Quédate
-Segunda Parte-
Era inevitable, tenía que enamorarme de él
tarde o temprano.
Me tomó por sorpresa. Sacudió mi mundo y lo
volteó de cabeza.
Creí que con la música tenía suficiente
compañía…
Pero ahora… ahora lo quiero a él en mi vida.
Para siempre.
Segunda
parte. El curioso chico de instituto que sonríe siempre.
La
vida universitaria para Kei Inoo era bastante diferente que el resto. La
diferencia más obvia suponía el hecho de que él asistía a una universidad de
artes y su especialidad era el departamento de música. En especifico, el piano.
Desde
pequeño había tenido lecciones particulares, después participó en diversos
concursos, los cuales ganaba con gran admiración y deleite de sus padres. No es
que el hubiese elegido el piano, es que el piano lo había elegido a él.
Aún
recordaba su época de rebeldía en la que se negaba a tocar el mismo instrumento
siempre, aquello le sucedió a los diez años. Intentó violín, cello, clarín y
hasta guitarra eléctrica. Pero el piano terminaba por llamarlo. Por más que se
alejara de él, siempre volvía a posar sus dedos sobre aquellas teclas blancas y
negras. El piano era su alma y vivía para él.
Todo
el tiempo sus dedos tamborileaban sobre cualquier superficie cuando no se
encontraba en casa, en su mente siempre estaban las partituras y los ritmos
adecuados, incluso con escuchar cualquier canción en la calle ya podía imaginar
como sonaría en el piano.
Fue
por eso que, al momento de decidir, eligió una universidad de artes. Tenía la
oportunidad de ir al extranjero, pero no deseaba salir del país aún. Una parte
de él deseaba permanecer ahí, tocando el piano y solo eso.
Practicas,
lecciones, prepararse para concursos, más practica y dormir poco. Ese era el
ritmo de su vida y no se quejaba, pero tampoco lo disfrutaba, simplemente le
era indiferente.
-¡Inoo! Aún no me has dicho que
tocarás para el concurso de éste año- Lo regañó su profesor mientras se
alistaba para la lección del día, como todos los martes.
-Pues, lo pensaré bien y mañana le
digo- Respondió con la habitual indiferencia, provocando que su profesor se molestara
y lo regañara más.
-¡Nada de mañana! Si no me dices
algo ahora lo decidiré yo y comenzaremos las practicas. ¡Solo tienes cuatro
meses para practicar!-
Con
fastidio, Kei se sentó en el taburete frente al piano, pensó un poco y dijo lo
primero que se le vino a la mente.
-Elijo la Sonata para piano no. 14,
3er movimiento de Beethoven-
-Bien, entonces comencemos a
practicarla. ¿Traes la partitura?-
Kei
sabía que no la traía, pero aparentó que la buscaba con esmero dentro de su
maletín, después miró a su profesor, se puso de pie y le dijo con su
característica sonrisa despreocupada.
-No, iré por una-
Y
sin esperar la respuesta de su profesor, salió del aula de practica y se
dirigió a uno de los salones en donde daban teoría musical. Aprovechó que estaba
vacío y buscó con calma la partitura que necesitaba.
Cuando
al fin la encontró, volvió al aula de práctica y después de escuchar unas
indicaciones sobre el ritmo, armonía y demás, comenzó a tocarla.
Comenzaba
con ritmos acelerados y rápidos, para después intercalar con movimientos suaves. Una melodía nada sencilla, justo como
le gustaban.
Después
de una clase agotadora, llena de sugerencias de su profesor y algunos cambios,
al fin podía marcharse a casa.
Se
sentía agotado, pero satisfecho. Siempre que se enfrentaba a melodías
complicadas y lograba dominarlas con rapidez, sentía que sin importar el resultado
de cualquier concurso, ya había ganado algo. Aunque tampoco se iba a conformar
con aquello, ya estaba acostumbrado a tener buenos resultados en las
competencias así que el siguiente paso era, sin dudarlo, ganar ese concurso.
Así
que en cuanto llegó a casa se dirigió de inmediato al piano, a penas comió un
poco. Necesitaba dominar aún ciertos movimientos, y no pensaba descansar hasta
lograrlo. Fue así como amaneció y se dio cuenta de que era hora de ir a clase.
A penas tenía tiempo de darse un baño y cambiarse de ropa.
Minutos
más tarde ya iba rumbo a la universidad, se detuvo en una cafetería para
comprar algo de comer y, por supuesto, un café.
Para
el final de sus clases tenía unas cuantas investigaciones pendientes sobre
composición, así que tuvo que ir a la biblioteca que se encontraba cerca del
campus.
Fue
a partir de ese momento que algo cambió en su vida. Pero aún no lo notaba.
