer el periódico. 
-Iré a estudiar a la biblioteca. Los exámenes están muy cerca y necesito máxima concentración. Volveré tarde- Y sin ánimos de esperar a que su madre pudiese decir algo más, salió de la casa con paso tranquilo. 
Para su fortuna, a su madre le bastaba tal explicación, así que no tuvo que pensar más en el asunto. Solo tenía que tranquilizar a su agitado corazón y llevar el camino con calma, aún tenía tiempo para pasar a algún lugar u desayunar algo. Aunque la verdad es que se moría por llamar a Kei y así los dos quedar para desayunar juntos, pero el mayor de había quedado en casa de su profesor y de ahí de iría al lugar del concurso. 
Daiki tan solo deseo que se encontrara bien y que hubiese comido adecuadamente. 

Y así había sido. La esposa de su profesor había preparado verdaderas delicias para la comida y para la cena. Incluso el desayuno lucía majestuoso. En algún momento Kei se imaginó que tal vez lo trataban como a un príncipe. Sin embargo esta idea fue descartada de inmediato ante los regaños de su profesor en cada comida. Ante lo cual Kei se esforzaba mucho en ignorar y tan solo se concentraba en disfrutar de la deliciosa comida. 
Sin embargo, aquella mañana todo fue diferente. Su profesor parecía serio y muy concentrado. Kei simplemente se dedicó a disfrutar del pescado asado y del arroz que tenía enfrente. 
-Has practicado muy duro muchacho. Lo harás bien- Soltó de pronto su profesor mientras tomaba un sorbo de su sopa miso. 
-No lo haré bien. Será perfecto. ¿Por qué luce más nervioso que yo? Debería relajarse y disfrutar del desayuno- Las palabras de Kei fueron directas y dichas sin la menor preocupación. Estaba decidido a ganar y sobre todo a realizar una presentación perfecta. 
-El siempre se pone así ante cada concurso de los estudiantes que admira de verdad. Pero ten por seguro de que él confía en ti- Respondió la esposa del profesor mientras le servía un poco de té a ambos. 
-Como sea, desayuna bien. Después vena alistarte. No debemos llegar tarde- 
Kei sonrió y terminó con su pescado. 
-Lo sé. No es mi primer concurso- 
Pero si era la primera vez que tocaría frente a Daiki y eso le añadía un toque extra de emoción a todo. Como si en realidad sí se tratara de la primera vez que tocaría en un concurso. 
Más que nervioso, estaba emocionado. Deseaba que el momento llegara lo más pronto posible. Aún así no iba a precipitarse, sabía que disfrutar incluso de la agonía de la espera, así que terminó su desayuno y se retiró de la mesa con calma. 
-Gracias por la comida. Ahora iré a cambiarme- 
-Bien. Saldremos en treinta minutos- Indicó su profesor mientras pedía más arroz. 

