Prólogo.
Desde
la creación del universo, hace millones de años, el primer astro
existente fue el Sol, dominando con
su luz e imperando cada rincón al que tuviera alcance, todo aquel planeta
naciente que se encontraba con su cálido calor se sentían bendecidos,
agradecidos y le veneraban.
En
la lejanía se encontraba una pequeña estrella, quien anhelaba sentir ese calor,
pero estaba tan lejana que el frío que la rodeaba no hacía más que aumentar.
Entre más contemplaba al astro rey desde lo lejos, ese anhelo incrementaba,
hasta que llegó el momento en que no podía dejar de contemplarlo, cada vez más
ése amor no hacía más que aumentar. Lo anhelaba, lo deseaba, quería estar junto
a él, envidiaba su luz, su radiante luz y calidez, no había deseo más fuerte
que el poder estar a su lado.
De
pronto notó que su luz de estrella desaparecía, sin darse cuenta aquel deseo la
llevó a un repentino cambio, no moría, sino evolucionaba. Su anhelo de ser
notada la hizo cambiar de cuerpo. Fue así como la Luna nació.
Enamorada
del Sol, buscó acercarse a él. A
cada siglo su cuerpo celeste se acercaba un poco más, siempre conservando la
esperanza y el anhelo de lograr estar a su lado sin pensar en nada más que en
ello, ignorando que podría desaparecer si se acercaba demasiado.
Cuando
estuvo lo suficientemente cerca, sintió temor, observó más cuidadosamente aquel
brillo tan elegante, majestuoso y maravilloso. Sintió pena de ella misma, ella
no podía brillar, era un astro obscuro, y sin embargo tan puro al mismo tiempo.
Pero era imposible que ella lo notará, el miedo fue más grande que su amor en
aquel instante.
“Ilumíname con tu luz, mi amado Sol”
Imploró
con su suave voz. El sol se admiró al lograr percibir tan puro sentimiento, era
la primera vez que le prestaba atención a la pureza que la Luna irradiaba. Conmovido, juró iluminar esa pureza que la Luna irradiaba. Juró hacerlo por siempre, compartir su luz para corresponder a su amor, aunque este estuviera destinado a jamás
unirse puesto que el Sol sabía bien
que si la Luna pudiese acercarse más
a él, terminaría por calcinar aquel hermoso astro.
“No puedo permitir que estés a mi lado.
¡Oh, mi pura y hermosa Luna!
Si te dejo acercarte más podrías morir y yo
sería el único culpable, es por eso que debes permanecer justo en donde estás.
No entristezcas y te marches, que no podría soportar no verte y sentir tu
pureza tan cerca de mi.”
Fue
así que la distancia que reinó y reinaría entre ellos para siempre se conservó
intacta. Para la Luna fue suficiente
el pensar que al menos se tenían cerca. Que de alguna forma su amado Sol la necesitaba. Ante eso ya no
podría desear nada más.
La Luna fue feliz.
Pero
no todo es felicidad para siempre, incluso para astros eternos como ellos. Ya
que de pronto una extraña acumulación de energía dio origen a un planeta nuevo.
No se hubiese considerado un gran inconveniente si no hubiese surgido justo en
medio de la distancia entre el Sol y
la Luna. Al parecer, este nuevo
planeta no sufría al encontrarse más cerca del Sol de lo que estaba la Luna. Todo parecía indicar que la
energía del Sol y también de la Luna lo hacían funcionar de una manera
especial. La Tierra, ese fue su
nombre.
Ahora
la Luna no podía observar totalmente
a su amado Sol, y al parecer este no
sintió tal cambio como una invasión. Desafortunadamente fue todo lo contrario.
La
inmediata fascinación del Sol por la
Tierra no se hizo esperar. Aquella
fascinación no tardó en convertirse en algo mucho más fuerte. El Sol se había enamorado.
Con
el paso de los milenios, nacieron los Hijos
del Sol, resultado del amor que había adquirido el astro rey por el planeta Tierra, deseando así que seres
provenientes de él pudieran habitar tan hermosa superficie, al menos deseaba
que una parte de él estuviera en el planeta que ahora tanto amaba.
La Luna era incapaz de sentir celos u
odio, simplemente era algo que no estaba en su pura naturaleza. Deseaba que los
hijos del Sol no estuviesen solos en
aquel planeta tan lleno de vida. Que a pesar de que la Tierra le había arrebatado el amor del Sol, no guardaba rencor alguno. Así que los Hijos de la Luna nacieron.