El
hecho de ir siempre a esa biblioteca no era nuevo, le gustaba más que la del
campus, además de que contaba con un amplio catalogo que siempre le aportaban
algo más de lo que buscaba. Tampoco era nuevo ir directo a la biblioteca
después de clases, siempre lo hacía así, ya que de ese modo adelantaría gran
parte del trabajo y podría llegar a casa a practicar tranquilamente.
Miró
a su alrededor y encontró la mesa en donde usualmente se sentaba. Le gustaba
aquella zona ya que desde ahí podía escuchar perfectamente las practicas de los
demás alumnos de diferentes especialidades y eso lo motivaba. No por sentirse
superior, más bien se sentía contagiado por el espíritu de mejorar que aquellos
jóvenes que practicaban sin descanso, al igual que él.
En
cuanto tomó asiento se puso a leer el material que había encontrado, de su
maletín sacó su libreta de apuntes y un bolígrafo y tan solo se dedicó a anotar
lo que realmente era importante y necesario para su trabajo, lo demás
simplemente lo almacenaba en su cerebro, tal vez algún día podría resultarle
útil.
Mientras
escribía y leía de pronto notó que algo le faltaba, se había olvidado de tomar
un libro, así que despegó la mirada de sus apuntes y antes de ponerse de pie
miró de reojo a su alrededor. Logró observar que había muy poca gente, la
mayoría estudiantes de la universidad o adultos que seguramente eran profesores
que no conocía. Pero también había algo más.
Algo
que desentonaba con el ambiente “adulto”. Alguien que sonreía mientras leía y
tomaba algunas notas. Un chico de instituto.
¿Qué
hacía ahí un chico de instituto?
Normalmente
aquella biblioteca solo era visitada por universitarios y profesores, la zona
escolar estaba un poco retirada como para pensar que aquel chico había dado
tranquilamente con aquella biblioteca en su regreso a casa.
Sin
darse cuenta, Kei ya lo observaba fijamente mientras se preguntaba todo aquello
y le daba vueltas en su cabeza, a tal grado que olvidó que debía ir por el
libro que necesitaba. Fue así como, mientras observaba a ese chico de
instituto, pudo notar como éste disfrutaba lo que escuchaba. Justo en ese
momento alguien practicaba un dueto de violín y piano.
-Saint-Saens. Introducción y Rondó
Caprichoso- Murmuró al reconocer de inmediato la melodía. Era una vieja
costumbre, en cuanto escuchaba una melodía su mente trabajaba en recordar de
que pieza se trataba y la murmuraba para sí.
Pero
lo que más llamó su atención fue ver la expresión de aquel chico. No era la
clase de concentración que pone alguien que sabe de música y comprende de
técnicas y movimientos, era más bien la expresión de alguien a quien le gusta
lo que escucha y que además lo disfruta.
Aquello
era aún más curioso. Un extraño joven de instituto que sonríe mientras escucha
una pieza que no conoce y que tal vez sea la primera vez que escucha. Y sin
embargo la disfruta mientras estudia cuidadosamente.
De
pronto notó que ya llevaba observando a aquel joven más de cinco minutos, si
alguien lo hubiera visto pensaría de inmediato que era raro. Miró
disimuladamente a su alrededor y se sintió aliviado al notar que nadie se había
dado cuenta de su extraño comportamiento. Miró su reloj, ya casi eran las
siete, si quería aprovechar mejor el día para practicar tendría que irse de
inmediato. Así que decidió suspender su trabajo, guardó sus cosas y dejó los
libros en el carrito donde debían dejarse una vez consultados. Pensó que podía
haberlos pedido prestados para continuar en casa, pero por alguna razón, tenia
ganas de volver al día siguiente. Se sentía curioso acerca de aquel chico de
instituto.
¿Acaso
también lo vería mañana?
Lo
miró de reojo una vez más y sintió una extraña calidez en su interior al verlo
sonreír, era extraño que un chico sonriera mientras estudiaba. Sin lugar a
dudas era un chico de instituto bastante peculiar.
Cuando
llegó a su casa, dejó sus cosas sobre el sofá, fue a la cocina y se preparó un
ramen instantáneo. Mientras esperaba los tres minutos para que estuviera listo,
miró fijamente su refrigerador. ¿Hace cuanto que no se preparaba algo de comer
que no fuera instantáneo?
Lo
pensó detenidamente y recordó que aquello fue en su primera semana de vivir
solo. Se había quedado en la casa de sus padres ya que ahí estaba su piano,
pero sus padres habían decidido mudarse a una ciudad más tranquila. Esa era la
ventaja que suponía tener una familia con buena posición social. Ni siquiera
sus padres tenían preocupaciones.
A
veces, el vivir solo en aquella casa lo hacia sentir extraño, como si fuese
demasiado espacio para él. Pero una vez que pensó en mudarse a un departamento
se enfrento a la realidad de que la mayoría de los departamentos en Tokio eran
tan pequeños que resultaba impensable meter un piano en alguno. Y
definitivamente no iba a vivir en ningún lugar sin su piano, por lo que no le
quedó más alternativa que quedarse en aquella casa.