El tiempo transcurrió a su ritmo, a pesar de la ansiedad, nervios y demás, el tiempo transcurría como debía, sin prisas, sin alteraciones. Marcando cada minuto tal cual. Avanzando con su acostumbrado pasó incesante y tajante. 
Con pasos tranquilos, aunque su corazón latía con fuerza y parecía revolotear por todo su cuerpo, Daiki llegó al Tokio Hall. Había bastante gente en el lugar, parecía un evento importante. Incluso había unos cuantos periodistas 
Daiki se preguntó si alguno conocería a Kei. Pero no iba a preguntarles así que continuó mirando a su alrededor. En las puertas que daban entrada a la sala de conciertos había unas personas entregando folletos, al parecer ése era el programa. Pero antes de lograr acercarse más para tomar uno, logró ver que algunas personas llevaban consigo unos ramos inmensos de flores. 
Fue entonces que cayó en la cuenta de que él no llevaba nada para Kei, así que con nerviosismo miró su reloj. Aún tenía tiempo, así que salió de prisa del lugar. Estando en la calle miró a su alrededor, debía de encontrar alguna florería cerca. Y no estaba equivocado. 
A dos cuadras logró ver una pequeña florería que al parecer acababa de abrir. Daiki corrió hacia ella y con emoción comenzó a ver cada una de las diferentes flores que ahí tenía.  
-¿Puedo ayudarle en algo?- Preguntó una señora que al parecer era la dueña del negocio. 
-Quiero unas flores... pero no sé cuales- 
-¿Son para alguien especial?- 
-¡Si!- Exclamó Daiki sin dudarlo. La señora sonrió al verlo y comenzó a sugerirle un montón de flores distintas. Daiki no tenía idea de lo que estaba escuchando, hasta que de pronto vio de reojo unas pequeñas flores de pétalos rojos con un centro amarillo. La forma que tenían le gustó de inmediato y no dudo en preguntar. 
-¿Cómo se llaman éstas?- 
-Son crisantemos rojos. Significan "Te quiero"- 
Daiki se sonrojó al escuchar el significado y con una tímida sonrisa pidió un pequeño ramo de crisantemos rojos. 
Después de pagarlos, Daiki salió de la florería con los crisantemos envueltos en papel celofán y con un listón color azul cielo. 
Al llegar de nuevo al Tokio Hall descubrió que ya todos habían entrado y que las personas que entregaban los programas ya no estaban en su lugar. Sin embargo Daiki no tenía tiempo de lamentarse, tenía que darse prisa y entrar. 
Para su fortuna, aún había asientos disponibles más adelante y las luces aún estaban encendidas. Había llegado justo a tiempo ya que en cuanto tomó asiento se escuchó el pitido que indicaba el inicio y las luces se apagaron. 
Siguió una ronda de aplausos y fue entonces que Daiki pudo prestarle más atención a lo que había en el escenario. 
¡Era un piano! 
¡Aquel era un concurso de piano! 
Se sintió emocionado, ilusionado y feliz. Ahora ya sabía que Kei tocaba el piano y aquello resultó maravilloso. Se moría por saber en que turno tocaría pero como ya no había alcanzado programa tuvo que quedarse con la duda y tan solo esperar. 

Mientras tanto, en la sala en donde esperaban todos los concursantes, estaba Kei, quien ignoraba los murmullos de su alrededor y trataba de calmar a su inquieto corazón. No dejaba de pensar que seguramente Daiki ya se encontraba afuera, sentado en alguna de las butacas. A éstas alturas ya había descubierto que tocaba el piano, así que tenía que dar lo mejor de si para dejarlo sin aliento. Estaba seguro de que podía lograrlo. 
Después de estar en su lugar, sin apenas moverse, de pronto un chico se le acercó y le preguntó con timidez. 
-¿Estás muy nervioso?- 
Kei lo miró y sonrió. Tenía la expresión de alguien que se presenta a su primer concurso. Son raros los casos, pero ocurren. De alguna forma esto le hizo recordar su primer concurso, lo nervioso que estaba por no fallar y lo ansioso que estaba por recibir el primer lugar. Era lo único que le importaba. 
Con ternura le sonrió a aquel joven y negó con la cabeza. Éste le sonrió de vuelta y se marcho sin decir nada más. Seguramente se moría por conversar con alguien y así poder olvidar su nerviosismo. Kei conocía bien esa sensación y compartía ese deseo, así que lo detuvo y lo invitó a tomar asiento junto a él. 
Fue así como la mente de Kei logró disiparse un poco, logro encontrar un poco de tranquilidad y conversó sobre cosas triviales como el clima o los bocadillos que vendían en la cafetería del lugar. Para Kei resultó agradable el poder comportarse como un chico ordinario. Normalmente la gente lo ignoraba y pasaban de él ya que era famoso por ganar cada concurso al que se presentaba. Sin embargo Kei no tenía intención de proyectar una imagen así, Kei tan solo era un músico; un pianista, y nada más le importaba. Hasta ahora. 
Justo en esos momentos su principal objetivo no era obtener el primer lugar y no fallar en nada. Su principal objetivo y lo que mantenía su mente ocupada, era Daiki. Deseaba con todas sus fuerzas entrar en el corazón de aquel joven, de aquel curioso estudiante al que siempre veía sonreír y que por un tiempo tuvo que conformarse con aquello. Pero ahora todo era diferente. Ahora eran algo más. Ahora sabía su nombre, lo conocía, podía estar a su lado el tiempo que quisiera. Y aún así quería más. Quería mostrarle su música, las melodías que era capaz de interpretar a través del piano y así capturar aún más su corazón. 
Eso, para Kei, era lo más importante ahora.  
Claro, también quería ganar y no cometer ningún error. Pero aquello ya lo daba por hecho, de alguna forma sabía que podía lograrlo; porque se había esforzado, porque había practicado hasta el cansancio, porque en cada practica entregaba el alma y el corazón. Estaba listo para triunfar, de eso no había duda. 
Después de conversar unos largos minutos con aquel joven, este fue llamado. Al fin era su turno y se fue con las manos temblorosas y los hombros rígidos. Una vez más Kei sintió nostalgia, él también había salido de esa forma al escenario la primera vez, cuando tan solo era un niño pequeño. Y en secreto, mientras aquel joven salía al escenario, Kei le deseó buena suerte; porque algo así le hubiese gustado que alguien dijese aquel día. 