Estos
fueron enviados también a la Tierra para
estar junto a los Hijos del Sol.
La Luna deseó que sus hijos fuesen útiles
para los hijos del Sol, que fuesen
su compañía en caso de no ser aceptados por los hijos de la Tierra; los humanos.
“He enviado a mis hijos a aquel planeta para
demostrarte cuanto te amo. Tus hijos no estarán solos jamás si es que los
humanos no llegan a aceptarlos o a quererlos. Que esta sea la ferviente prueba
de que mis sentimientos y mi fiel adoración hacía ti, mi amado Sol, jamás
morirán.”
Le
dijo la Luna al Sol, ante lo cual éste le respondió.
“Te lo agradezco, mi amada Luna, ya que mis
hijos probablemente necesiten de su compañía. He observado a los humanos
durante mucho tiempo y estoy seguro de que no aceptarán a nuestros hijos tan
fácilmente. Es por eso que te estaré eternamente agradecido, por tu amor tan
puro, mi corazón se siente afortunado y convencido de que también te ama de alguna manera.”
Así
fue como los Hijos del Sol y de la Luna habitaron el planeta Tierra, junto a los humanos, tan
semejantes en apariencia pero tan diferentes en alma.
Los
humanos se negaron a creer en su existencia, cerrando no solo los ojos, sino
también su corazón y aferrándose a sus propias creencias, por lo que los Hijos del Sol y los Hijos de la Luna se sintieron demasiado desolados.
Un
fatídico día, los Hijos del Sol y los
Hijos de la Luna pelearon a muerte, pero
lo peor no fue aquello ya que de esa pelea nació el odio entre ellos. Todo a
consecuencia de que ninguno de los dos lograba ser amado por los humanos.
Sentían celos y envidia sin fundamentos. Sus corazones se contaminaron.
Sin
embargo, ambos astros; Sol y Luna, lograron hacerlos entrar en
razón, fue entonces que encontraron la paz, olvidando y dejando de anhelar el
amor de los humanos, para aprender a amarse entre ellos. Hijos del Sol con los Hijos del Sol, Hijos de la Luna con los Hijos de
la Luna.
Jamás mezclados.
Esa
era su única regla, tan solo unidos con el mismo ideal, vivir en la tierra y
formar parte de ella, solo eso. Olvidando el amor, la razón de su existencia,
convirtiéndose así mismos en seres mitológicos, mágicos e inexistentes para los
humanos.
Pero
olvidaron algo sumamente importante, el amor entre el Sol y la Luna, el cual,
más allá del cielo, luchaba por prevalecer.
La
vanidad los cegó.
Ahora
solo viven entre los humanos, aparentando que son como ellos, mezclándose de
diferentes formas y al mismo tiempo protegiéndolos en silencio, tratando de no
ser notados.
Paulatinamente
se dividieron en clanes; Sol y Luna. Reuniéndose
cada siglo sólo para mantener la paz que habitaba entre ambas especies, y
manteniendo firme su fidelidad al planeta Tierra.
¿Cómo
lograrán sobrevivir más tiempo cuando han olvidado su origen, el motivo de su
existencia? ¿Acaso no han cometido un grave error al separarse?
El
amor los creó y el mismo amor los hizo pelear a muerte, pero… ¿Y si el amor
logra unirlos de una forma más especial?
¿Hasta
cuando olvidarán ese falso orgullo? ¿Hasta cuando abrirán los ojos a la verdad?
5 comentarios:
Muy bonito. Profundo y muy bonito.
Me ha gustado un montón.
=)
OMG OMG OMG!!!! esta genial~~~! muero por que lo comiences! *-* qfirnslofnan me encanta la ficción y suamano JUMP es OMG!! VFHDBJDF lo siento, es que me he emocionado :)
Que gran historia, me he quedado con ganas de seguir leyendo de lo bueno que está, quiero saber que pasa con los hijos del Sol y la Luna =3
Yuko "I LOVE JUMP"
Como dijiste que regresaramos al prologo, pues lo hice. Amiga escribes de manera muy profesional, me gusta y se nota que tienes talento :3 Aprovechalo, ya sigo tu blog, me encanto el diseño, te invito a que pases por el mio. Nos leemos pronto y espero pasar por aquí mas seguido.
Maravilloso, admito que al principio me pareció flojo pero luego fue tomando consistencia. tu creatividad es admirable, seguiré tu historia a pesar de que lo hago algo tarde :c
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