De
alguna manera se había acostumbrado, la universidad no quedaba demasiado lejos
y podía ir y venir en autobús. Limpiaba los fines de semana y cuando tenía
ganas se iba a comer a algún restaurante familiar que encontraba. Si no se
encontraba en temporada de practicas para algún concurso, leía y escuchaba
música. Así de tranquila y relajada resultaba su vida.
Por
lo mismo es que no tenía muchos amigos, siempre prefería estar solo, nunca se
había sentido con la necesidad de tener a alguien a su lado.
Hasta
ese momento, la música era la único que llenaba su vida, lo único que
necesitaba.
Al
día siguiente, después de clases, volvió a la biblioteca. Tenía una extraña
sensación, como si en verdad estuviese expectante y nervioso por saber si aquel
curioso joven de instituto había vuelto.
Antes
de tomar el último libro que necesitaba, miró su reloj con curiosidad. Eran las
tres con quince minutos. Le resultó extraño sentirse tan ansioso, nunca había
sentido algo semejante, ni siquiera cuando esperaba por los resultados de algún
concurso.
Trató
de relajarse un poco, ya que de alguna manera se había tensado mientras
observaba si alguien se acercaba, pensando únicamente en ver aquel uniforme de
instituto que estaba grabado ya en su mente. Una vez sentado en la mesa de
siempre pensó que lo mejor sería enfocarse en su trabajo y dejar lo demás a un
lado, así que eso hizo, pero justo después de unos minutos de estar leyendo
atentamente, algo paso junto a él, más bien alguien, alguien que tenía una
forma de caminar bastante peculiar, como de alguien que ha llegado al lugar que
más le gusta. Como si se tratara de un niño pequeño visitando una inmensa
juguetería. Pero no se trataba de ningún niño y evidentemente no se encontraba
en una juguetería, solamente era aquel chico que, sin darse cuenta, estaba
esperando ver.
Observarlo
a escondidas resultó una nueva experiencia para Kei, ya que él no solía
prestarle demasiada atención a las personas de su alrededor. Descubrir que cara
pondría aquel joven de instituto tras escuchar una nueva pieza, observar como
se deleitaba y disfrutaba, de cómo se permitía tal vez soñar un poco mientras
se dejaba envolver en la magia de aquellas notas.
Fue
así como los días transcurrieron uno tras otro. A excepción de los martes,
trataba de ir a la biblioteca todos los días, aunque fuese solo un rato, una
hora o dos, leer lo que fuese y mirarlo.
Las
semanas pasaban y para Kei ya era tan natural ver a aquel joven que ya tenía
bien memorizada su sonrisa, el brillo en su mirada cuando se emocionaba con
alguna pieza musical, su expresión de concentración mientras estudiaba, la
forma en la que sus hombros se relajaban unos minutos, el movimiento de sus
manos al pasar la pagina de algún libro, de cómo sostenía entre sus dedos el
lápiz con el que escribía sobre su libreta, sus movimientos para acomodarse
mejor en la silla, de cambiar de posición, de ponerse de pie para buscar algún
libro, el sonido de sus pasos, el movimiento de sus parpados, sus largas
pestañas, sus labios, su cuello, su aroma, absolutamente todo.
Estaba
fascinado, era imposible dejar de mirarlo y no pensar en él mientras practicaba
en casa. Se preguntaba si también pondría tanta atención si lo escuchara tocar.
Fue
entonces que comenzó a desear que sus melodías fueran escuchadas por él y solo
por él. De llegar a lo más profundo de su alma, de decirle que lo conocía, que
lo observaba y que lo quería en su mundo. A partir de ese momento los días de
clase con su profesor de piano fueron diferentes, adquirieron un nuevo
significado. Ya no solo quería ganar aquel concurso, sino también deseaba que
su música conmoviera a aquel joven como lo hacían tantos otros jóvenes músicos.
Quería ser especial. Que su piano fuera especial. De ser necesario, robarle el
alma.
Con
un importante concurso tan cerca, las practicas para Kei eran más intensas,
necesitaba perfeccionar su técnica, dominar por completo las notas de aquella
complicada pieza, sincronizar perfectamente el movimiento de sus dedos con el
ritmo preciso. En un concurso siempre se califica que el interprete toque
exactamente, nota a nota, en una sincronización perfecta. Él debía ser
perfecto.
Además,
dentro de sí deseaba que sus extenuantes practicas fueran escuchadas por aquel
curioso chico de instituto. Sin darse cuenta, aquello se volvió una importante
motivación, aquello que le agregaba un sentimiento especial y conmovedor a su
interpretación.