-El siguiente será Inoo Kei. Sigue siendo de los favoritos, eligió a Bethoveen esta vez, ya quiero escucharlo- 
Murmuró alguien a su lado. Daiki se dio cuenta que eran dos hombres que al parecer estaban al corriente con las presentaciones anteriores de Kei. En ese momento se dio cuenta que tal vez el mayor era más talentoso de lo que parecía, y ante este hallazgo sintió aún más emoción por escucharlo. 
De pronto el piano dejó de sonar y se escucharon algunos aplausos. Daiki solo pudo escuchar el retumbar de su corazón. Dentro de su mente se repetían las mismas palabras. "Inoo Kei es el siguiente." 
Con emoción contempló como uno de los organizadores cambiaba el número de participante. Y después, ahí estaba él, saliendo al escenario con una elegancia tan natural que parecía un ser tan diferente y al mismo tiempo el mismo que conocía. En ese mismo instante la audiencia guardó absoluto silencio, no podía escucharse ni el más mínimo ruido, de pronto pareció como si todos hubiesen dejado de respirar, incluso Daiki notó que la forma en la que respiraba era más suave. Los latidos de su corazón se calmaron y sus sentidos se abrieron por completo. 

Kei caminó hacia el piano y discretamente miró hacia el público, fue entonces que lo encontró, mirándolo con esos ojos llenos de fascinación que tanto había soñado. Éste era su gran momento. Tenía que darlo todo, por Daiki. 
Una vez frente al piano, desabotonó su elegante saco y tomó asiento en el banquillo, lo acomodó a su altura y respiró profundo. Por última vez estiro sus dedos plenamente sobre sus rodillas, cerró los ojos por un segundo y tragó saliva. Estaba listo. 
Colocó sus largos y delgados dedos sobre las teclas del piano y sin más, comenzó a tocar. Sabía las notas, las tenía tan grabadas en su mente que tan solo brotaban de forma natural. 
Su ritmo era bueno. Perfecto. Sus dedos se movían con rápidez y después más despacio. Bajaba el tono y enseguida aumentaba poco a poco. Fue en esos momentos que se sintió libre, como si esa pieza fuera parte de él, como si fuera su voz, su mirada, todo su ser. 
Con cada movimiento de sus dedos explotaban más y más sus emociones. Cerró los ojos por primera vez y se envolvió en aquella atmosfera que él había creado. Un espacio en el que tan solo estaban él y Daiki en el lugar. Tocaba solo para él. 
Por primera vez podía sentir como claramente su música estaba llegando a él, a ese hermoso y delicado chico de instituto que invadió su vida, sus sueños y lo convirtió todo en locura y sonrisas. Quería más, más de ese sentimiento, quería que Daiki lo escuchara y comprendiera todo lo que sentía desde el primer momento en que lo vio en aquella biblioteca. 