-Ya casi la tienes. Estarás listo
muy pronto para ese concurso- Dijo su profesor cuando el reloj marcó las ocho
en punto y la práctica había concluido.
-Por supuesto que estaré listo-
Su
profesor no lo notó, pero en su rostro se formó una peculiar sonrisa. No la
típica sonrisa de alguien que presume sus habilidades y esta seguro de ganar un
simple concurso. Era la sonrisa de alguien que tiene un anhelo, un deseo y algo
especial en su corazón.
-Es hora de que vayas a casa. Debes
descansar bien para continuar practicando. Mañana estará libre este salón a las
siete. Si tienes tiempo de una lección rápida avísame y estaré aquí contigo-
-No creo que sea necesario, pero lo
pensaré-
Y en
verdad que no lo consideraba necesario. Tenía un piano en casa, podía practicar
ahí hasta la siguiente lección, que sería el próximo martes.
Fue
así que, después de tomar su maletín, salió del salón tras despedirse de su
profesor. Caminó tranquilamente por los vacíos y solitarios pasillos, pero a
pesar de su andar relajado sus pasos eran grandes, como si intentara avanzar un
poco más rápido de lo normal. Tenía un presentimiento que no comprendía y no
iba a perder el tiempo en extraños razonamientos, simplemente iba a seguir esa
corazonada y continuar con su camino a ese ritmo tan fuera de lo común.
Fue
así que salió de la universidad, respiró profundo y siguió andando, pasó por
aquella biblioteca y la miró solo de reojo. Caminó y caminó hasta que llegó a
la parada del autobús, la cual estaba sola. Sintió una pequeña decepción al
encontrarse ahí solo, de alguna manera había tenido la impresión de que aquella
extraña corazonada significara algo como ver a aquel chico.
Sonrió
para si mientras reflexionaba aquello, nunca antes se había sentido de esa
manera y ahora que se sentía como un tonto simplemente le parecía divertido.
Resignado
a esperar solamente el autobús, relajó sus tensos hombros y despejó su mente de
aquellos pensamientos, tan solo habían pasado unos cuantos minutos cuando
alguien más llegó a la parada y curiosamente se sintió observado. Intrigado por
aquella sensación que le cosquilleaba el rostro y la nuca, miró de reojo a la
persona que estaba a su lado. En ese preciso instante el mundo dejó de girar,
el tiempo se congeló, su corazón dio un latido tan fuerte y rotundo que
resonaba en sus oídos. Sus ojos se llenaron de luz y en su interior danzaban
unas traviesas y elegantes mariposas que al parecer se sentían tan felices como
él.
Todo
esto solo podía provocarlo una persona, alguien que lo estaba observando
furtivamente, que parecía sonreír al verlo y que vestía un uniforme de
instituto.
Era
él, al fin.
El
curioso chico de instituto que sonríe siempre.
Y lo
observaba. Estaba siendo observado por aquel a quien siempre observaba en
aquella biblioteca. Un chiste muy divertido. Una maravillosa paradoja.
Le
gustaba sentirse observado por aquel chico, así que se relajó y aparentó no
darse cuenta. Después de todo él hacía lo mismo todo el tiempo.
Pasaron
unos cuantos minutos más, que para Kei fueron segundos, y el autobús llegó.
Deseó que fuesen horas.
Subió
detrás de aquel chico, lo vio tomar asiento tranquilamente y cerrar los ojos
mientras volvía a sonreír. ¿Es que acaso ese chico sonreía todo el tiempo?
Esa
pregunta lo llevó a desear saber la razón por la cual ese chico siempre sonreía
justo en ese momento y también deseo ser la razón.
Tomó
asiento cerca de la puerta de descenso y observó como aquel chico, después de
haber abierto los ojos, miraba por la ventana y se perdía en sus pensamientos.
También
deseó estar en sus pensamientos.
Faltaban
dos estaciones para llegar a su destino, no tenía idea de donde bajaría aquel
chico, por ahora aquel curioso encuentro era más que suficiente.
Justo
comenzaba a sentirse afortunado cuando, una parada antes de la suya, aquel
chico se preparaba para descender. Aquello si que era suerte. Ya sabía que no
podían vivir tan lejos uno del otro y eso lo hizo sentir aún más afortunado.
Mientras
pensaba aquello, sus ojos miraban fijamente a aquel chico, no esperaba ser
notado y seguir en su puesto de observador anónimo. Pero eso no sucedió.
Inesperadamente
aquel chico se giró y sus miradas se cruzaron.
Al
fin.
De
inmediato Kei fue capturado por esos ojos, quedó maravillado y deseó que el
contacto jamás se perdiera. Al fin el lazo estaba creado.
Cada
segundo que se miraban fijamente, Kei deseó no ser olvidado. Deseó permanecer
en la memoria de aquel chico, de transmitirle que él lo veía porque le
interesaba de verdad, que lo conocía, que lo observaba siempre que podía y que
incluso aparecía en sus más profundos sueños.
Mírame.
Te conozco.
Te observo.
Te sueño.
Estas grabado en mi alma.
Quiero grabarme en la tuya.
De
pronto la quejosa voz del conductor rompió la magia. Ese estúpido conductor que
no tenía idea de nada había interrumpido el maravilloso instante y aquel chico
se vio obligado a descender rápidamente del autobús.
Pero
aún así, Kei estaba satisfecho, después de todo había sido realmente
afortunado al poder establecer ese
pequeño contacto visual con aquel chico.
Y
como si quisiera hacerlo sentir aún más afortunado, aquel chico hizo que
súbitamente su corazón se detuviera, que sus pulmones dejaran de funcionar y
que todo a su alrededor desapareciera, convirtiéndolo en un sueño que jamás
imaginó vivir.
Le
sonrió.
Solo
a él.
Una
sonrisa dirigida solamente a Kei.
Es
increíble lo mucho que el mundo puede cambiar con una sonrisa. Si llegas a un
establecimiento comercial lleno de gente y decides sonreírle a la persona que
se encarga de cobrar, tal vez esta persona te atienda de mejor forma y tal vez
le des unos segundos para relajar su tenso rostro.
Si
le sonríes a algún desconocido tal vez piense que no estas bien de la cabeza o
que eres una persona extraña, pero al menos eso lo hará pensar en otra cosa y
eso ya es un pequeño cambio.
Si
le sonríes a un amigo, éste asumirá que estas teniendo un buen día, querrá
saber la razón de tu aparente felicidad y solo eso ya habrá cambiado el rumbo
de su rutina.
Pero
que te sonría alguien a quien solo has observado furtivamente, de quien te has
imaginado un montón de veces como será su vida, sus pensamientos, lo que le
gusta y lo que no… Aquello era suficiente para cambiar el mundo entero para
Inoo Kei.
Esa
tierna y amable sonrisa permaneció en su cabeza toda la noche, causándole un
extraño cosquilleo en el estomago.
Después
de haber medio dormido, escuchó la alarma sonar, las horas habían pasado tan rápidamente
que ni siquiera notó que la mayor parte de la noche se la pasó pensando en
aquella hermosa sonrisa.
Al
entrar al baño se miró fijamente en el espejo y notó la estúpida sonrisa
bobalicona que aún estaba dibujada en su rostro. Pero no le importó. Al fin,
después de mucho tiempo se sentía feliz, como en un sueño, y nada en el mundo
iba a destruir aquello.
Lavó
su cara con agua fría, después sus dientes y desayunó lo primero que pudo
encontrar en la cocina, ósea, solo pan y leche.
En
el camino hacia la universidad no podía dejar de pensar en lo sucedido el día
anterior, para él seguía pareciendo un sueño, un sueño bastante hermoso.
Sin
darse cuenta, caminaba por el campus con la misma sonrisa y aquel peculiar
brillo en la mirada, era un estado de felicidad inusual y del cual no deseaba
salir, nunca.
-¡Inoo! ¡Mas te vale prestar
atención por donde caminas o causarás un accidente!- Le dijo uno de sus
compañeros en todo de broma, nadie solía bromear así con él, pero al parecer su
evidente sonrisa les daba la confianza de dirigirle la palabra y más en ese
tono.
No
respondió, tan solo sonrió y continuo con su camino, directo al salón de clases
para la primera lección del día. Estaba consiente de que debía recuperar la
cordura, de volver a la realidad y prestar atención a lo que le rodeaba. Pero
era casi imposible, se sentía demasiado feliz como para sentir interés en algo
más.
Después
de tres clases en las que apenas se había enterado de que trataron, se topó con
su profesor de piano en uno de los pasillos.
-Espero y estés listo para la
lección de esta tarde-
-Ah… si, muy preparado estoy, señor-
Respondió con un tono de total distracción que eso solo provocó que su profesor
se preocupara al respecto.
-Te veré en el salón de practicas,
más te vale no olvidarlo- Y sin más, el profesor continuó con su camino,
dejando a Inoo en el mismo estado de ensoñación. Pero después recapacitó el
significado de aquello. ¡Oh no! ¿Cómo podía tener clases extra después de lo
que había vivido la tarde anterior?
Aquello
complicaba un poco las cosas, el tenía planeado ir a la biblioteca aquella
tarde y encontrarse “por casualidad” con aquel joven de instituto. Una feliz
coincidencia que le daría tiempo de acercarse más a él, de saber más de él. Era
lo único que deseaba.
Pero
no, ahí estaba su profesor, preocupándose por el tiempo que practicaba o no y
deseoso de arruinar sus fantasías. Bien, ya todo parecía ir perfecto aquel día,
seguramente ya había recibido su dosis de felicidad que lo cubría por un año,
no podía desear más.