Mientras tanto, Daiki podía jurar que se había quedado sin aliento. ¿Cómo era posible? ¿Acaso las coincidencias se daban así? ¿Así se sentían? Tan insólitas, maravillosas y radiantes. ¿Cómo era posible que el mundo fuese tan pequeño? 
No, no era el tamaño del mundo. Era algo más. Tenía que ser algo más, seguramente algo único que en esos momentos no logró notar. Estaba siendo absorbido por aquellas notas, era llevado a un mundo en el que tan solo él y Kei se encontraban. Sabía perfectamente que el mayor tocaba solo para él, algo se lo decía. 
Fue entonces que lo supo. 
Destino. 
¿Será posible? ¿Acaso de eso se trataba? Algo tan pequeño y desconocido era real. Bueno, no tan pequeño, en realidad era inmenso, tanto que lo absorbía y lo hacía querer permanecer en ese momento para siempre.  
Ese era el piano de los martes. Su amado piano de los martes. 
Daiki sonrió, podía sentir la gran sonrisa dibujada en su rostro, como ésta estiraba sus mejillas y mostraba todos los dientes. Una sonrisa tan real que hasta sentía que todo en su interior también sonreía. 
Y sus ojos se llenaron de lágrimas. Pero no lágrimas de tristeza, porque en ese momento lo único que no podía sentir era tristeza. Estaba tan feliz, emocionado y conmovido que las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos. Sabía que en cualquier momento saldrían e inundarían su sonriente rostro. 
Kei tocaba tan magníficamente, justo frente a él. Le robaba el aliento, justo como sucedía en cada ocasión que lograba escucharlo desde la biblioteca. ¡Cuántas veces había soñado con conocer al interprete detrás de aquel fantástico piano! 
Y ahora, ahí estaba, tocando frente a él. Ahora tenía un rostro, uno hermoso, apuesto y elegante. Tenía personalidad, la más divertida y curiosa que jamás imaginó conocer. Aquel ser que tanto había soñado, con el que tanto había anhelado conocer estaba frente a él. Y lo amaba. 
En ese momento lo supo. Era tan natural admitirlo como el respirar día con día. Reconocerlo tan abiertamente, con todas y cada una de las letras era un sentimiento pleno. Pudo sentir como su interior rebosaba felicidad. 

La pieza continuaba y Kei, bañado en sudor, continuaba tocando con la misma pasión. A cada minuto la emoción aumentaba. De alguna manera se sintió conectado con Daiki, podía percibir su sonrisa, su suave respiración e incluso el brillo de su mirada. Con cada suave movimiento Kei se relajaba un poco para respirar y estaba completamente seguro de que era capaz de percibir el suave aroma de Daiki. 
Queria verlo, aunque fuese de reojo, pero no debía ya que aquello rompería la magia que estaba creando con cada nota y seguramente perdería la concentración. 
Cada vez faltaba menos y entonces podría verlo, podría saber al fin lo que Daiki sentía. Lo que ya tenía bastante claro era lo que él sentía por el menor. Estaba convencido, no le cupo la menor duda en cuanto las palabras cruzaron por su cabeza. 
Lo amaba. 
Lo amaba con tal magnitud que superaba toda lógica y toda razón. Desde el momento en que lo conoció algo dentro de si le dijo que era inevitable. Anhelaba transmitirle ese sentimiento por medio de aquella pieza que tan arduamente había estado practicando, pero sabía bien que también quería decirlo con palabras. 
Un paso a la vez. Primero el piano, después vendrán las palabras y con toda seguridad ninguna de las dos sobrará. 
Fue así como terminó, después de unas notas suaves y pausadas para después convertirse en rápidas y precisas. 
Sus dedos se detuvieron y al fin abrió los ojos. Respiró profundo y notó el sudor que le perlaba la frente. Dejó caer ambos brazos a los lados y miró al techo, se sentía exhausto pero absolutamente satisfecho. Sabía que lo había logrado. 

El silenció se apoderó de la sala, nadie podía reaccionar, todas las personas se encontraban tan conmocionadas que no supieron exactamente quien fue el primero en aplaudir. 
Fue Daiki. 
Con cuidado dejó las flores en el asiento vacío que tenía junto a él, se puso de pie y aplaudió con todas sus fuerzas, mientras sentía las lágrimas correr por su mejillas. Jamás se había sentido así, tan emocionado y conmovido. Sentía como si Kei le hubiese robado algo, como si se hubiese apoderado por completo de él. Y Daiki deseaba pertenecerle por completo. 
El público aplaudió, siguiendo el ejemplo de Daiki e incluso comenzaron a gritar con fuerza "Bravo". Daiki aplaudía y aplaudía como si su vida dependiera de ello, incluso un pensamiento fugaz atravesó su mente. "Si continuo aplaudiendo así seguramente me sangrarán las manos" 
Eso era imposible y absurdo, y aún así no dejó de aplaudir. 