Si,
Inoo Kei tendía a ser fatalista y melodramático cuando las cosas no fluían a su
gusto. Tuvo que ocuparse en otras cosas para despejar su mente de aquellos
pensamientos absurdos. Y así lo hizo.
Largas
horas de clase en las que solo pudo lamentarse internamente de no poder faltar
a aquella practica extra. Debía admitir que era afortunado por tener a un
profesor tan dedicado y preocupado por su éxito. Pero en esos momento deseó que
no fuera así, además, él era bueno y no necesitaba ayuda extra.
Aún
así sus rabietas internas no sirvieron de nada, tenía que cumplir con aquella
clase y no tenía el valor suficiente para decir que no.
A
las siete en punto ya estaba frente al piano, con su profesor junto a él,
dándole instrucciones sobre el tiempo y demás cosas que no lograba procesar
correctamente.
Respiró
profundamente, cerró los ojos y pensó en aquel chico, en su sonrisa, en la
forma en la que se relajaba y disfrutaba cada que escuchaba la música de otros
estudiantes. Y entonces deseó que al menos por esa ocasión aquel chico siguiera
en la biblioteca y lo escuchara. Quería que su melodía fuera especial para
aquel chico.
Con
toda esa energía y deseo dejó que sus dedos danzaran libres sobre las teclas,
siguiendo el ritmo preciso, tocando cada nota a la perfección, imprimiendo en
cada sonido ese deseo, el deseo de ser escuchado por aquel chico de instituto.
Al
terminar de tocar se sintió extrañamente agotado, al parecer se había esforzado
más que nunca y eso solo lo hizo sentir mejor.
Hubo
un extraño silencio por unos instantes y después su profesor comenzó a aplaudir
mientras su expresión solo mostraba absoluto asombro y algo más que Kei no supo
descifrar y que tampoco se interesó en preguntar.
-¡Excelente Inoo! Eso ha sido
perfecto. ¡Más que perfecto!-
Kei
parpadeo un poco perplejo, se limpió el sudor de la frente con la manga de su
suéter y respiró profundo. No estaba seguro de que le había ocurrido pero le
gustaba esa sensación. Al fin había logrado sincronizar con el piano más allá
de las notas, había logrado liberar sus sentimientos mientras tocaba y aquello
le produjo una tremenda felicidad.
-Debes asegurarte de tocar así en el
concurso. De todas formas seguiremos practicando. Hazlo una vez más-
Y
tras escuchar las indicaciones de su profesor, volvió a tocar la melodía. Con
el mismo sentimiento, la misma intensidad y volvió a sentirse de maravilla.
Aquello era lo que había necesitado desde que comenzó a tocar el piano. Tenía
que admitir que todo era gracias a aquel chico de instituto. Ahora, con más
razón, debía conocerlo, hablarle, formar parte de su vida e invitarlo a la
suya. Lo necesitaba.
A
las ocho en punto terminó su lección extra y salió del salón con paso relajado.
Recorrió los pasillos hasta salir del edificio y con ese mismo ritmo salió del
campus. Estaba feliz, relajado y también algo agotado. Por primera vez se
sentía realmente agotado después de una práctica, pero también se sentía
verdaderamente satisfecho y orgulloso.
Tal
vez ya no podría ver a aquel chico debido a su lección extra, pero siempre
había un mañana y con toda seguridad lo buscaría y haría todo lo posible por
acercarse más a él.
Sin
embargo no tenía que esperar al día siguiente, una vez más la suerte estaba de
su lado. Justo caminaba cerca de aquella biblioteca cuando notó que alguien iba
delante de él, primero dudó un poco, aceleró un poco el paso para estar más
cerca, pero sin ser notado, y pudo distinguir aquel uniforme de instituto que
tan bien conocía. Era increíble, ¡Era él!
Si
no hubiese tenido tanto autocontrol, con toda seguridad estaría saltando de
felicidad por toda la acera. Pero como aquello no era su estilo, prefirió hacer
algo diferente. Clavó su mirada en aquel chico, deseando ser notado, después
cambió su forma de pisar el suelo. Más fuerte, más seguro. Pedía ser notado,
deseaba que aquel chico lo viera de nuevo, que notara que una vez más se habían
encontrado.
Al
mirarlo no pudo evitar el sentirse afortunado, la razón de que se hubiera
esforzado tanto en su lección de piano caminaba a unos cuantos metros de
distancia. Deseaba ser notado, que se girara o se detuviera para que así
pudiera alcanzarlo.
Y
sucedió lo primero.
Aquel
chico se giró un poco y esa mirada llena de sorpresa le indico que lo había
reconocido. ¡Aquel chico lo recordaba!
Eso
bastó para hacerlo sentir más que afortunado. Saber que aquel chico lo
recordaba, que había logrado permanecer en sus pensamientos así como él había
permanecido en los suyos lo hizo sonreír y deseó llegar pronto a la parada del
autobús.
Pero
todo debía transcurrir despacio, a su ritmo, no tenía la intención de acelerar
las cosas, así que continuo caminando firmemente detrás de él, después de todo
ambos se dirigían al mismo lugar, no había razón para correr desesperadamente.
Aún no.
Cuando
llegó a la parada del autobús, notó que el chico se detuvo justo frente al
tablero de los horarios. Bien, ese le parecía un buen lugar. Sonrío de nuevo y
se colocó a su lado, a la espera de ser notado una vez más. Esta vez estaba
decidido a hacerse notar, así que no le quitó la mirada de encima, observaba
sus movimientos y notó como los nervioso ojos de aquel chico lo buscaban con
cierto nerviosismo.
Notar
aquel gesto hizo que su corazón latiera como las alas de una mariposa rebosante
de felicidad. Pensar que tal vez ponía nervioso a aquel chico lo hacía sentir
satisfecho, eso quería decir que aquel chico desconocía por completo lo que él
le hacia sentir.
Minutos
más tarde llegó el autobús, primero subió otra persona, ni siquiera le
importaba quien fuera, solo tenía un objetivo y ahora estaba justo frente a él,
subiendo tranquilamente al autobús.
Cuando
Kei subió y pasó su tarjeta de cobro por el sensor, observó rápidamente hacia
donde se dirigía aquel chico, como tomaba asiento tranquilamente y abrazaba con
fuerza su mochila mientras cerraba los ojos. Ahora sabía, con toda seguridad,
que el chico estaba nervioso. Eso lo hizo sonreír aún más y a pesar de que
había lugares disponibles optó por quedarse de pie, a su lado, como un
guardián. Esperando a ser notado.
Transcurrieron
unos cuantos minutos, el chico miró primero por la ventana, como si intentara
reflexionar o tal vez acomodar sus ideas, mientras tanto Kei lo miró fijamente,
repasando con la mirada una y otra vez la perfección de su infantil rostro. Sus
pequeños ojos, su nariz, sus labios. Podía estarlo mirando eternamente, pero
quería que aquel chico también lo viera, así que solo esperó.
Por
primera vez en su vida, no le importó ir de pie, al contrario, lo disfrutaba.
De pronto, aquel chico, que miraba fijamente por la ventana, notó su presencia.
Sus miradas se cruzaron a través de la ventana y, tras la evidente sorpresa del
menor, decidió girarse un poco para verlo de frente. Y ahí estaba esa mirada,
sorprendida y que demostraba completo nerviosismo. Kei quería decir algo, pero
no lograba ordenar las palabras que giraban en su cabeza y tan solo se
deslizaban entre su garganta y su lengua sin lograr salir. Y al parecer el
chico era el más valiente de los dos, esta vez.
-Nos vemos de nuevo-
Para Kei fue evidente que el chico
se esforzaba por sonar lo más natural posible, lo cual lo hizo sonreír. Estaba
feliz. Al fin tenía la oportunidad de charlar con él y no iba a quedarse
callado, así que respiró profundo y respondió con el mismo tono de naturalidad.
-Así es-
Dicho esto, Kei notó como aquel
chico lo observaba con más detenimiento y después de unos segundos observó como
se ruborizaba ligeramente.
¿Por
qué se sonrojaba?
Bueno,
eso no importaba, después de todo tenía que admitir que así solo lograba verse
aún más adorable. Más hermoso.
-De nuevo te encuentro en la misma
parada de autobús- Le dijo con una sonrisa, esperando con ansias continuar con
la platica. Esperaba poder seguir viéndolo así, sonrojado, sonriente.
-Es curioso, ¿no?- Preguntó aquel
chico. Para Kei aquello no era curioso, era fantástico. Un maravilloso y
preciado regalo del destino. Ninguna casualidad o coincidencia, simplemente
algo inevitable.
-Yo no creo que sea curioso- Le
respondió con total sinceridad. Deseaba hacerle saber en ese mismo instante que
para él era algo maravilloso poder hablar frente a frente al fin, después de
solo estar observándolo, guardando su distancia. Ahora, para Kei, en aquel
autobús solo se encontraban los dos, en su pequeño universo, alejado del resto
del mundo, creando al fin un mundo aparte. Necesitaba mantenerlo así. Lo
deseaba.
-¿Por qué no?- Preguntó el chico con
esa mirada llena de incredulidad y algo más. Había un brillo especial en su
mirada. ¿Ilusión tal vez?
-Bueno, solo tenía que pasar-
Kei estaba cerca de confesarle todo.
Decirle de una vez que ya lo conocía, que ya lo había visto, que lo observaba,
que lo soñaba. Por eso para él era inevitable, algo que tenía que pasar, porque
el jamás descansaría hasta que aquel momento llegara, de una u otra forma iba a
terminar por buscarlo. Porque no se iba a conformar con soñarlo para siempre,
no a él.