Kei se puso de pie, las piernas le temblaban como jamás lo habían hecho. Todas las emociones que había dejado salir lo tenían tan agotado que sentía que podía dejarse caer sobre el escenario. Pero no lo hizo. Miró hacía el público y sonrió, escuchó los aplausos y por primera vez los sintió como parte de él. 
Enseguida buscó con la mirada y lo encontró, con el rostro bañado en lágrimas y esa tierna sonrisa que iluminada todo a su alrededor. 
Daiki era radiante, hermoso, adorable y perfecto para él. Deseaba poder bajar del escenario y correr a abrazarlo, pero sus piernas no iban a resistir que bajara de un lugar tan alto, así que le hizo señas a Daiki con la cabeza y tras una gran reverencia y más aplausos, Kei salió del escenario. 

Mientras aplaudía frenéticamente, notó como Kei lo miraba y movía su cabeza. Daiki no necesitó mucho tiempo para comprender lo que esto quería decir, así que en cuando lo vio salir del escenario, tomó las flores y salió de aquella sala que aún estaba impregnada del sentimiento que Kei había logrado transmitir a cada persona del público, pero que sin duda el más especial de todos había sido para Daiki. 

Daiki esperó cerca de una puerta que decía "Solo personal autorizado y participantes" intentó ocultar las flores en su espalda y miraba curioso en todas direcciones, hasta que la puerta se abrió y ahí estaba, aún bañado en sudor y con un ligero temblor de manos, Kei, quien le sonrió y sin decir más, lo tomó entre sus brazos tan fuerte que Daiki estuvo a punto de quejarse de dolor. 
-Lo siento, es que yo... yo moría por verte y... ahora todo da vueltas dentro de mi cabeza y- 
Daiki sonrió al ver a Kei tan emocionado. Tal parece que salir al escenario y tocar el piano no es tan fácil como parece. No basta con tan solo saber hacerlo, también se transmiten un sinfín de emociones y quedas totalmente expuesto ante los espectadores. Sin duda aquello debía ser agotador 
-No sabía que cara pondrías, me la pasé pensando en un sinfín de opciones y ahora tan solo quiero decirte que yo- 
-Te amo- 
Interrumpió Daiki. A pesar de que era divertido y adorable ver a Kei hablar tan rápido y tan nervioso, aquello solo lo impacientó y sin más soltó aquello que se moría de ganas por decir. Lo único que importaba decir. 
Ante la mirada asombrada de Kei, Daiki le extendió el ramo de flores que llevaba consigo y le sonrió ampliamente. 
-Felicidades por tan magnifica presentación. Mi amado piano de los martes- 
Kei tomó las flores y al hacerlo también tomó las manos de Daiki. Ambos se miraron y la atracción entre ellos se hizo cada vez más fuerte. Sin darse cuenta sus cuerpos se acercaban cada vez más hasta que sus labios se unieron en un delicado beso.  
Ambos cerraron los ojos lentamente y se besaron como si fuese la primera vez. Con movimientos suaves, pausados y entrelazando sus lenguas a un mismo ritmo. Después se separaron, se miraron y sonrieron tímidamente. 
-¿Ya me habías escuchado?- Preguntó Kei mientras sentía un nudo en la garganta. 
-Cada martes, sin falta. Escucharte era lo mejor que podía pasarme en toda la semana. Vivía para que llegara el martes y poder escucharte. No tenía idea de que fueras tu, pero algo en mi interior lo deseó con fuerza en cuanto te conocí en aquel autobús- 
Declaró Daiki mientras unía su frente con la de Kei. 
-Y pensar que yo ya te conocía mucho antes de que me notaras. Siempre que iba a la biblioteca te encontraba estudiando. Y me cautivaste desde el momento en que sonreíste al escuchar la música de los demás. En ese momento deseé con todas mis fuerzas que sonrieras igual al escuchar mi piano. Daiki, te amo demasiado- 
Y las lágrimas comenzaron a salir de los sonrientes ojos de Kei. Daiki suspiró y solo pudo responder. 
-Lo sé. Acabas de decírmelo con tu música- 
Volvieron a sonreírse, se besaron una vez más y aquel momento culminó con un abrazo tan cálido que en ese instante ambos lo supieron. Jamás se separarían, vivirían juntos, unidos, por la eternidad. 

-No conozco éstas flores, ¿Qué son?- Preguntó Kei con curiosidad mientras cargaba sus flores y su reconocimiento con el primer lugar. 
Daiki aún estaba sorprendido de que Kei no estuviese más emocionado por haber ganado. 
-Crisantemos. Significan "Te quiero"- Respondió Daiki mientras balanceaba su brazo y sostenía aún más fuerte la mano de Kei. 
 -Quien me iba a decir que serían tan romántico. Entonces yo te daré besos que signifiquen "Te amo"- 
Ambos sonrieron, se ruborizaron y continuaron caminando de regreso.  Con aquellas hermosas palabras flotando entre ellos, acompañados de sonrisas y miradas que reflejaban por completo lo que sentían el uno por el otro. 

Un año después 

-¿Estás seguro de que está bien que pinte en esa pared? 
-Totalmente seguro. Quiero que lo hagas, no puedes retractarte- 
-No es que me retracte, me preocupa que dirán tus padres si lo ven- 
-No dirán nada, ya no viven aquí. Ahora nosotros vivimos aquí y ya te compré la pintura, así que deja de poner pretextos y hazlo- 
-De acuerdo... pero no quiero quejas después, ¿Entendido?- 
-¡Arioka! ¡No seas infantil y ponte a pintar esa pared o yo te pintaré a ti!- 
Fue así como, entre risas y bromas, Daiki se puso manos a la obra y comenzó a pintar sobre aquella pared frente al piano. Llevaban viviendo juntos medio año, Daiki había entrado a la universidad de artes y a sus padres no les había importado demasiado. Curiosamente, a su madre le entusiasmó la idea de tener a un artista en la familia, aunque aún era algo rápido para entusiasmarse de esa manera. 
Kei le había dicho a sus padres que invitaría a Daiki a vivir con él y parecieron satisfechos con eso.  
Por el momento, ninguno de los dos necesitó dar mayores explicaciones. No les importaba pensar en ello, simplemente el vivir juntos, de disfrutar cada día juntos era lo mejor que podían esperar del día a día. 
Desde el momento en que Kei vio el talento de Daiki para la pintura, se decidió a convencerlo de pintar algo para la casa, y después de pensarlo mucho, el menor accedió y creó un diseño especial, el cual estaba planeado para aquella pared que estaba frente al piano, su lugar favorito. 
El piano, las sonrisas y el amor eran parte de sus vidas. No deseaban nada más que permanecer así para siempre. 
"Quédate" Le había dicho Kei aquella primera noche que Daiki pasó a su lado, y desde ese momento los dos decidieron vivir juntos. 
Aquello era lo mejor, lo que tanto habían deseado y necesitado en sus vidas. Al fin se tenían el uno al otro y eso no desaparecería. Jamás. 

F I N 


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¡Listo!
Ah, creí que jamás terminaría pero lo logré. Permítanme contarles qué me entretuvo tanto. Debo terminar una revista ésta noche y toda la semana he estado escribiendo de a poquito y después atrapada en InDesign editando y editando. Siento que los ojos van a explotarme e___e
Yo quería terminar éste fic mucho antes, lo quería para que fuese publicado el lunes, pero simplemente fue imposible, como ya habrán notado.
¡En fin!
¿Les ha gustado?
Como siempre, les recomiendo buscar la pieza que toca Inoo, la puse en la segunda parte del fic pero de todas formas se las vuelvo a poner por aqui:
https://www.youtube.com/watch?v=mtHKQWY6m80  Pueden escuchar a partir del minuto 9:22 que es donde inicia la pieza que Inoo eligió.

¿Ah? ¿Por qué se los pongo hasta abajo? Bueno, espero y no se sientan incomodas por leer eso hasta el final xD

Ahora si me voy, que tengo una revista por terminar y un oneshot también ^^

¡Gracias por tan lindos comentarios!

P.D
Me he dedicado a enviar unos cuantos correos a quienes me han dejado comentarios, entre ellos están para: dalia801y Fuyumi Ichinose Les recomiendo que revisen sus correos ;)
He querido enviarle a las demás pero en sus perfiles de blogger o google+ no encuentro sus correos, entre ellas están: Natarashi, yojhanna Patt Robpse, Izumi Rikka-chan y YUKO "I LOVE JUMP" (quien está como anónimo y solo sé que es ella porque así me firma en cada comentario).
Espero que ustedes, y quienes aún visiten este blog, me faciliten sus correos. Tan solo les quiero enviar un agradecimiento muy personal a cada una ^^

Ahora si, ¡Hasta el siguiente fic!