-Pues, que bueno que pasó-
Aquel chico le sonrió y el mundo de
Kei dio un giro radical. ¿Cuántas veces iba a cambiar su mundo tan
abruptamente? Además, con aquellas palabras dejaba bien en claro que para él su
encuentro también significaba algo. Al fin estaba conciente de que no navegaría
sin rumbo. A él también lo hacía feliz volverlo a ver y eso para Kei significó
mucho.
No quería terminar jamás con ese
momento, pero al notar que aquel chico tenía la intensión de ponerse de pie,
fue cuando se dio cuenta de que estaban por llegar al final, la siguiente
parada era la de él. No quería, pero debía dejarlo ir, al menos por esta vez.
Así que se limitó a hacerse a un lado, lo dejó pasar y lo observó presionar el
botón de parada.
Cuando el autobús llegó a la parada,
el chico descendió y Kei no pudo hacer más que observarlo fijamente. Y justo
antes de que las puertas se cerraran aquel chico dio media vuelta y sus miradas
volvieron a cruzarse y ahí se clavaron. Los segundos parecían eternos y ojalá
así hubiese sido. Kei quería estar más tiempo a su lado, pero sus pies no
podían moverse de su lugar. Entonces, un instante antes de que se cerraran las
puertas, una vez más, aquel chico le sonrió.
Era increíble como su corazón podía
agitarse, como su estomago podía convertirse en millones de felices mariposas y
como sus piernas podían convertirse en gelatina con tan solo verlo sonreír. Una
vez más una preciada sonrisa dirigida solo para él.
Y así, las puertas se cerraron y el
autobús emprendió la marcha que debía seguir. Pero a Kei eso no le importó. Se
sentía tan feliz que ni siquiera se esforzó en ocultar la sonrisa que iluminaba
su rostro.
Quería verlo de nuevo, una y otra
vez, día tras día. Esto solo podía ser el inicio, el primer paso. Estaba seguro
que la próxima vez que lo encontrara sería en la biblioteca y al fin, en aquel
lugar, iniciarían algo que no terminaría tan rápido.
No había tiempo para hacer planes,
el destino ya estaba avanzando, las paginas ya estaban siendo escritas y a
ellos simplemente les tocaba continuar.
Al llegar a casa, Kei botó sus cosas
en el primer mueble que se cruzó en su caminó, seguramente en el sillón, se
dirigió a su habitación y se tumbó en la cama. Miró fijamente al techo y aún
sentía la misa enorme sonrisa cruzar su rostro. Ni siquiera le dolían las
mejillas de tanto sonreír, en esos momentos era inmune a cualquier sensación a
excepción de lo que sentía en su pecho y en su estomago.
Imaginó que así debe sentirse el
enamoramiento, pero no le interesaba profundizar demasiado. Simplemente quería
disfrutarlo, navegar en su nube de felicidad, sin necesidad de bajar por ningún
motivo.
Mañana, mañana, mañana. Si, con toda
seguridad al día siguiente lo vería, hablaría con él y algo florecería entre
los dos. Estaba ansioso. Con total seguridad no podría dormir esa noche, sus
pensamientos estarían inundados de esa sonrisa, esa mirada y esa voz. Todo por
ese curioso chico de instituto que sonríe siempre.
Al fin.
Continuara…
7 comentarios:
Ayshhhhhh <3 Debo confesarte que me hiciste feliz con tu actualización, me hice fan tuya jaskdjasasdjs Gracias por alegrar mi día con Inoodai u//u esperaré ansiosa el final ;3;
Esta historia es tan linda, Kei con su pasión por el piano esperando ser escuchado por Dai-chan, es precioso. Los dos ya se flecharon y se buscan la mirada, son tan kawaii ^^
Gracias por actualizarlo =)
Yuko "I LOVE JUMP"
Pd. Que maravilla que estés escribiendo una novela, escribes tan bien que si algún día decides compartirla, ten por seguro que yo la leería. Ganbatte =D
Esperaré la última parte con paciencia :') <3
Wooo.. mucho amoooorss..!!!
Me encanta... me gusta como llevas la historia.
Espero con ansias el sig capitulo!
^-^
hermoso es el inoodai me gusta tu manera de escribir me hace desear leer mas y mas esperare el siguiente sayonara
no puede ser tus seriales me hacen sufrir mucho TTnTT donde esta la tercera parte, es injusto quiero leer mas; tus fic's me dan inspiracion para hacer mis inoodai xd ♡ no tardes por favor!
Waaaaaahhh!!!, saber q Kei fue el primero en observar a Daiki me hace feliz!!, es genial está historia, me encanta *u*. Me gusta mucho la forma en la que escribes, así que espero la continuación con ansias. porfavor, no tardes tanto xD .
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